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El nuevo terrorismo yihadista en Francia: atentados de 'baja intensidad' y de gran repercusión

Agentes aseguran los alrededores de la Basílica de Notre-Dame de Nice tras el ataque.

Matthieu Suc (Mediapart)

Un terrorista de unos veintitantos años utilizó este jueves un cuchillo para atacar a varias personas en el interior de la basílica de Notre-Dame, en pleno centro de Niza, asesinando a tres personas, una de ellas decapitada. Un modus operandi bárbaro que recuerda el ataque, todavía presente en la memoria de todos, ocurrido quince días antes en Conflans-Sainte-Honorine (Yvelines)

Armado con un cuchillo de 35 centímetros, Abdullakh Anzorov decapitó el viernes 16 de octubre al profesor Samuel Paty en mitad de la calle, porque, según el terrorista había insultado al profeta. 

En septiembre, hace poco más de un mes, Zaheer Hassan Mahmoud, armado con una macheta, atacó a un hombre y una mujer, empleados de la agencia Premières Lignes, hiriéndoles gravemente. Ambos se encontraban fumando en la calle Nicolas-Appert de París, frente a la antigua redacción de Charlie Hebdo. El fiscal nacional antiterrorista, Jean-François Ricard, señaló que Mahmoud estaba "enfurecido" tras ver "en los últimos días vídeos de Pakistán" de la publicación y reedición de las caricaturas de Mahoma en Charlie Hebdo el 2 de septiembre, en vísperas de la apertura del juicio por los atentados de enero de 2015. Zaheer Hassan Mahmoud quería atacar a Charlie aunque ignoraba que la redacción del semanario satírico no se encontraba en ese edificio tras el ataque de los hermanos Kouachi… 

Tres ataques diferentes con características similares. Los dos primeros (todavía es pronto para sacar conclusiones sobre el atentado de Niza) fueron reivindicados por los autores, pero no por una organización terrorista. 

Después de decapitar al profesor y antes de que el asesino fuera abatido por la policía, Abdullakh Anzorov publicó en Twitter una foto de la cabeza decapitada del profesor. Una imagen horrible acompañada del siguiente texto: "Desde Abdullah, el servidor de Alá, hasta Macron, el líder de los infieles, he ejecutado a uno de tus perros del infierno que se atrevió a menospreciar a Mahoma, calma a sus semejantes antes de que se os imponga un duro castigo...". 

Zaheer Hassan Mahmoud admitió los hechos tan pronto como fue arrestado. Durante su custodia policial, no se mostró arrepentido, sino todo lo contrario. Según una fuente cercana al caso, incluso anunció su intención de repetir los hechos. Por otra parte, el fiscal Ricard subrayó que no se había encontrado signo alguno de "pertenencia a algún grupo en particular" durante el registro de su domicilio y los interrogatorios. 

El alcalde de Niza, Christian Estrosi, aseguró a los medios de comunicación que el autor del atentado "repitió Allahû akbarAllahû akbar –Alá es grande– varias veces delante de nosotros mientras era atendido por el equipo médico".  

Ataques individuales cometidos por jóvenes extranjeros. El agresor de Niza es un tunecino de 21 años que llegó a Europa a través de Lampedusa (Italia) a finales de septiembre y a principios de octubre aterrizó en Francia. El de Conflans-Sainte-Honorine es un ruso de 18 años de origen checheno, refugiado y con permiso de residencia. Y el de la calle Nicolas-Appert, un pakistaní de 25 años. 

He ahí una novedad para Francia. Tal y como ha publicado Mediapart (socio editorial de infoLibre), hasta ahora el país había sido golpeado sobre todo por un terrorismo endógeno. Los terroristas eran residentes, terroristas que atacaban por primera vez, a menudo frustrados porque no podían viajar a la zona sirio-iraquí. "El movimiento es endógeno" –confiaba un agente de los servicios de inteligencia a principios de 2018–. "No encontramos esta especificidad en otros países. En Europa, los autores son principalmente refugiados que atentan en su país de acogida". 

La única excepción a la regla francesa (con los dos kamikazes del Estadio de Francia): el 1º de octubre de 2017, un inmigrante ilegal, Ahmed Hanachi, mató a puñaladas a dos jóvenes en la entrada de la estación Saint-Charles en Marsella. En los últimos meses, esta excepción se ha convertido en la norma. 

Por último, el modus operandi de los tres últimos atentados confirma la tendencia observada desde la caída del Califato del Estado Islámico. En los últimos años, los ataques se han llevado a cabo a menudo echando mano de un modo operacional muy básico, descrito en la jerga de los servicios de inteligencia como de "baja intensidad", es decir, principalmente ataques con arma blanca. 

En 2017, los servicios de inteligencia consideraron estos hechos como "atentados de oportunidad, llevados a cabo por actores locales, utilizando los medios a su disposición y golpeando a su país de residencia". Una mutación de la amenaza terrorista. A los planes orquestados por el Estado Islámico desde la zona sirio-iraquí, ejecutados por yihadistas experimentados (en Verviers o París en 2015 y en Bruselas a principios de 2016) les siguieron ataques inspirados en ellos y llevados a cabo por los llamados lobos solitarios (actores aislados).  

