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La cólera despierta a la izquierda en el Líbano

Manifestantes antigubernamentales se reúnen cerca de la devastada zona portuaria para conmemorar a las víctimas de la explosión.

Jean-Pierre Perrin (Mediapart)

“En el Líbano no se puede estar más que en la izquierda”. Es una frase que se oye a menudo, no sólo de un lado a otro del país sino también entre los expatriados, por el escandaloso nivel de desigualdades.

No obstante, aparte de algunos grupos marginales y un partido comunista dividido, la izquierda es la gran ausente de la escena política libanesa. En los debates políticos apenas se la ve, y en el Parlamento sólo hay un diputado que dice ser de izquierdas.

Sin embargo, allí donde hay protestas es la ira de izquierdas la que resuena con eslóganes que abuchean a los bancos y a la clase política. En los cafés o en la universidad se habla también de Intifada y de thawra (revolución).

En las camisetas está de nuevo el Che Guevara y se ven cada vez más kufiyas negros y rojos sobre los hombros. En los cánticos de las manifestaciones se reconoce el estribillo de “Soy el pueblo en marcha” del cantante egipcio Cheikh Imam, que ya hace veinticinco años que murió pero aludía muy bien a las penas y a la mala de vida de los más humildes.

La izquierda está al mismo tiempo ausente y presente. Ausente como organización política pero muy presente en las mentes, las ideas y los símbolos. “Es muy difícil aplicar a la escena política libanesa las categorías de izquierda/derecha que se dan en otras partes”, constata desde Beirut Sibylle Rizk, directora de políticas públicas de Kulluna Irada, una organización cívica comprometida en la reforma política, de financiación 100% libanesa. “Cierto que hay un partido comunista que sobrevive desde hace décadas y continúa teniendo una presencia en ciertas regiones y ciertas escenas de la protesta, pero no hay propiamente hablando un partido de izquierdas sobre el tablero que pueda ofrecer toda la gama habitual”.

Citado por el diario francófono L'Orient-Le Jour, Wissam Saadé, profesor de historia y de ciencias políticas de la Universidad Saint-Joseph de Beirut, matiza que “los que pertenecen a la izquierda en sentido estricto (…) no son más que una minoría, sí, pero una minoría que numéricamente cuenta en un marco de levantamiento. Además, tienen la particularidad de estar un poco en todas partes, desde el norte hasta el sur y hasta en el valle de la Bekaa”.

Desde que el Líbano se lanzó de lleno al liberalismo más extravagante –hasta el punto de que el término está en la Constitución– con la consecuencia de unas desigualdades que alcanzaban, antes de la crisis actual, un récord mundial, la izquierda tiene ante ella un buen camino para triunfar. Pero nunca ha sacado provecho y a menudo ha preferido integrarse en la clase política especuladora. La actual crisis financiera ha ensanchado aún más ese camino.

Los libaneses rinden homenaje a las víctimas de la explosión en el puerto, una semana después del desastre, en Beirut el 11 de agosto de 2020 | Thomas Devenyi / Hans Luca / AFP

Por un lado hay una población exangüe, que ha perdido entre el 60% y el 70% de poder adquisitivo y los ahorros quien los tenía. Por otro lado, una pequeña minoría que se ha enriquecido considerablemente gracias a la política de rentas y a la pirámide de Ponzi (un sistema de montaña financiera fraudulenta que consiste en remunerar las inversiones de los clientes principalmente con los fondos conseguidos de los nuevos inversores), mantenida durante veinte años y que ha conseguido colocar su fortuna fuera del Líbano, con la posibilidad además de que puede volver al país a comprar activos a bajo precio.

“Las bases de un contrato social existen incluso en los países más liberales del planeta como los Estados Unidos –es decir, un sistema fiscal poco progresivo, aunque haya debate sobre la medida de su progresividad– pero no en el Líbano, donde el sistema es regresivo”, explica Sibylle Rizk. “Servicios públicos básicos como la educación o la asistencia sanitaria no están cubiertos. Infraestructuras esenciales como el agua, la electricidad o la gestión de residuos tampoco, hasta el punto de que es secundaria la cuestión de si son públicos o privados. Simplemente no se da esa prestación por deficiencias del Estado”.

Y añade también que “si ser de izquierdas significa preconizar políticas que tengan en cuenta el interés general y no solo los intereses clientelares o privados, entonces todo el sistema de poder desde hace décadas está en la derecha y los opositores a ese poder, que reclaman el establecimiento de un verdadero Estado al servicio de los ciudadanos, están en la izquierda. Su reto reside en la organización y la estructuración en partidos y movimientos".

