Cataluña

Borrell y De Carreras: "Los puentes rotos" entre Cataluña y España "pueden rehacerse con voluntad"

Portada de 'Escucha, Cataluña. Escucha, España'.

Escucha, Cataluña. Escucha, España (Ediciones Península, 2017) nace con vocación de generar un diálogo de reconciliación ante el proceso soberanista desarrollado por las fuerzas independentistas catalanas y que tiene fijado como meta más próxima el referéndum del 1 de octubre. El libro, que verá la luz este jueves, está firmado a ocho manos, todas de origen catalán: Josep Borrell, Francesc de Carreras, Juan-José López Burniol y Josep Piqué. Todos ellos defienden posiciones muy críticas con el independentismo y apuestan por abrir nuevos cauces a la voluntad de diálogo, frente a lo que consideran como el "crispado debate territorial" que impera en la actualidad.   

infoLibre habla con dos de los autores y repasa con ellos el pasado y presente del nacionalismo catalán, su relación con las fuerzas españolas y el escenario fraguado en un contexto que deja múltiples incógnitas por resolver. Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional y fundador de Ciudadanos, y el socialista Josep Borrell, ministro de Obras Públicas y secretario de Estado de Hacienda bajo los gobiernos de Felipe González, ponen voz a este diálogo sobre la recién gestada obra.

"Contrarrestar la propaganda independentista"

El próximo 1 de octubre supone un punto de inflexión para plantear y resolver algunas de las principales cuestiones en el aire respecto a la hoja de ruta del independentismo catalán y a la respuesta de las formaciones y autoridades españolas. Precisamente sobre esta última cuestión coinciden los dos autores entrevistados. De Carreras apuesta por "evitar la frustración sentimental" de quienes participen en el referéndum, algo que incumbe a dos tipos de nacionalistas: los que funcionan bajo motivaciones estrictamente emocionales, que son "irrecuperables", y aquellos que siguen planteamientos más racionales y pragmáticos. "Los que desde que tienen uso de razón han tenido la ilusión máxima de que Cataluña sea independiente seguirán teniendo esa ilusión", explica De Carreras. Sin embargo, agrega, "otros se dejaron convencer por el argumento de que España nos roba, y a estas personas que son más racionales se les puede decir, y se les habría tenido que decir en los últimos seis años, que no es cierto, que una Cataluña independiente es perjudicial y no lleva a nada bueno".

En este diagnóstico coincide Borrell, quien toma el de Oriol Junqueras como ejemplo de "nacionalista emocional". "Hay quien es independentista porque lo lleva en la sangre, por así decirlo, como el propio Junqueras, que es el prototipo que desde pequeñito, apenas tuvo uso de razón, y ya era independentista". Por el contrario, "para algunos el problema es que España es un Estado fallido, hay gente a la que han explicado que tenía que sentirse agredida".

Todo esto, continúa De Carreras, "se tiene que explicar con pedagogía y con calma", algo que "debería haberse hecho por parte del Gobierno central y partidos políticos" que son los actores que a su juicio "podrían convencer a parte de los independentistas racionales o económicos". ¿Por qué no se ha hecho, entonces, este ejercicio de pedagogía? Según De Carreras, los partidos catalanes han sufrido "siempre un gran acomplejamiento delante del nacionalismo". El autor señala en concreto al PSC, "un partido siempre acomplejado frente a CiU" y que además "siempre ha preferido estar más cerca de los nacionalistas que del PP". 

Borrell confiesa que su compañero "tiene parte de razón", aunque matiza que la responsabilidad "no sólo" recae en los socialistas catalanes: "Es muy fácil desde Ciudadanos atizarle al PSC". Y aunque "es verdad que Ciudadanos ha plantado cara, ni los unos ni los otros han sido capaces de contrarrestar la propaganda independentista, tampoco Ciudadanos ha hecho una campaña efectiva para desmontar sus tesis". En conclusión, prosigue Borrell, "no ha habido capacidad intelectual ni voluntad política de enfrentarse abiertamente al independentismo para decir que miente".

Ante este escenario, De Carreras lo tiene claro: la respuesta debería venir de la unión entre el PSC, el PP y Ciudadanos. "Frente a unas fuerzas independentistas que están unidas –pese a la diferencia bestial entre la CUP y Convergència, muchas más que entre el PSC y el PP–" la solución pasaría por que "los otros se unan para la finalidad contraria y dar el discurso de que la independencia es algo intrínsecamente malo para los catalanes y el resto de los españoles".

