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Muros sin Fronteras

Peligro: mujer, somalí y negra

Donald Trump ha descubierto otra cortina de humo con la que distraer a los medios de comunicación y a la opinión pública: la congresista Ilham Omar, a la que acusa de insultar a las víctimas del 11-S.11-S Lanzó la piedra a través de un tuit tan poco presidencial como la mayoría de los suyos. Manipuló dos frases de Omar –“dicen que algunas personas hicieron alguna cosa”–, sacándolas de contexto y uniéndolas a un vídeo de los atentados de septiembre de 2001.

 

WE WILL NEVER FORGET! pic.twitter.com/VxrGFRFeJM

— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) 12 de abril de 2019

No referirse al 11-S como un atentado terrorista no significa que el autor de la frase no los considere terrorismo. El mismo presidente George W. Bush habló ante las ruinas de las Torres Gemelas de “la gente que derribó estos edificios”.

Esto es lo que dijo la congresista demócrata, más allá de la frase.

El tuit de Trump actuó como una orden para activar la cacería político-mediática contra Ilham Omar, representante por el 5º distrito de Minneapolis, somalí de nacimiento, refugiada en Kenia de niña debido a la guerra en su país y estadounidense de nacionalidad. Fue elegida en noviembre con un 72,2% de los votos. Es la primera mujer musulmana en servir en el Congreso de EEUU. Le ganó por unos minutos a Rashida Tlaib, también mujer y musulmana, elegida ese mismo día por Míchigan.

Medios ultraconservadores y políticos republicanos rivalizaron en sus ataques contra Omar, un blanco fácil. Algunos fueron tan lejos que pusieron en duda el patriotismo de la organización que acogió el discurso de Omar, el Consejo de las Relaciones Islámico-Norteamericanas (CAIR, Council on American-Islamic Relations), que ha salido en su defensa. Omar ha denunciado un aumento de las amenazas de muerte que recibe a diario.

El clímax de islamofobia fomentado por el tuit de Trump ha movilizado a la comunidad yemení, entre otras, que llaman al boicot contra el New York Post.New York Post En este enlace tienen la información. Incluye una foto de otra de sus polémicas portadas.

Omar es mujer, musulmana, lleva hiyab sobre la cabeza y es negra. ¿Demasiadas excepciones a la regla de hombre blanco, supremacista y cristiano?

Hablaba al comienzo de cortinas de humo. En algún momento de este jueves se hará público el informe del fiscal especial Robert Mueller sobre la llamada pista rusa y si hubo obstrucción a la justicia por parte de la Casa Blanca. Aunque el informe original es de 400 páginas, el equipo del fiscal general William Barr, elegido por Trump en febrero, lo ha reescrito para proteger algunas investigaciones en curso. Los demócratas consideran sospechosa la actitud de Barr y los republicanos temen que el informe contenga alguna bomba de relojería.

Es posible que no haya material para un proceso de destitución del presidente (impeachment), pero sí para debilitarle y dificultarle un segundo mandato. En Washington todos se mueven con el modo elecciones activado. Aunque la fecha, noviembre de 2020, queda lejos, en febrero comenzará en Iowa el largo periplo de las primarias en las que se deciden los contendientes. La batalla está más cerca de lo que parece.

Los discursos de Trump caen sobre un campo abonado por el cine en el que los terroristas casi siempre son árabes. La islamofobia mueve al electorado republicano, y no suena mal entre los indecisos ni en ciertos sectores demócratas.

Omar se ha especializado en crear grandes revuelos –magnificados por la claqué– en el escaso tiempo que lleva en el Congreso. En su primera polémica se la tachó de antisemita. Dijo que la política exterior de EEUU y su apoyo incondicional a Israel estaba vinculada a las donaciones del Comité de Asuntos Públicos Americano-Israelí (AIPAC), uno de los grandes lobbies judíos en EEUU. Tocó un tema tabú. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y otros líderes demócratas le pidieron que se retractara. Fue tal la controversia que Omar tuvo que matizar sus palabras.

Ella siempre fue crítica con las políticas de Israel y defensora de los derechos de los palestinos. En su matización dijo que diferenciaba entre un judío, contra los que no tiene nada, Israel y su gobierno. Pero es un asunto que admite pocos matices. Está en juego el apoyo económico de personas y organizaciones proisraelíes que ayudan a decantar elecciones. De ahí la reacción demócrata.

