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La barbacoa en la que nos consumimos

Raquel Martos nueva.

Haciendo un breve repaso mental de las noticias de la semana, he pensado que podríamos contarlo casi todo 'en clave de barbacoa'.

La bronca carnívora que se inició con el video de Garzón y a la que siguió la quemazón de Planas y el chuletón de Sánchez, son una nueva fuente de inspiración, pero lo cierto es que llevamos ya un tiempecito caminando sobre brasas.

Más que MUY HECHOS, estamos QUEMADOS con el puto bicho que parió el murciélago. Vino un día, se nos instaló en el disco duro y no hay quien lo eche ni con agua caliente, con ese agua el virus fabrica olas.

A la primera, más descomunal que la de Nazaré, le siguió otra y otra después y cuando ya estábamos sacando la cabeza a la superficie para tomar aire, va y nos manda la quinta. Si pudiéramos surfearlas al ritmo de los Beach Boys, el trance tendría un rollito happy summer, pero estas olas se mueven al ritmo de los acordes sanguinarios de John Williams para Tiburón. No hay descanso.

Y CRUDO, pero crudo, lo tenemos con la crisis económica. Desde que se apagó el fuego, allá por marzo de 2020, no ha vuelto a prender en condiciones. Venga a darle con el soplador, a ver si se avivan los rescoldos y vuelve la lumbre, pero aquello no acaba de arrancar. Y cuando parece que ya, salta otra ola que ahoga las llamas y se apagan las esperanzas.

Con este panorama que nos abrasa emocionalmente, nos metemos a diario, entre pecho y espalda: un picoteo de discursos vacíos de políticos que arriman el ascua a su sardina; un surtido de responsables que, delante de nuestras narices, se van pasando la patata caliente; una ristra de chorizos que nunca faltan; una fuente llena de odio de quienes calientan a tope la parrilla para que nos comuniquemos a chuleta limpia en las redes y en las calles y ellos saquen su tajada. Y así vamos, más achicharrados que el mapa de colores que nos anuncia esa otra ola que nos amenaza, la del calor extremo…

Recuperar las ganas

Recuperar las ganas

El debate sobre la moderación del consumo de carne es serio y profundo. Afecta a la salud, al medio ambiente y afecta a un amplio sector de producción. No se resuelve con videos en redes y respuestas institucionales de palillo en boca, no se puede abordar con gestos que reducen el análisis a humo y pavesas. Al final solo queda el chiste, lo imbatible.

No es este un debate nuevo, ni está cerrado, ni se reduce al ámbito nacional, pero ese estilo de encender la mecha a toda pastilla y churruscar cualquier intento de reflexión colectiva, sensata y sosegada, sí parece una marca España que llevamos tatuada en el lomo.

Y mientras nos metemos en vena esta sobredosis diaria de mala onda –y en paralelo se nos cuelan discursos de odio como aceite por debajo de la puerta– a la vida, que se nos va pasando, le dan morcilla.

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