Cultura

Luis García Montero: "Hemos llegado hasta el ridículo de una sociedad que cree que ser libre es tomarse una caña"

Luis García Montero, poeta y director del Instituto Cervantes, en la sede de infoLibre.

Desde Adán y Eva hasta Trump. Desde Olympe de Gouges hasta el coronavirus. El último poemario de Luis García Montero (Granada, 1958) se titula No puedes ser asíy lleva por subtítulo Breve historia del mundo. En sus 140 páginas quiere trenzar dos historias: una común, que atraviesa los siglos, y otra íntima, pegada al cuerpo de quien tiene edad ya de ponerse a recordar. Dice el poeta, director del Instituto Cervantes y colaborador de infoLibre: “Este libro me estaba esperando igual que una sombra / dispuesto a saltar sobre mí desde cualquier esquina. / Y no hay remedio”. Lo dice en el poema que abre el libro, editado en la colección Palabra de Honor de Visor, como ya viene siendo habitual.

Empezó a escribirlo en 2015, un poco antes de cerrar el poemario anterior, A puerta cerrada (2017): “Es un libro donde empezó a mezclarse mi interés por algunos episodios de la historia del mundo con mi propia intimidad”, cuenta. “Ya no era solo la atención a la realidad en la que vivo, sino la interpretación de episodios que tenían que ver con la historia del mundo”. No por una voluntad culturalista, sino por una de ir de lo personal a lo colectivo. Escribe en ese primer poema: “Este libro se me pegó a los zapatos. / Cambia de tamaño y de lugar según la hora. / Yo lo recibo sin vocación de triste, sin voluntad de dar cuenta de mí, / solo de mí, aunque tampoco sobro en estos versos”.

Responsabilidad individual y colectiva

El poemario tiene dos caras que se van alternando: de un lado los poemas que viajan al pasado y miran a algún suceso o personaje histórico concreto, como el año 1492 o Galileo; de otro, anotaciones desde el presente de quien se sabe parte del mundo pero no puede evitar mirarlo con cierta distancia. No puedes ser así funciona como un ejercicio de autocrítica desde el título, porque es lo que murmura el poeta al mirarse en el espejo y ver que lleva consigo una historia muy poco gloriosa, una historia humana de sometimiento y violencia. Es el mundo el que no puede ser así, pero tampoco uno mismo puede seguir compartiendo las maldades del mundo.

“La responsabilidad no la tiene el otro”, señala el escritor el mismo día en que el libro llega a las librerías, “no la tiene el malo, sino que la tienen situaciones históricas que nosotros mismos controlamos y donde la responsabilidad individual no puede ocultarse detrás de la colectiva. Uno es responsable de su propia conciencia”. Es un ejercicio de autocrítica pero también de celebración, porque si cualquier persona puede formar parte de la oscuridad del mundo, también puede formar parte de su luz. “Recuerda”, escribe en el poema homónimo, “otro camino que también es tuyo. (…) También sale de ti / otra huella de siglos / que resiste a su mal porque tiene zapatos / muy cansados, muy hechos / a levantarse y regresar / después de cada fecha / por amor a la vida y a los sueños descalzos”. El poema termina con dos versos que pueden ser maldición o bendición: “No puedes ser así. / Tampoco puedes ser de otra manera”.

Por el futuro, contra el "optimismo ingenuo"

Los lectores percibirán un cierto cambio en este libro con respecto a los últimos poemarios de García Montero. En A puerta cerrada (2017), Balada en la muerte de la poesía (2016) y Un invierno propio (2011) se percibía cierto ánimo desesperanzado y la lucha de un yo poético que intentaba librarse, con poco éxito, de un abrumador sentimiento de soledad. No puedes ser así no llega a ser un libro optimista, pero sí parece haber encontrado una respuesta íntima y colectiva. “Busco una salida a algo que no me gusta, sin renunciar al futuro y sin caer en el optimismo ingenuo”, explica el escritor. “La solución que está en el libro y que me doy a mí mismo al mirarme a los ojos es la de pensar que la sociedad ilustrada necesita una segunda oportunidad”.

