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'El berrinche político'

Portada de 'El berrinche político', de Estefanía Molina.

Estefanía Molina

Las elecciones madrileñas del 4 de mayo han abierto una serie de debates de fondo en la política española que, sin embargo, no suponen hechos aislados en nuestra historia reciente, sino que deben entenderse como el resultado de estos cinco últimos años de cambio político, desde el estallido del bipartidismo en 2015.

La periodista y politóloga Estefanía Molina analiza en su primer libro, El berrinche político (2015-2020) los años que sacudieron la democracia española, cómo se ha transformado nuestro sistema político en el período 2015-2020. Ejemplo de esos debates, que se han dejado ver durante el 4M de 2021 son el fenómeno de la polarización creciente (entre consignas como «comunismo o libertad», «democracia o fascismo»…); el futuro de los nuevos partidos frente a los viejos (por ejemplo, con la llamada refundación del centroderecha tras la absorción de Ciudadanos a manos del Partido Popular); los cambios de liderazgo de la anteriormente llamada nueva política (qué esperar tras la salida de Pablo Iglesias, un año y medio después de la dimisión de Albert Rivera); la posibilidad de que España camine de nuevo hacia una suerte de bipartidismo imperfecto, tras el fracaso del espíritu transversal del multipartidismo y la consolidación de una España de bloques; el surgimiento de nuevos liderazgos, como el caso de Isabel Díaz Ayuso, capaces de agitar la bandera del «pueblo» y disputársela a los partidos que la habían hecho suya desde el 15-M, como en el caso de Podemos; o la obsesión con el márqueting y la sondeocracia.

infoLibre publica un fragmento de la obra, que llega a las librerías este 12 de mayo, editada por Ediciones Destino (Grupo Planeta).

Introducción de El berrinche político (Estefanía Molina):El berrinche político

La joven democracia española se acostó, la fría noche de las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015, encajando una sacudida sin precedentes a causa de la ruptura del bipartidismo —fruto de los vicios, defectos y carencias que el sistema llevaba acumulando durante más de tres décadas— y se despertó conmocionada otro 20 de diciembre, ahora de 2020, digiriendo aún el enorme cambio que había experimentado a lo largo de esos cinco años tan convulsos. Desde el Congreso hasta el Gobierno, pasando por los partidos, y en todos los puntos de la geografía española, las bases asentadas desde la Transición habían mutado. En algunos aspectos, esa joven democracia se sentía más plena, cuando menos en apariencia, porque ahora se parecía más a lo que los ciudadanos deseaban de ella y, hasta cierto punto, daba la impresión de que los políticos habían escuchado con atención las peticiones de la calle. En otras cuestiones, simplemente era distinta, como también eran distintos los valores, la cultura y los anhelos de los nuevos votantes que formaban parte de ese sistema. Pero aun así...

Esa democracia pronto se dio cuenta de que en cada uno de los poros por donde había exhalado aquellas expectativas de mejora, aquellas ilusiones de que todo fuera mejor en un futuro, ahora se empezaba a gestar un pequeño berrinche. Un berrinche entendido como el conjunto de pulsiones tímidas de cólera que se aprecian en distintos puntos del tablero político actual, pero que, paradójicamente, son ahora fruto de las profundas mutaciones del periodo. Un berrinche entendido, también, como algo crónico, porque los anhelos ciudadanos a los que se ha intentado dar solución desde la clase política han generado nuevos contextos con sus problemas aparejados, lo que hace necesaria una comprensión distinta y reflexiva del escenario político. Así pues, el berrinche al que me refiero en este libro no debe ser considerado tanto como el quejido de los ciudadanos, que emiten peticiones legítimas ante sus representantes, sino como los desajustes surgidos de la respuesta que ha dado la clase política a esas demandas en este complejo proceso de adaptación. Incluso puede verse como un aviso a nuestros representantes, para que escuchen bien qué es lo que no termina de agradar a la ciudadanía.

Así, cinco años después del cambio sistémico más grande que se recuerda en nuestra democracia, la clase política española sigue causando brotes de malestar entre la ciudadanía, aunque ahora tengamos líderes más populares —o más populistas— que en 2015. El bipartidismo no se ha esfumado tanto como parecía, sino que pervive de manera sutil en forma de bibloquismo —la nueva, vieja, España de rojos y azules—. El Congreso tiene en la actualidad más ojos mediáticos puestos encima que en cualquier otro periodo, pero la calle siente que la cámara se ha convertido en un espectáculo —en una suerte de plató televisivo—. El fervor por el márquetin y los sondeos podría haber servido para detectar mejor las necesidades de los ciudadanos, pero esas herramientas se han convertido en una auténtica pesadilla al llevarnos a cuatro elecciones en cuatro años, haciendo de la política un oficio obsesionado con los relatos —y consigo mismo—. Incluso parecía que dar todo el poder a las bases de los partidos políticos los haría más democráticos y deliberativos, pero la realidad es que ello ha provocado la eclosión de auténticos líderes cesaristas —haciendo del partido una plataforma al servicio de sus intereses.

