temor a una nueva crisis económica

La caída del PIB alemán y la ansiedad en el mercado de deuda disparan nuevas alarmas de recesión

Las bolsas de Estados Unidos se han hundido en agosto.

Deberían ser los días más indolentes del verano, pero agosto ha cruzado su ecuador activando ruidosas alarmas de recesión. Cierto es que los bajos volúmenes de negociación en los mercados, típicos de estas fechas, amplifican los efectos de cualquier fenómeno, pero también han aparecido nuevos nubarrones que se suman a los que ya desde hace algunos trimestres amenazan con teñir de negro, otra vez, la economía mundial.

La bolsa española lleva dos años sufriendo como no lo hacía desde la crisis pero, tras anunciarse la caída del PIB alemán el miércoles, se desplomó casi un 2% y perdió todo lo que había ganado a lo largo del ejercicio. Se quedó en su mínimo anual. El mismo susto se llevó el resto de los parqués europeos. Y los norteamericanos. El Dow Jones perdió un 3,05%. Aunque en el caso de Estados Unidos, a la guerra de aranceles con Chinaguerra de aranceles con China se le añadió un fenómeno inquietante sólo para iniciados: la inversión de la curva de rendimiento de la deuda.

El nerviosismo de los inversores lleva tiempo empujándolos a los mercados de bonos en lugar de a las bolsas, donde la volatilidad es máxima. Pero ahora, además, los inversores se han volcado en los bonos a corto plazo, a dos años, en lugar de en los de a largo, a 10 años, que proporcionan mayores rendimientos –porque en teoría el peligro de que no se les devuelva el dinero es mayor–. Ese cambio de interés se produce cuando los inversores creen que los riesgos son mayores en los próximos dos años porque la salud de la economía va a empeorar sustancialmente. Es decir, presagian una crisis. Y no sólo ha ocurrido en Estados Unidos, también en Reino Unido.

Así, todas las recesiones desde los años 60 han venido precedidas de una inversión de la curva de la deuda, bonos a corto plazo rindiendo más que los de a largo. En Estados Unidos no sucedía desde la inversión que avanzó la crisis de 2007. Aunque no siempre que se ha producido ese fenómeno ha aparecido una recesión. “No pasó ni en 1966 ni en 1998”, precisa el analista y matemático Juan Ignacio Crespo, autor de Las dos próximas recesiones.

A su juicio, la economía mundial se encuentra en estos momentos más próxima a 2016 que a 2007. “Hace tres años también parecía que vendría otra recesión, pero China insufló billones en su sistema financiero y se evitó la caída”, explica, “así que quizá este año China vuelva a hacer lo mismo y no se produzca una contracción”.

Yellen y Krugman piden calma

También ha proporcionado aclaraciones tranquilizadoras la expresidenta de la Reserva Federal de Estados Unidos, Janet Yellen. Pese a que “históricamente” la inversión de la curva de la deuda ha sido una muy buena señal de que se avecinaba una recesión, en esta ocasión “no lo es tanto”, ha asegurado. “Hay toda una serie de factores, aparte de las expectativas de los mercados sobre el futuro de los tipos de interés, que están hundiendo los rendimientos de los bonos a largo plazo”, apuntó a Fox Business Network.

El premio Nobel Paul Krugman también considera que la inversión de la curva es “menos inquietante” esta vez de lo que puede parecer y la atribuye más bien a la subida de tipos a corto plazo decidida por la Reserva Federal. “Los intereses de los bonos a 10 años han caído a la mitad, pero aún son más altos que en 2016”, destaca en su cuenta de Twitter.

En cualquier caso, la huida del dinero al mercado de deuda ha llevado esta semana a mínimos históricos el rendimiento de los bonos españoles, el 0,05%, y lo mismo ha ocurrido con los bonos alemanes y franceses, que ya ofrecen intereses negativos –cuanto mayor es la demanda, menor es la rentabilidad de los bonos–.

Juan Ignacio Crespo sostiene que, además, hay otros motivos para explicar la ebullición del mercado de deuda. A un lado del Atlántico, las presiones para que la Reserva Federal baje tipos –Trump se ha apresurado a cargar en Twitter contra su presidente por haberlos subido– e incluso lo haga más deprisa, y al otro lado, el anuncio de nuevos estímulos monetarios del BCE en septiembre “están acelerando por encima de lo normal la compra de bonos”.

El contagio de la gripe alemana

Sí considera preocupante el analista la caída de la producción industrial en Alemania, un 5,2% en junio en tasa interanual, lo que supone el mayor retroceso desde 2009. Así que las exportaciones de la que debería ser la “locomotora europea” también han bajado un 8% ese mismo mes respecto a 2018. La desaceleración de la economía china –aunque crece un 6,2%, es el menor ritmo desde 1990– y la guerra de los aranceles con Estados Unidos están frenando la producción en Alemania, un país volcado en la exportación. Mientras las ventas a otros países de la UE se han desinflado un 6,2% en el último año, las destinadas al resto del mundo se han hundido un 10,7%.

El resultado no es sólo que el PIB alemán haya encogido un 0,1% –si repite una cifra negativa el proximo trimestre, Alemania ya estará técnicamente en recesión–, sino también que la confianza del inversor germano se encuentra ya en el nivel más bajo desde diciembre de 2011.

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Al paisaje habitual de incertidumbre que componen el Brexit duro y la inestabilidad italianala inestabilidad italiana, se añade ahora el frenazo alemán, que tiene un claro efecto de arrastre en el resto de las economías europeas, incluida la española. De hecho, el PIB de la UE sólo creció dos décimas en el segundo trimestre, la mitad que en el primero. También el PIB del Reino Unido ha caído de abril a junio, y más que el alemán, un 0,2%. Las dos principales economías europeas están gripadas, Italia, estancada –0,0%– y Francia sólo mejora dos décimas. España todavía se mantiene digna con un 0,5% de crecimiento, aunque con dos décimas menos que en el primer trimestre. Y su dependencia del mercado alemán la hace especialmente vulnerable a cualquier contracción de la primera economía europea.

Aun así, Juan Ignacio Crespo recuerda que el PIB alemán ya se contrajo en el tercer trimestre de 2018, y más que ahora –un 0,2%–, y luego remontó en el cuarto. Además, mantiene una tasa de paro en mínimos históricos –un 3,1% en junio– y el consumo interno –por tanto, también los servicios– se sostiene gracias a las subidas de salarios.

El analista aventura que las bolsas no van a seguir cayendo y pide que se fije la atención en las cotizaciones de los metales industriales. “Ya han bajado todo lo que tenían que bajar, así que no lo harán más”, pronostica Crespo, “se están comportando como si no hubiera recesión industrial, de modo que mientras no den señales de alarma…”.

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