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Cumbre del clima de Glasgow

El primer gran acuerdo de la COP26 sobre el metano debería ser un 20% más ambicioso para cumplir su propia meta

Zona azul en la cumbre del clima de Glasgow.

En la primera semana de las cumbres del clima nunca se llega a grandes pactos vinculantes de todas las partes que componen Naciones Unidas. No da tiempo. Suele estar dedicada a los discursos grandilocuentes, las promesas, las declaraciones de intenciones, la presentación de informes científicos... y a los acuerdos y alianzas que establecen países, junto a empresas y sociedad civil, para presionar a otros incumplidores y presumir de compromiso. La COP26 de Glasgow ya ha sido testigo del primer gran pacto, con más de 100 naciones involucradas, para reducir un 30% las emisiones de metano, uno de los principales gases de efecto invernadero, con respecto a los niveles actuales. 

El metano, el principal elemento de lo que conocemos como gas natural, es un potente gas de efecto invernadero, con un potencial alrededor de 20 veces superior al dióxido de carbono para recalentar el planeta. No se suele tratar tanto porque dura nueve años de media en la atmósfera, mucho menos que su primo el CO2, más complicado de eliminar y asociado a múltiples procesos productivos. Sus emisiones están vinculadas a la agricultura, la ganadería y a las fugas procedentes de la extracción de combustibles fósiles, y el pacto anunciado este martes es el primer gran paso, que se propone evitar 0,2 grados de calentamiento global. Parece poco, pero todo suma. 

Sin embargo, un análisis publicado este mismo martes asegura que el compromiso (-30% de metano) no es suficiente para alcanzar la meta del propio acuerdo (0,2º menos). La conclusión es la siguiente: "Es probable que se necesiten reducciones de metano de alrededor del 50%, en lugar del 30%, para lograr los 0,2°C de calentamiento evitado que se pretende en la promesa". Lo firman los investigadores Piers Foster, Chris Smith y Joeri Rogelj en una tribuna publicada en el medio especializado Carbon Brief. Los científicos han desarrollado un modelo matemático para estimar las consecuencias de una política climática determinada en el aumento medio de las temperaturas.

Aseguran que sus estimaciones van en la línea de lo que recoge el informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC ), publicado en agosto de este año, que concluyó que "reducciones fuertes, rápidas y sostenidas en las emisiones [de metano] limitaría el calentamiento global (...) y mejoraría la calidad del aire". Pero la promesa que se ha puesto este martes sobre la mesa no es ni demasiado fuerte ni demasiado rápida, y está por ver si sostenida. 

Este tipo de acuerdos no son vinculantes, pero sus defensores argumentan que pueden ayudar a que los países más comprometidos queden en evidencia y mejoren sus estrategias. De hecho, el Ejecutivo de Mariano Rajoy fue muy criticado durante la COP23 de 2017 por no firmar un acuerdo sobre el fin del carbón. El rubricado este martes incluye a más de 100 países, incluidos grandes emisores como la Unión Europea, Estados Unidos (el Gobierno de Joe Biden ha sido uno de los impulsores) y Brasil, muy dependiente de su descomunal sector ganadero y habitualmente escéptico ante la acción climática. Sin embargo, los tres mayores expulsores de metano a la atmósfera, China, Rusia e India, no aparecen. Y, como suele ser habitual, no hay ninguna garantía de que se ejecuten políticas que permitan ese 30% de reducción. 

Los países firmantes se comprometen a "emprender acciones nacionales integrales para lograr ese objetivo, centrándose en estándares para lograr todas las reducciones factibles en los sectores de energía y residuos y buscando la reducción de las emisiones agrícolas a través de la innovación tecnológica, así como incentivos y asociaciones con agricultores". No hay mención a una reconversión masiva del sector primario, como se ha abordado y se aborda en muchos países con el sector secundario; tampoco a un cambio de los hábitos de vida y a la reducción del consumo de carne en los países más desarrollados, como piden los informes científicos. Concretamente, de carne roja, por la salud y el clima: como la de ternera. La crianza masiva de vacas para leche y chuletones es responsable de gran parte de las emisiones de este gas. 

La experiencia dicta que las mejoras en la eficiencia y en la innovación tecnológica son positivas, pero que no son suficientes si un sector emisor crece de tamaño desproporcionadamente. En algunos casos, y según la paradoja de Jevons, más eficiencia es sinónimo de más emisiones, no de menos, puesto que mejora la productividad y, por tanto, la producción según las reglas de la economía capitalista. La demanda de proteína animal podría crecer hasta un 70% para 2050, asegura la ONU. En el contexto europeo, España es ejemplo de esa tendencia: pese a que la modernización ha llegado a todo el continente, nuestro país ha aumentado sus emisiones de metano a diferencia de otros países vecinos por el crecimiento descontrolado de la cabaña ganadera con el visto bueno del Ministerio de Agricultura

Tampoco hay mención expresa al papel de las fugas de metano en la producción, transporte y consumo del gas natural. El aumento de la demanda de este combustible fósil y el estancamiento de la oferta está generando una crisis energética en medio mundo. En la Unión Europea, su papel como "combustible de transición" hacia un futuro 100% renovable apenas se discute, pero tiene consecuencias a nivel económico y también climático. 

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Este martes también se ha rubricado otro compromiso por parte de más de 100 países, que albergan el 85% de los bosques del mundo, para revertir la deforestación y la degradación de la tierra para 2030. Como cuenta Climática, ya se firmó un acuerdo similar en 2014. La diferencia es que, esta vez, se establecerá un paquete de medidas para alcanzar el objetivo. En el mismo sentido, los objetivos globales de biodiversidad establecidos en 2010 y que caducaron en 2020 se incumplieron en un 70%: prueba de que no basta, ni mucho menos, con la promesa. 

Se esperan otros acuerdos similares a lo largo de la cumbre del clima de Glasgow, que firmen los países más activos contra el cambio climático para presionar a los rezagados. Se tienen muchas esperanzas puestas en la eliminación de la venta de coches de gasolina y diésel para 2030/2035. El pacto será anunciado el 10 de noviembre y por el momento cuenta con el apoyo de países como Reino Unido y Países Bajos, y de grandes empresas automovilísticas como Volvo. El mismo día se espera una iniciativa liderada por Dinamarca y Costa Rica y llamada Alianza Más Allá del Petróleo y Gas. Se centra en la eliminación gradual de los combustibles fósiles: solo se pueden unir quienes prometan poner fin a nuevos permisos de explotación y que ya hayan eliminado cualquier tipo de subsidio a esta industria.

Además de los tres grandes puntos de negociación oficiales durante la COP26, los esfuerzos de los equipos negociadores se centrarán en que cuantos más países mejor se unan a estos acuerdos. Como se puede comprobar con el caso del metano, una promesa no es una buena noticia por sí misma si no se acompaña de acciones contundentes. Pero un pequeño paso es mejor que ningún paso. 

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