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Año nuevo, tensión y suma cero

Sergio Pascual

Fechas navideñas, fechas para mirar al futuro, repensarse y proyectar horizontes. Sintoniza el clima personal con el de un país que clama por un horizonte que le permita orientarse, que lo saque del marasmo oxidante de un Gobierno -mal- gestor de un statu quo que no le sirve a nadie y que sólo anuncia nuevas crisis y más inseguridad laboral, económica y política, para sus ciudadanos.

Se palpa en las cenas de Navidad la inseguridad y desorientación de los momentos de transición, de los empates catastróficos, como llamaría García Linera a la situación catalana. Y en este clima Cataluña no es Cataluña, es una parte de la comunidad plurinacional española que ha encontrado un atajo -inútil- para escapar del gris del clima de “transición”. El riesgo de nuevos experimentos escapistas late presente, el neofascismo del “a por ellos” en un lado y los señalamientos xenófobos en el otro.

Y mientras tanto no se preocupen, las tertulias nos entretienen con los detalles de la performanceperformance: que si el Reglamento del Parlament permite voto telemático o no, que si Puigdemont puede nombrar un/a “valido” o no, que si Arrimadas presenta proyecto de Gobierno o no...

Entre tanto yo no dejo de acordarme de mis primeras lecciones de física en la facultad, en las que los vectores de fuerza se sumaban y restaban casi mágicamente para sostener bóvedas de catedrales sin usar cemento, se alineaban multiplicándose para levantar un peso diez veces superior al de uno “solo” con una palanca, o explicaban cómo el viento podía llegar a tumbar un puente si se aplica el vector de fuerzas con la frecuencia y longitud de onda adecuada.

Nos decían entonces que hay cuatro posibles configuraciones tipo para sumar vectores de fuerza, y hoy en España parece que esas configuraciones se dan codazos por hegemonizar el futuro político.

El primero es el de fuerzas nulas... si no aplicamos ninguna fuerza al objeto de interés, éste no se moverá. Es probable que se deteriore, desgaste, oxide, envejezca, sea adelantado por otros... pero lo que es seguro es que no se moverá. Esta es la aspiración del más bien resignado arrastrar los pies del gobernante Rajoy, que apuesta por la continuidad, el plasma, el inmovilismo, un no-horizonte. Es cuestión de tiempo que emerja alguna fuerza con vocación tractora. Ya ni el diario de cabecera de la derecha española le ríe las gracias a Rajoy, que se querella contra ABC por hacerle guiños a Arrimadas en portada.

Otra forma de orientar los vectores de fuerza consiste en apuntarlos al centro. No hay que ser Galileo para darse cuenta de que esa formulación oscura y obtusa no consigue progreso alguno, como mucho empequeñecer el objeto sometido a las fuerzas centrípetas. Que se encoja más o menos dependerá de la elasticidad del material en cuestión. Es la lógica del proyecto jacobino, centralista, proyectos estrechos y añorantes de la capacidad uniformizante de la peor España del s.XX.

La tercera de las configuraciones vectoriales es tan estéril como la segunda, la tensión centrífuga. Vectores “tirando” cuya suma da cero, tanto si “los materiales” aguantan y sencillamente cada acción engendra una reacción opuesta, como si fracturan el punto de apoyo. Este es el escenario ensayado por Puigdemont y sus adláteres, que olvidan que si hay una Comunidad Imaginada, un Pueblo, en Cataluña, es porque se ha construido un “otro”, y que ese “otro” -acción/reacción- va a reclamar sus -justos- derechos. Tensión y suma cero.

El último de los horizontes posibles está por explorar. Se trataría de admitir que lo más parecido posible a un vector motor no puede ser sino la suma constructiva, de cuantos más vectores contribuyentes, mejor.

Pues va siendo hora de acabar con las sumas cero, las tensiones estériles y las lógicas centrípetas y centrífugas. Nos merecemos intentar sumar fuerzas en una España Federal. Es tiempo de la España que nunca cuenta en negociaciones de investidura, la que se vacía demográficamente por la competencia desleal de la hipertrofia de recursos del centro capitalino, la que no tiene cupo, la que no cuenta con partidos nacionalistas excluyentes que cambalachean votos en el Congreso, la que sólo aparece en prime time para la crónica de sucesos, la de las capitales AVE pero desconectada entre sí -se tarda el doble de Málaga a Cádiz que a Madrid-, la que no tiene radiales ni ministerios, la que no cuenta con el “efecto sede” para atraer empresas y hacerse con los impuestos del consumo en la periferia, la infrafinanciada, la históricamente subordinada al desarrollo industrial de terceros.

Es tiempo en definitiva de que la Corte gubernamental madrileña y catalana se echen a un lado y dejen paso a formas de Gobierno federales en las que la España periférica tenga por fin el peso autónomo y soberano que se merece en la articulación de un proyecto de país común, moderno e incluyente, un país que se piense más desde el Sur, el Levante, el Oeste y el Norte y menos desde el eje Madrid-Cataluña, un país sin duda mejor. _____________________________________

Sergio Pascual es diputado por Sevilla de Unidos Podemos en el Congreso

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