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Platos rosas o platos azules

¿Un niño tiene que comer más que una niña? Según el Ministerio de Sanidad, sí. La recomendación que dan es que efectivamente los niños de entre 3 y 8 años tienen que comer unas 1.742 kilocalorías al día. Y las niñas 1.642, es decir, 100 menos. La medida nos sorprendió el otro día en Sexta noticias y preguntamos en el Ministerio a qué se debía, en qué se basaban para mantener esa diferencia de género en el aporte calórico que tienen que tener niños tan pequeños y en qué se traducía. Su respuesta fue que no era una recomendación en sí, que ninguna comunidad autónoma la aplicaba y que se trataba de un estudio, un informe, que habían elaborado hace ya tiempo. Quisimos saber más y preguntamos a los endocrinos para saber si realmente esto es así y su respuesta fue de incredulidad. Dicen que el crecimiento de los niños y de las niñas en esas edades es completamente desigual pero no por una cuestión de género sino porque cada niño crece a un ritmo diferente: hay niñas que con 8 años han pegado un buen estirón y que, por tanto, necesitan comer más y, en cambio, niños que siguen todavía manteniendo cuerpo y tamaño de niños pequeños. Ellas y ellos están todo el día corriendo, saltando, moviéndose (o deberían), y gastan más energía si efectivamente han dado un estirón prematuro. Esto cambia en la adolescencia: las niñas en general y dependiendo de las etapas de crecimiento pierden el apetito, se sacian antes y necesitan o quieren comer menos. En cambio ellos no tienen fin. Son, como dice mi madre, un saco sin fondo.

La recomendación de Sanidad no tendría mayor importancia si no la siguieran algunos centros escolares. Asociaciones de padres han denunciado que en varios centros andaluces efectivamente llenan menos el plato a las niñas que a los niños porque se sigue esa recomendación. No entendíamos cómo lo hacían, si cambiaban los cazos con los que servían para echar menos cantidad o si lo hacían a ojo y eso es más o menos lo que parece o lo que denuncian los padres. Nos han enseñado las tablas que manejan los responsables de esos comedores: en una columna en azul las cantidades que tienen que tener los platos que cojan los niños, y en rosa las que cojan las niñas. Y efectivamente hay diferencia en los gramos de los platos que apuntan en ese listado: poníamos el ejemplo del pollo al ajillo, 100 gramos menos si la que recoge el plato en la fila del comedor es una niña. Algo absurdo, insisten los endocrinos, cuando estamos hablando de niños tan pequeños. Y mi experiencia me confirma que esto es así.

Tengo un niño y una niña, de diferentes edades, pero que en cada etapa de su crecimiento han comido exactamente lo mismo. Es más, hasta hace no mucho, ella comía más que él, sobre todo con los platos que le gustaban, eso también lo tengo que decir. Sus cenas han sido siempre un festival gastronómico para ellos y un sudoku para su padre y para mí. Habitualmente comen en el colegio, y en casa, para cenar, intentamos que el menú sea complementario. No repetir lo que han comido ese día. Y desde que eran pequeños, sus cenas se componen desde siempre de un primero y un segundo. Una sopa, una crema de verduras o un gazpacho (en verano) de primero y de segundo algo más consistente. Va variando cada día: si han tenido entrenamiento y sé que vienen cansados y con hambre intento que la cena sea algo más consistente. Con ellos no me sirve improvisar una tortilla francesa deprisa y corriendo. Son de buen comer (aquí creo que su padre y yo tenemos parte de culpa). Y últimamente además, lo tengo que decir, en el colegio no están comiendo demasiado bien y vienen con más hambre que de costumbre, pero esto es otro cantar. Un niño y una niña que, insisto, han comido lo mismo con la misma edad. Así que sigo sin entender que, para niños que todavía no han llegado a la adolescencia, se hagan esas diferencias en función del género. Creo, honestamente, que el ministerio debería revisar sus recomendaciones porque puede que estén un pelín obsoletas. ¡Que aproveche!

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