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Violencia fascista

Miguel Lorente Acosta

La ultraderecha no da puntadas sin hilo porque lo que busca es coser los labios y los párpados de quienes no sigan los dictados que ellos establecen, y no compartan la realidad que ellos deciden.

El último episodio protagonizado por sus representantes en el Ayuntamiento de Madrid es de las escenas de mayor indignidad política que se han visto. Utilizar el minuto de silencio en recuerdo de una víctima de violencia género para negar la realidad de la violencia de género demuestra la ruindad de quienes defienden estas acciones. Y hacerlo en nombre de un teórico bien superior, como es considerar a "otras víctimas", revela la vileza de una estrategia que no busca defender a nadie, sino imponer su ideología, tal y como se demostró al concluir su escenificación, no con el mensaje a favor de ninguna víctima, sino con la idea de que detrás de las referencias a la violencia de género está "la izquierda y el feminismo del 8 de marzo".

La violencia tiene género, tiene raza, tiene nacionalidad, tiene orientación sexual… porque las personas que la ejercen tienen género, tienen raza, tienen nacionalidad, tienen orientación sexual. Y lo hacen para defender esas ideas y los valores que los llevan a actuar. Por eso existen la violencia de género, la violencia racista, la violencia xenófoba, la violencia LGTBIfóbica… Y cuando todas ellas coinciden en una misma persona estamos ante una "violencia fascista", es decir, construida sobre una ideología basada en que la condición de la persona es la que otorga derechos y define los roles y funciones de cada individuo en la sociedad, tomando como referencia la condición considerada superior desde el fascismo (hombre, blanco, nacional, heterosexual…)

Para el fascismo el resto de las personas no sólo son diferentes, sino que además son inferiores. Y la esencia de ese concepto identitario y social está en el machismo, que actúa como el ADN de nuestra cultura desde que, allá por el Neolítico, los hombres decidieron que eran superiores a las únicas personas diferentes a ellos que convivían en sus grupos: las mujeres. Después, conforme los grupos aumentaron y las poblaciones se hicieron más complejas, mantuvieron esa construcción basada en los distintos elementos de su condición para que lo suyo fuera superior, y siempre sobre la referencia y el control de los hombres. Por eso el machismo es cultura, no conducta, porque es lo que lleva a actuar y a dar sentido a la realidad desde una normalidad definida a partir de la posición masculina.

Cuando la ultraderecha niega la violencia de género, lo que hace es afirmar que su modelo jerarquizado de poder, basado en que la condición de determinadas personas define su papel en la sociedad, debe permanecer y perpetuarse. No es casualidad que hablen de "ideología de género" para referirse a la Igualdad y a la Dignidad de hombres y mujeres, puesto que lo que ven en todo ello es una amenaza a su ideología que considera que las mujeres no son iguales a los hombres. Y tampoco resulta casual que se refieran a la transformación social a favor de la Igualdad como "adoctrinamiento", pues para ellos educar sobre la Igualdad, los Derechos Humanos y los valores democráticos es "atacar" al orden que ellos han establecido, mientras que transmitir la desigualdad, el odio y la discriminación que defiende su modelo de sociedad es "educar".

Por lo tanto, no debe sorprendernos lo que haga la ultraderecha dentro de la escenificación provocativa de sus ideas, lo que sí resulta novedoso y sorprendente es el espacio que le ha dado la derecha del PP y Ciudadanos para que esa estrategia tenga eco y recorrido. La diferencia entre la ultraderecha con sus pancartas y los hombres que de vez en cuando aparecen con carteles y pancartas que hablan de "feminazis" y "feminazismo", es que la ultraderecha habla desde el espacio de poder que le da ser parte del gobierno de un ayuntamiento o de una Comunidad Autónoma, como sucede en Madrid y vimos el otro día.

Por de pronto, PP y Ciudadanos ya han aceptado su lenguaje y algunas de sus propuestas, como ratificó el alcalde Almeida al terminar su conversación con el representante de la ultraderecha. ¿Qué será lo próximo? Sabemos que la ultraderecha volverá a provocar, ¿qué hará la derecha?, ¿será su posición de "suma" o de resta?

Necesitamos un Pacto de Estado contra el machismo, no sólo contra la violencia de género que ocasiona y luego niega.

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Miguel Lorente Acosta es médico y profesor en la Universidad de Granada y fue delegado del Gobierno para la violencia de género.

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