Consecuencia de este modus operandi elegido (ataques con cuchillos o arma blanca), los ataques son poco costosos y por lo tanto están al alcance de los aprendices de terroristas. Los condicionantes económicos no tienen ningún papel, o casi ninguno, a la hora de llevar a la práctica un proyecto de ataque. 

La misma mañana del crimen, Zaheer Hassan Mahmoud compró una macheta, un martillo y botellas de White Spirit –un disolvente muy inflamable– (su plan inicial era entrar en la redacción del semanario, si era necesario con el martillo e incendiar la redacción), y se puso en marcha en dirección a la rue Nicolas-Appert.  

El jueves 15 de octubre, dos amigos chechenos, de 18 y 19 años, acompañaron a Abdullakh Anzorov a una tienda de cuchillos en Ruan donde compró un cuchillo. Después, el más joven condujo a su amigo a Osny, en Val-d'Oise, donde Anzorov compró dos pistolas AirSoft. Uno de los dos amigos chechenos de Abdullakh Anzorov le llevó en coche de Evreux a Conflans-Sainte-Honorine, donde el terrorista asesinó al profesor Samuel Paty después de que dos estudiantes le indicaran quién era el profesor a cambio de 350 euros. 

Fáciles de ejecutar, estos atentados de "baja intensidad" son extremadamente difíciles de detectar de antemano por los organismos de inteligencia. Tras la tragedia de Conflans, un analista confesó el desconcierto colectivo de los servicios de inteligencia, a pesar de sus interminables luchas. Acerca de Anzorov: "Es la primera vez que esto sucede, nos enfrentamos a un terrorista absolutamente desconocido, sin vinculación con un equipo. Genera una enorme frustración. Estamos ahogados por este tipo de perfil de bajo espectro, no tenemos instrumentos para ello, no tenemos las herramientas legales para detectarlos y pararlos. Sería muy tranquilizador saber que Anzorov estuvo en contacto con un imán, una célula constituida. Eso significaría que se nos pasó por alto, pero por razones que sabemos, que podemos remediar. De lo contrario, no estamos preparados…".

En mayo de 2018, un hombre ruso de 20 años de origen checheno mató a una persona e hirió a otras cuatro en un ataque con cuchillo en el distrito de la Ópera de París. Y en octubre de 2019, se perpetraba un ataque a la prefectura de policía parisina; el autor, Mickaël Harpon, era un miembro de dicha administración que logró matar a cuatro funcionarios con un cuchillo de cocina de 33 cm con una hoja de 20 cm y un cuchillo de ostras comprado a la hora de comer.  El año comenzó con estos atentados de "baja intensidad". El viernes 3 de enero, Nathan Chiasson, un hombre de 22 años que estaba en tratamiento psiquiátrico desde los 5 años, atacó a varios transeúntes con un cuchillo al grito de "Allahû Akbar", matando a uno de ellos e hiriendo a otros dos. Inicialmente habría perdonado la vida a su primera víctima que habría evocado su fe musulmana y "recitó una oración en árabe". El 4 de abril, un refugiado sudanés, Abdallah Ahmed-Osman, mató a dos personas e hirió a otras cinco en una panadería, un estanco y en una calle de Romans-sur-Isère, valiéndose de un cuchillo en pleno período de confinamiento contra el covid-19. 

Pero incluso antes de la caída del califato, hay que reconocer que el Estado Islámico recurría ya a estos atentados con arma blanca, junto con los ataques de mayor escala planeados desde Raqqa. Ataques que, si bien causaron pocas muertes (en comparación con los asesinatos masivos ocurridos en enero de 2015, el 13 de noviembre o el 22 de marzo en Bruselas), estos ataques golpearon a la opinión pública y aterrorizaron a sectores específicos de la población, debido a los objetivos de los terroristas. 

El 13 de junio de 2016, Larossi Abballa mató a un comandante de la brigada de seguridad urbana de la comisaría de policía de Mureaux frente a su casa en Magnanville, Yvelines, de nueve puñaladas asestadas en el abdomen, antes de degollar a su novia, también policía. Un trauma muy presente en la Policía. Un mes más tarde, el 26 de julio de 2016, Adel Kermiche y Abdel-Malik Petitjean apuñalaron hasta la muerte al párroco Jacques Hamel, de 85 años, en plena misa. Un asesinato que causó conmoción en todo el país y que recuerda a la tragedia de Niza. 

La ciudad de Niza ya había sido golpeada por un ataque con arma blanca en febrero de 2015. Un suceso protagonizado por Moussa Coulibaly, que apuñaló, sin conseguir matarlos, a tres soldados, de guardia frente a un centro comunitario judío. 

A finales de 2019, Moussa Coulibaly era condenado a 30 años de prisión. En su juicio, el fiscal lo describió como un "pionero" en los ataques con cuchillo que se habían convertido en "amenazas cotidianas" para los franceses. 

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Traducción: Irene Casado Sánchez. Edición: M. M.

Texto original en francés:

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