Terrorismo

¿Cómo se radicalizan los yihadistas en España?

Agentes de la Policía Nacional, este domingo en las inmediaciones de la Puerta del Sol.

Barcelona ha sido escenario del segundo gran atentado yihadista en territorio español trece años después del 11M en Madrid. El atropello masivo en la Rambla se saldó con trece víctimas mortales –cifra a la que hay que sumar la mujer asesinada en Cambrils– y alrededor de medio centenar de heridos siguen hospitalizados. De los doce terroristas implicados, siete murieron –cinco abatidos por las fuerzas de seguridad en Cambrils y dos en la explosión de Alcanar–, cuatro están bajo custodia policial y otro se encuentra huido.

Con estos últimos detenidos, se eleva a 55 el número de yihadistas arrestados en España en lo que va de año y 727 desde los atentados de 2004, según datos del Ministerio de Interior. ¿Quiénes son estos extremistas religiosos y qué factores influyen en su radicalización? El Real Instituto Elcano ha publicado un análisis de 178 individuos detenidos en territorio español entre 2013 y 2016 y sostiene que el contacto con algún agente de radicalización –ya sea cara a cara u online– y los vínculos previos con otros sujetos radicalizados son dos elementos determinantes en dicho proceso.

¿Cuál es el perfil?

Según este estudio –realizado por los investigadores Fernando Reinares, Carola García-Calvo y Álvaro Vicente–, se trata en su mayoría de varones casados de entre 18 y 38 años, de nacionalidad marroquí o española y que han cursado estudios de educación secundaria. Alrededor de un 50% de los detenidos forman parte de una segunda generación de inmigrantes con origen en países musulmanes, mientras que, en un porcentaje algo menor, son inmigrantes de primera generación de la misma procedencia. Sólo uno de cada diez es converso.

Trabajan habitualmente “en el sector servicios o como obreros no especializados, están desempleados o carecen de ocupación conocida, lo que a menudo significa que combinan actividades yihadistas y pequeña criminalidad”, determina el análisis.

La edad media de inicio de la radicalización es de 25,9 años en los hombres y de 20,7 en las mujeres y su arranque se fecha entre 2011 y 2012, es decir, coincidiendo con el inicio de la guerra en Siria y el establecimiento de un condominio yihadista en el norte de Malí.

¿Qué factores influyen?

En declaraciones a infoLibre, Rafael Calduch, catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid, señala algunas características básicas de jóvenes potencialmente radicalizables: son personas inseguras y fácilmente influenciables, suelen sufrir falta de integración social y proceden normalmente de familias desestructuradas.

El proceso, según Calduch, comienza con la captación, que se realiza en un primer momento a través de un contacto personal directo (miembro de la familia, un amigo, etcétera). Este contacto introduce al sujeto en cuestión en una versión del Corán que desconoce y, a partir de ahí, entran en juego las redes sociales y el adoctrinamiento a través de Internet. Primero se encargan del fanatismo religioso y, ya en último término, se les enseñan tácticas de acción directa para atentar.

Los datos del informe del Real Instituto Elcano apuntan en la misma dirección: más del 40% de los detenidos estuvieron en un entorno de radicalización mixto, es decir, a la vez online y offline, y un 86,9% de los 178 individuos analizados experimentó su proceso en compañía de otros.

Calduch señala que los jóvenes son educados en casa en unos valores, unas costumbres y un corpus cultural que no les sirven para socializar con el resto del entorno, lo que les genera la frustración e inseguridad señalada antes. Una visión extremista del Corán basada en la polarización entre lo bueno y lo malo les sirve para agarrarse a valores absolutos, obteniendo seguridad.

Como se ha apuntado, la influencia de un agente de radicalización resulta fundamental en la metamorfosis de los extremistas. En más de la mitad de los casos, estos agentes son activistas con carisma y suele tratarse de individuos implicados con anterioridad en actividades yihadistas: combatientes terroristas extranjeros en zonas de conflicto, exmilitantes que estuvieron en prisión o sujetos a quienes las personas que adoctrinan les atribuían un cierto grado de distinción o superioridad, numeran en el análisis.

Amigos, figuras religiosas y familiares también pueden encajar dentro de la definición de agente radicalizador. De hecho, las investigaciones sobre los atentados en Cataluña apuntan a que Abdelbaki Es Satty, imán de una de las mezquitas de Ripoll, es el líder que reclutó y adoctrinó a la célula terrorista que perpetró los ataques en Barcelona y Cambrils.

En siete de cada diez casos, existía algún tipo de vínculo social previo con otros individuos implicados en actividades yihadistas. Estos vínculos se basan en lazos de vecindad, amistad y parentesco. En el análisis destacan que “entre los detenidos que tenían vínculos sociales de tipo familiar con otro detenido o con un combatiente terrorista extranjero, dichos lazos de parentesco correspondían a hermanos”. Entre los doce yihadistas implicados en el doble atentado de Cataluña había cuatro parejas de hermanos: Said y Mohamed Aalla, Omar y Mohamed Hychami, Moussa y Driss Oukabir, El Houssaine y Younes Abouyaaqoub.

La importancia de detectar y neutralizar a los agentes de radicalización

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Estos dos factores –contacto con algún agente y vínculos previos– permiten entender por qué en España y otros países de Europa Occidental la radicalización yihadista no ha ocurrido de manera proporcional respecto a la distribución de la población musulmana en los territorios. En el caso de España, estos focos corresponden a la provincia de Barcelona, Ceuta, el área metropolitana de Madrid y Melilla, cuatro demarcaciones en las que reside poco más de la tercera parte de todos los musulmanes de España.

En el estudio de Reinares, García-Calvo y Vicente se destaca también que la importancia de los vínculos sociales previos “subraya la relevancia de las redes locales, constituidas en base a lazos interpersonales, que facilitan la radicalización y el reclutamiento yihadista”. Es decir, el viraje ideológico que conduce a una implicación terrorista está ligado a las interacciones sociales mediante las cuales los individuos aprenden y hacen suyas ideas que justifican el terrorismo.

Teniendo en cuenta los dos factores, los autores de la investigación señalan la importancia de detectar y neutralizar a los agentes de radicalización y la necesidad de enfocar los esfuerzos en las zonas donde tienden a concentrarse los procesos de radicalización.

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