El Gobierno había de volverse más dialogante con la oposición aprovechando que el nuevo Parlamento, tan fragmentado, obligaba a luchar por los apoyos para obtener mayorías, pero a menudo se ha dado el efecto contrario —un nuevo presidencialismo—. La izquierda venía a renovar su alma antisistema, pero se ha visto atrapada en la tensión entre la institucionalidad y el idealismo. La derecha se sumergió en un bucle revisionista acerca de la nación española, pero acabó abrazando formas más intransigentes en vez de entenderla. Los diez años de proceso soberanista no han culminado en la independencia de Cataluña; sin embargo, el tablero político catalán ha mutado radicalmente hacia un nuevo escenario sustentado sobre las bases del malestar. El Congreso se ha llenado de partidos regionalistas que denuncian que los mecanismos de distribución del poder territorial están solo en manos de unos pocos. Los ciudadanos querían más emocionalidad en la política, pero esta ha acabado arrojando formas polarizantes de comportarse fuera y dentro de la tribuna.

Así pues, mi propósito con este libro es hacer un diagnóstico sobre qué ha cambiado entre los años 2015 y 2020, y averiguar por qué se han producido esos cambios en el seno de la democracia española, hasta llevarla a un nuevo escenario con lógicas de funcionamiento distintas a las que se habían conocido durante más de treinta años. El berrinche, pues, como ese proceso de adaptación traumático a las nuevas coordenadas del presente y del futuro.

También quisiera señalar cuáles han sido las consecuencias de esa mutación del tablero político y sus desajustes. Durante un tiempo, seducidos por los discursos adanistas que se colaron en el debate público, creímos que se acercaban las transformaciones definitivas. Pero nada más lejos de la realidad. La política es un proceso evolutivo de acumulación de experiencias. En algunos casos, las esperanzas que no fueron viables se acompañaron de cierta resignación sobrevenida, mientras que, en otros, las secuelas de la decepción serán de largo recorrido.

Sin embargo, no es cuestión de transmitir pesimismo. El hecho positivo es que la democracia española se ha movido, lo que pareció impensable durante lustros. Los ciudadanos constatarán en este libro que el sistema ha canalizado sus anhelos —aunque no siempre haya sido de la forma más satisfactoria—, y lo ha hecho, precisamente, sobre las bases que caracterizan a la nueva generación de votantes que se abrió paso en 2015.

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Lo preocupante de que lleguen nuevas olas de irritación con los líderes es que los votantes ya no se crean que la política pueda llegar a ser distinta. El malestar de 2015 se materializó a través de un atisbo de esperanza, pero lo que ha venido después ha sido una decepción acelerada respecto a los nuevos líderes y partidos. Por ello, existe un riesgo real de que un malestar futuro cristalice en las formas de la llamada antipolítica, es decir, el desinterés, el hastío, la pulsión destructiva o el desasosiego, huyendo de lo propositivo, de la ilusión, la esperanza o las expectativas de cambio. Eso es algo que debería preocupar a la clase política presente y futura porque la antipolítica es un motor de inestabilidad y propicia el auge de pulsiones populistas e iliberales que degradan nuestra democracia. Los ciudadanos que no crean en la política o que no legitimen a sus representantes tendrán mayor propensión a abrazar a líderes que les susurren ideas demagógicas, populistas o autoritarias.

Este libro tiene también un componente personal, más allá de un análisis entre politológico y periodístico. El inicio del berrinche político coincide con mi llegada a la política española ese 20 de diciembre de 2015. Es decir, cuento con el privilegio añadido de haber asistido de primera mano a los acontecimientos más emocionantes que han transformado el país en estos años: los largos periodos de ingobernabilidad y las múltiples repeticiones electorales; el conflicto soberanista, desde la Operación Diálogo hasta la aplicación del artículo 155 de la Constitución y el juicio por el 1 de octubre; la moción de censura inédita que derribó a Mariano Rajoy y encumbró a Pedro Sánchez o la oscilación entre cooperación y división ocurrida entre las izquierdas y las derechas, episodios sobre los que se edifica este libro.

Hasta cierto punto, se podría considerar que esta historia también es parte de mi biografía, de mi crecimiento y aprendizaje como persona en paralelo a mis vivencias políticas correteando por esa jungla. Así pues, encontraréis algunas pinceladas de mi experiencia y de mi mirada propia, narrada desde los cuarteles del Congreso, el Senado y el Gobierno y desde las sedes de los partidos, los tribunales y los ministerios, que son la esencia viva de la política española y las turbinas que mueven los hilos de la democracia en España. Deseo que os resulte útil para entender en qué estuvo metida España estos últimos cinco años, y también para comprender un poco más la mirada con que lo vio una servidora.

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