Es agotador el ruido, la dificultad de distinguir el dato comprobado de la simple ocurrencia o el mensaje honesto de la pura propaganda. La hipertensión en la política, los medios y las redes sociales sólo ayuda a multiplicar la confusión y el miedo.
¿No es ya suficiente todo lo que nos está pasando? ¿No estará funcionando el mantra como maldición de escondidos dioses malignos?: "¿Creéis que poco os pasa? Pues hala, a tomar… un poco más".
La Plaza Roja de Vallecas no es solo un símbolo de la provocación y de la necesidad de victimización de la extrema derecha española. Es también una declaración de principios: Vox va a por todos.
En nuestra mano está que sean hombres que se levantan de la silla, que se indignen cuando escuchan el testimonio de una víctima de violencia sexual y machista o que sean hombres que eviten hacer comentarios a la primera chica que pasa por la calle.
Doña Isabel, propone usted un dilema más falso que un billete de tres euros: Comunismo o libertad. Mire, yo no veo comunismo por ningún lado en las propuestas de la izquierda. Tampoco veo la menor libertad en lo que usted encarna.
La exclusión premeditada del “comunismo o libertad”, abonado por el fanatismo de Vox, además de ir contra el otro, va en el sentido contrario de la modernidad y de la Historia.
El PP necesita que los rivales a los que ha noqueado se pongan en pie y aguanten hasta el final del combate. Les puede seguir pegando, pero más flojito. Lo complejo es que tampoco puede permitir que se rehagan en exceso, no vaya a ser que la victoria se le complique.
Iglesias y los suyos me recuerdan a los protagonistas de Cowboy de medianoche, sobre todo porque la cuestión ya no es si ganan o no unas elecciones, sino preguntarse cómo pueden seguir de pie a estas alturas de la pelea habiendo recibido tantos golpes.
En ningún caso la violencia de ciertas expresiones y debates debería tocar su inocencia de niño que juega en libertad.
Ingenuo de mí, yo pensaba que ya existía un partido al que votaban con gusto las gentes de ultraderecha y no tenía ningún interés en saber cuántos eran, tal vez porque intuía que no eran pocos.
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