La desaparición de la izquierda

Sin embargo, la izquierda no siempre ha sido la gran ausente de la vida política. Ha tenido puntos de amarre muy importantes en Beirut, en Mina, el gran puerto de Trípoli, o en el sur.

“La realidad política de la posguerra civil libanesa (que terminó en 1990 con los acuerdos de Taif) era tal que los partidos de izquierdas, y no sólo ellos, habían perdido su capacidad de inventar y proponer programas políticos”, analiza desde Beirut Hind Darwish, una gran figura de las letras libanesas y muy comprometida en el mundo opositor. “Es verdad que había, a escala mundial, ese malestar que afectó casi al mismo tiempo a la izquierda con la caída de la URSS. Pero, a escala local, esta realidad de posguerra se ha caracterizado primeramente por el dominio sirio, no solo en la vida política y social, sino también cultural”. “Luego ha venido la hegemonía de Hezbollah, que ha liquidado la materia gris de la izquierda y ha provocado la pérdida, a partir de los años 80, de sus más eminentes pensadores, ideólogos, escritores y periodistas, sea por asesinatos o por el exilio, o incluso por su conversión a movimientos religiosos, algunos radicales. Pienso en particular en los chiitas comunistas, que se han unido a Hezbollah o al partido Amal”.

Existe otro problema para los que dicen estar en la izquierda libanesa: el país está dividido en dos campos desde el asesinato del ex primer ministro Rafic Hariri, el 14 de febrero de 2005, cuando estaba a punto de retomar el poder.

Por un lado, el campo del “14 de marzo”, que reúne a todos los partidos y personalidades que en su momento se movilizaron para pedir –y conseguir– una comisión de investigación internacional y la salida del ejército sirio y sus servicios de seguridad que aterrorizaron al Líbano, en el marco de la Intifada de Independencia, también llamada “Primavera de Beirut” o “Revolución del Cedro”. También están en este bloque tanto Corriente del Futuro (el partido del difunto Rafic Hariri) como las Falanges Libanesas (de derechas) y el pequeño movimiento de la izquierda democrática.

Por otro lado, el campo del “8 de marzo”, al que pertenecen Hezbollah, el movimiento clientelar chiita Amal y los partidos satélites como el Partido Social Nacional Sirio (PSNS, formación neofascista que tiene tres diputados y cuyo emblema imita a la esvástica, símbolo hindú modificado por los nazis), que estiman que la prioridad es la lucha contra Israel y siguen en la órbita de Damasco y también la del Partido de Dios, de Teherán, y que se opusieron radicalmente a la “Revolución del Cedro”.

El Partido Comunista Libanés (PCL) también está dividido en este tema. Por un lado, los militantes hostiles a Hezbollah y al régimen sirio. Por otro, los favorables a una alianza con el partido islamista chiita basándose en que el enemigo principal son los bancos y los hariristas”. Ellos son también partidarios de la constitución de un “frente anti-imperialista”, contra Israel y los Estados Unidos, olvidando que el Partido de Dios asesinó a muchos militantes comunistas en los años 80 para mantener el monopolio de la lucha contra el Estado hebreo. Al menos fueron asesinados 18 dirigentes comunistas, según Alias Atallah, exjefe del brazo armado del PCL.

La nueva generación protesta contra todo

El politólogo Ziad Majed, que participó en la creación en 2004 del movimiento de la izquierda democrática, distingue en la actualidad tres “perfiles” de izquierdas en el movimiento: los militantes del PCL, los “independientes” y los grupos de jóvenes activistas sin una afiliación particular.

“Los comunistas, sean anti-Hezbollah o no, juegan un papel muy activo desde los inicios del movimiento, en particular en las secciones juveniles del PCL, no solamente en Beirut sino también en las regiones”, destaca Majed. “Están muy presentes en los mítines, en los debates, en las sentadas y en la organización de todo tipo de iniciativas”.