Este precedente alimenta la polémica del 11-S. Juntas proyectan una imagen distorsionada de la congresista Omar, etiquetada como una antisemita. Un paso más y parecerá una islamista radical, casi una terrorista del ISIS. ¿Seguimos estando en el país de la libertad de expresión?

Los líderes demócratas tardaron en reaccionar a las primeras críticas contra la frase sacada de contexto, “dicen que algunas personas hicieron alguna cosa”. Sobre la mayoría pesaba el miedo a que les salpicara la polémica del supuesto antisemitismo. Fue el incendiario tuit de Trump el que les permitió entrar. Primero Bernie Sanders, después Elisabeth Warren. También Pelosi, que ha pedido protección policial para Omar. Beto O’Rourke realizó una defensa indirecta con un ataque a Trump por excitar el odio y la islamofobia.

 

We are stronger than this president’s hatred and Islamophobia. Do not let him drive us apart or make us afraid.

— Beto O'Rourke (@BetoORourke) 13 de abril de 2019

 

Ilhan Omar is a leader with strength and courage. She won't back down to Trump's racism and hate, and neither will we. The disgusting and dangerous attacks against her must end.

— Bernie Sanders (@BernieSanders) 13 de abril de 2019

 

The President is inciting violence against a sitting Congresswoman—and an entire group of Americans based on their religion. It's disgusting. It's shameful. And any elected leader who refuses to condemn it shares responsibility for it.

— Elizabeth Warren (@ewarren) 13 de abril de 2019

Para los aspirantes demócratas es un asunto delicado. No quieren parecer blandos con el terrorismo ni poco patrióticos, pero tampoco quieren ceder a Trump la iniciativa de lo que se puede o no decir. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 siguen provocando grandes emociones. Es un terreno fértil en el mundo de las fake news y de los políticos altamente irresponsables.

Hay más motivos para que Trump busque distracciones, más allá de Putin y la obstrucción a la justicia, aunque sea a costa de exaltar a sus conciudadanos. Los demócratas llevan semanas presionándole para que haga públicas sus declaraciones de impuestos, algo en apariencia inocente. El presidente se niega. Quizá tenga mucho que ocultar como apuntaba la exclusiva del The New York Times sobre el origen de su fortuna, trabajo que acaba de ganar el premio Pulitzer.

Dos de los principales candidatos demócratas, Bernie Sanders y Beto O’Rourke, acaban de publicar las suyas de los últimos diez años.

Las mujeres somalíes son combativas y duras. Quizá sean generaciones de lucha las que han esculpido un carácter indómito. En su país padecen cuatro pandemias, todas relacionadas: la pobreza, el machismo, la infibulación y la ablación.

Pactar con nerones

Lo ocurrido con Omar demuestra que 18 años después del 11-S se mantiene viva la hostilidad a todo lo que parezca musulmán. También sigue vivo en muchas partes del país el racismo contra los afroamericanos. Omar se ha metido en todos los charcos. La sitúan en la izquierda del Partido Demócrata junto a Alexandria Ocasio-Cortez. Pertenece a lo que los medios llaman los insurgentes, que quieren un partido más próximo a las gentes y alejado de las élites.

A Elliott Abrams, enviado especial de Trump para restaurar la democracia en Venezuela, lo que es ya un contrasentido, le preguntó en sede parlamentaria: “¿Apoyaría a un grupo armado en Venezuela que cometiera crímenes de guerra si esto sirviera a los intereses de los EE.UU. como hizo en Guatemala, El Salvador y Nicaragua?”. También le recordó su historial como mentiroso en el caso Irán-Contra. Estas intervenciones de Ilham Omar han contribuido a dibujar un perfil de radical, que es el que Trump desea proyectar sobre los candidatos demócratas a sucederle. Preguntar y presionar es la labor de un buen parlamentario. A Trump solo le queda proclamar “el Estado soy yo”, emulando a lo que dicen que dijo Luis XIV. Resiste el equilibrio de poderes, aunque dañado, y quedan los votantes. Ellos son, aquí y allá, el último muro de contención.

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