Celebra “la crítica a la moral que inició Nietzsche, la crítica al dominio económico que inició Marx, la crítica al colonialismo de la cultura anticolonial, la crítica al machismo que ha hecho el movimiento feminista”, pero teme que esa “cultura de la sospecha” haya llevado al relativismo: “Como no se puede creer en nada porque todo es legitimación del poder, nada importa”. “Tenemos que darle una segunda oportunidad a la Ilustración, creer en el poder democrático que haga posible un mundo más habitable donde se evite la corrupción ecológica, la explotación desalmada, la avaricia...”, defiende. Quizás por eso en las páginas del nuevo poemario encuentren su sitio la girondina Olympe de Gouges, pero también Mary W. Shelley, feminista que supo crear una gran fábula sobre los peligros de la ciencia sin alma, o Darwin. 

Viejos cascarrabias, jóvenes adánicos

Igual que mira al pasado en varios de ellos, en uno se detiene en el futuro. En el “Alba del becario” escribe: “Es el amanecer / de los que tienen un escaparate / y un futuro vacío / debajo de la almohada”. “La albada es el poema del amanecer”, cuenta, “pero el amanecer ahora es el de unos jóvenes que, por ejemplo, en la universidad están dando, por un mal salario, clases que podría dar un catedrático o un titular, y a los dos años pues si te vi no me acuerdo y sin ninguna relación laboral”. Desde hace años hay en sus poemas una preocupación, el fantasma de quedarse fuera del tiempo, como otros “viejos cascarrabias” a los que no querría parecerse: “El corte generacional da viejos cascarrabias y jóvenes adánicos, viejos que se creen que todos los jóvenes son tontos y jóvenes que se creen que pueden inventarse un mundo sin recibir ninguna herencia. Me preocupa, sobre todo, que eso signifique una imposibilidad de convivencia colectiva”. Tiene claro, dice, que este mundo no es aquel en el que nació, pero eso no puede ser una “excusa narcisista” para desentenderse.

Él rema en otra dirección, una que encuentra una misma genealogía entre los que hoy se inician en el mercado laboral y quienes se jubilan, entre quienes piensan que los jóvenes de hoy son unos desagradecidos y quienes piensan que los boomers lo tuvieron todo hecho. “Si tú hablas de Donald Trump o de los 40 años de democracia española o de la situación laboral en este momento, y vas haciendo historia del pasado”, defiende, “más que tener un sentimiento de soledad, lo que te das cuenta es que estás embarcado en una navegación colectiva de siglos. En esta dinámica cultural neoliberal se está fomentando la desvinculación social de la gente, y es importante recordar que todos compartimos una experiencia que es la que nos lleva a tomar posiciones”.

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Libertad en pandemia

Y mirando a un pasado recentísimo, que de hecho solo es pasado en la literatura, se ha colado también en el libro alguna mascarilla. En el último poema del libro, García Montero cuenta a Juan Ramón Jiménez, muy presente en el volumen, cómo se han sucedido los últimos meses. Le habla del verbo “confinar”, de las prendas que usamos para no compartir inhalaciones, de un mundo “todo bien definido, pero todo muy raro”. Escribe: “Nos reclama el calor de un saber olvidado, / esta fragilidad / del que vuelve a vivir en la intemperie / sin la inútil soberbia de las eternidades”.

Y de este lado del papel, más enfadado, el escritor habla de “los que quieren utilizar utilizar la libertad como la ley del más fuerte: aquí que se salve quien pueda, si eres viejo y te contagias pues te mueres, pero a mí no me toques la economía”. “Hemos llegado hasta el ridículo de una sociedad que ha llegado a creerse que ser libre es poder tomarse una caña a las 11 de la noche en un bar”, critica. En la experiencia del último año están comprendidas las sombras pegajosas y los momentos fulgurantes que recorre en su libro. “Es espectacular lo que el ser humano puede hacer, que en menos de un año se tenga una vacuna es espectacular”, celebra. “Pero qué terrorífico es cuando lo que el ser humano puede hacer se somete a las leyes del mercado”.

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