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Buzón de Voz

Casado en quiebra

Sostiene Pablo Casado que “España está quebrada y el Banco Central Europeo nos ha tenido que inyectar 330.000 millones de euros (…) Estamos abocados al rescate por culpa de este Gobierno” (ver aquí). Lo lógico (en un país “normal”) sería que este mensaje del líder del principal partido de la oposición y única alternativa (más o menos factible) de gobierno provocase de inmediato una hecatombe política y quizás una catástrofe económica. No para el Ejecutivo sino para el país. Para Es-pa-ña, como este martes gritarán enfatizando cada sílaba miles de voces con motivo del 12 de octubre.

El mensaje se complica cuando va acompañado por una fotografía en la que el presidente del PP sonríe de oreja a oreja, como si acabara de contar el chiste más gracioso del mundo. Para ser justos, podría acusarse de esa contradicción entre imagen y texto al medio que libremente decide su portada (ver aquí), pero cuesta pensar en cualquier otro mensaje de esa misma entrevista que pudiera justificar la alegría del gesto. Cada cual es dueño de sus palabras, pero también de sus silencios y de sus posados.

Lo cierto es que no se ha producido una sola matización por parte del PP a ese titular que ha hecho explosionar las redes sociales como si fueran el volcán de Cumbre Vieja. Se ve que Casado es perfectamente consciente de lo que quería decir y de con qué cara decirlo, y le importa poco que la realidad macroeconómica desmienta por completo la supuesta quiebra de España (ver aquí). Si quebramos todos, como país, por las inyecciones del Banco Central Europeo, por el nivel de déficit o por el endeudamiento público, entonces Europa entera está en quiebra.

En realidad el mensaje de Casado demuestra algo aún más grave que una estrategia de oposición instalada permanentemente en la exageración y la hipérbole, en este caso a partir de la realidad de un alto déficit y de una deuda pública importante. Es coherente con aquello que desveló la diputada canaria Ana Oramas poniendo en boca de Montoro: “¡Que caiga España, que ya la levantaremos nosotros!” (ver aquí). Esa derecha que hoy se da golpes de pecho patrióticos en el llamado Día de la Hispanidad coloca siempre como prioridad ocupar el poder antes que colaborar por el bienestar de España, es decir de los españoles, sin distinción de territorios o ideologías. Empezaron por deslegitimar el gobierno salido de una moción de censura, continuaron considerando ilegítimo un gobierno de coalición progresista y siguen bloqueando todas las instituciones constitucionales y vaticinando el apocalipsis a mitad de legislatura.

Casado, o al menos su discurso central, está en quiebra. Lo está porque sus mimbres esenciales no responden a la realidad, y por tanto cada vez que exhibe una erupción volcánica pierde credibilidad, pero también porque en la hipótesis de que alguien se tome en serio el titular sobreimpresionado a esa sonrisa satisfecha sólo puede (o al menos debe) preguntarse: ¿Y usted qué propone para sacarnos de la quiebra?. Ahí surge la cuestión de fondo, la mayor debilidad de la principal alternativa de gobierno, puesto que prescinde de una evidencia indiscutible: lo que está haciendo el Gobierno español frente a la crisis provocada por la pandemia es exactamente lo que han recetado Europa, el FMI, la OCDE, la OIT, el G-20, la Casa Blanca y toda institución capaz de entender que aplicar medidas austericidas como las que el discurso neoliberal impuso tras la crisis financiera de 2008 y a las que el PP sigue aferrado sólo provocarían (esta vez sí) una hecatombe de consecuencias letales para la supervivencia del sistema democrático. La alarma exagerada sobre las cuentas públicas choca con la crudeza de la desigualdad. Hay más verdades (y mucho más preocupantes) en el último informe de Cáritas (ver aquí) que en todos los discursos de la oposición escuchados en mítines y convenciones o leídos en la prensa de los últimos días.

Empieza a sonar a tópico, pero conviene no olvidar que la calidad de una democracia depende tanto o más del buen gobierno como de una oposición rigurosa, responsable y eficaz. Y hay margen para ejercer esa labor (obligatoria además) de control, de vigilancia y de denuncia. Nos jugamos mucho en la ejecución de los fondos europeos Next Generation, pero no porque se vayan a despilfarrar entre amiguetes (como Casado aseguró en Bruselas antes incluso de su aprobación) sino porque las distintas administraciones públicas no tienen instrumentos suficientes para gestionarlos, y corremos el riesgo cierto de perder parte de los mismos o incluso de tener que devolverlos. Toda crítica constructiva, toda colaboración es poca, muy especialmente la de quienes gobiernan una parte no menor de las administraciones autonómicas y municipales.

“¡Necesito acertar para que usted viva!”, le dice un personaje a otro en el séptimo episodio de la serie de moda, El juego del calamar, todo un derroche de exageración distópica y toda una crítica del capitalismo salvaje, quizás la mayor de las adicciones contemporáneas. En estos tiempos de polarización extrema y de ruido constante, cabe desear que acierten tanto quienes gobiernan como quienes se oponen, porque los jugadores endeudados somos todos (a excepción de quienes protegen sus fortunas en paraísos fiscales).

P.D. ¿Cuántas veces hemos escuchado y leído que cualquier subida del salario mínimo provoca destrucción de empleo? La Academia sueca ha premiado este lunes con el Nobel de Economía estudios que demuestran que el incremento del SMI no destruye empleo (ver aquí). Por una vez, se agradecería que el PP, el Banco de España, la CEOE y numerosas voces de púlpitos neoliberales se esforzaran en asumir al menos la posibilidad de estar equivocados.

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