Los “independientes” proceden en general de las generaciones que han conocido los años 70, 80 y 90, es decir, los de la guerra civil libanesa y más tarde la ocupación siria. Algunos vienen de la Izquierda Democrática o de otros movimientos que no estaban directamente implicados en política. “Estos siguieron siendo de izquierdas –precisa Majed– en una lógica anti-Hezbollah que consideran como la encarnación de la autoridad que gobernó el país, con sus milicias armadas, sus discursos guerreros y sus alianzas regionales. Lo ven como su principal adversario pero no excluyen sin embargo al resto de la clase política de sus críticas. No son tan activos como los comunistas pero están en muchas regiones y se han dedicado a crear coordinación entre los manifestantes”.

Finalmente, los grupos de jóvenes activistas, en particular estudiantes que trabajan desde hace tiempo para suplir las carencias del Estado o para apoyar las reivindicaciones LGTB, las de los trabajadores sirios o de los trabajadores domésticos sobreexplotados y que defienden de forma general los derechos de las minorías. “Estos grupos son muy dinámicos”, destaca este investigador. “Tienen la capacidad de imponer algunos de sus eslóganes, ninguna fuerza política se ha atrevido con eslóganes tan radicales sobre las minorías o la justicia social. Tratan de constituirse en plataformas o empiezan a estructurarse, como es el caso en los grupos de estudiantes. La mayoría de ellos pertenecen a una generación que no ha conocido las discrepancias entre el 8 y el 14 de marzo y no se sienten pues concernidos. En general están contra Hezbollah, el régimen sirio y también contra el clan Hariri y la política de los bancos”.

Pero para Sibylle Rizk, de la organización Kulluna Irada, la personalidad que encarna mejor la izquierda es actualmente Charbel Nahas, exministro, con su movimiento Ciudadanos y Ciudadanas, en un Estado que tiene, en efecto, el programa económico más completo en la oposición. “Muchos actores de la revolución están de acuerdo con él y el marco conceptual y político que ofrece es el que muchos prefieren, a veces inconscientemente”, subraya. “Pero nos encontramos con confrontaciones personales, problemas de comunicación, de carisma... Toda la dificultad consiste en pasar de un reagrupamiento a un movimiento estructurado”.

En Beirut mucha gente lamenta la desaparición, en estos últimos años, de las tres grandes figuras de la izquierda libanesa, pues podrían haber dado aún más peso al levantamiento: el joven editorialista e historiador Samir Kassir, considerado como el intelectual árabe más prometedor de su generación y uno de los artesanos de la Primavera Libanesa, asesinado el 2 de junio de 2005 por los servicios secretos sirios; Georges Hawi, gran figura de la resistencia nacional libanesa cuando la invasión israelí de 1982 y secretario general del PCL que trataba de “desestalinizar” el partido, asesinado también en junio de 2005; y el intelectual Samir Frangié, gran estratega político, que murió por enfermedad en abril de 2017.

“El asesinato de Samir Kassir fue el acontecimiento que dio el tiro de gracia a la izquierda libanesa pero es preciso decir que, como corriente de pensamiento político, andaba ya desorientada mucho antes de su desaparición”, adelanta Hind Darwish. “Los elementos que en él se combinaban –intelectual árabe cercano a los círculos de izquierda desde París a Rabat, pasando por Beirut, profesor carismático querido por su estudiantes y gran defensor de sus causas y de la libertad– le convertían en único en su capacidad de llevar a cabo un proyecto de renacimiento eficaz de la izquierda libanesa”.

“Es verdad”, dice Ziad Majed, “la presencia de los tres habría jugado un papel en la movilización. Samir Kassir con los estudiantes, Georges Hawi con los miles de personas de izquierdas que se habían alejado de la política y que les habría podido hacer regresar, y Samir Frangié por la agudeza de sus análisis y su credibilidad. Pero la nueva generación que ahora está en las calles no está buscando un padre, un hermano mayor o un patriarca, sino que se rebela contra todo. Aunque hay textos de Samir Kassir que les inspiran, se ve su voluntad de liberarse de todo icono y de todo simbolismo que no haya sido construido por ellos. Se ven también perfiles de jóvenes líderes que empiezan a surgir y que sin duda van a jugar un papel en los próximos años”.

Es una opinión que comparte Hind Darwish: “El desinterés de la juventud libanesa respecto a la pertenencia a un partido no se traduce en una atomización social, sino más bien en una búsqueda de nuevas formas de sociabilidad. Guiada menos por la ideología que por la sed de cambio del sistema arcaico y corrupto, parece estar en vías de reinventar, indirectamente, la izquierda libanesa. En este sentido, estaría triunfando donde las estructuras partidistas han fracasado”.

La imposible transición política en Líbano

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Traducción: Miguel López.

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