El cambio de discurso: de Jordi Pujol a Gabriel Rufián

En un ejercicio de retrospectiva, los autores sitúan las principales claves del discurso nacionalista en la etapa liderada por Jordi Pujol. "El catalanismo político, impuesto como ideología transversal obligatoria durante los años del pujolismo, es el causante de las tensiones actuales porque consiguió dividir a la sociedad en dos bandos, desaprovechando el espíritu de concordia que propició la transición política en toda España", señala De Carreras. Una división que también es detectada por Borrell, quien entiende que el conflicto no se libra entre Cataluña y España, sino entre los propios catalanes.

"Los logros de la transición en lo que concierte al caso de Cataluña fueron su creación como comunidad autónoma, la lengua catalana fue declarada oficial, y la cultura catalana pasó a ser competencia exclusiva de la Generalitat. Estas son las tres reivindicaciones del catalanismo político clásico", explica De Carreras. Entretanto, las fuerzas nacionalistas "podían quedarse ahí y estar satisfechas", pero para poder "mantenerse como nacionalistas, tenían que decir que aquello fue un paso para algo más importante que acabó siendo la petición de independencia".

En el desarrollo de la estrategia política abanderada por Jordi Pujol para ganar adeptos, continúa, el dirigente político "tenía la idea de que había catalanes de verdad y los sobrevenidos que había que convertir al catalanismo". En ese contexto, "Pujol, que es mucho más inteligente que todos los de ahora juntos, se preocupaba mucho por la inmigración, porque pensaba que aquello desnaturalizaba la Cataluña tradicional y había que integrarlos". Por tanto, "sus esfuerzos tenían como objetivo que los inmigrantes hablasen catalán, se sintieran catalanes y creyeran que Cataluña es una nación".

De Carreras recuerda las palabras de Pujol durante un mitin en 2003, cuando se refiere a la por entonces oponente socialista Manuela de Madre –andaluza llegada a Cataluña en su infancia– para decir: "Ella lleva aquí cincuenta años; yo, quinientos". En ese acto, analiza el autor, Pujol estaba diciendo que "hay dos condiciones de catalanes: los que acaban de llegar y nosotros, de familias catalanas con ocho apellidos, que somos los que tenemos que mandar".

Respecto a esta cuestión y en el plano actual, los autores del libro coinciden en señalar el papel del diputado de ERC Gabriel Rufián. "Ahora ponen a Rufián hablando castellano porque ellos dicen que no son nacionalistas en el sentido pujoliano tradicional, sino independentistas porque quieren una independencia en la que Cataluña sea más igualitaria". Se trata de "un discurso de ERC que viene de Carod Rovira", matiza De Carreras. Borrell señala también a Gabriel Rufián para explicar que su objetivo es "atraer" a los inmigrantes "a su órbita" y para ello, agrega, "Rufián es un perfecto mercenario, es el señuelo para que los charnegos sean también independentistas".

Los nuevos actores del debate

No sólo adjudican a Rufián un papel protagonista en el proceso soberanista. La CUP, Catalunya en Comú o el debate sobre el concepto de nación fraguado en el seno del PSOE son algunos de los elementos clave que surgen en el relato. También los autores del libro se detienen a analizar el protagonismo de estos actores y su importancia en el escenario actual. En el caso de la CUP, De Carreras sostiene que "son grupos que existen desde finales de los años ochenta, antisistemas, anticapitalistas, que básicamente han estado en zonas fuera del ámbito de Barcelona, en zonas rurales, pueblos agrícolo-industriales, y se presentaban sólo a elecciones municipales". La eclosión de la CUP surge cuando da el salto de presentarse al Parlament de Cataluña y pasa de tres escaños en 2012 a diez en 2015, convirtiéndose en parte fundamental de la estrategia soberanista. "Se presentan y sale una cantidad de votos importante", señala De Carreras, quien argumenta que la candidatura "absorbe votos de ERC, del Partido Comunista, o de movimientos de izquierda". La principal novedad que aporta la formación liderada ahora por Anna Gabriel es que, frente a las fuerzas tradicionales, se trata de un partido "efectivamente independentista, pero antisistema, anticapitalista y asambleario".

Borrell, dispuesto a ocupar un puesto simbólico en las candidaturas del PSC

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El año 2015 es también clave para un nombre que empieza a ganar terreno en la política catalana. Ada Colau gana el Ayuntamiento de Barcelona en las elecciones municipales de ese mismo año, al frente del partido Barcelona en Comú. Su indefinición ante el proceso independentista y el referéndum del 1 de octubre, no obstante, ha suscitado diversas críticas: tanto la alcaldesa de la Ciudad Condal como la formación Catalunya en Comú han llamado a no participar en una votación que carece de las mínimas "garantías" democráticas. De Carreras critica que Ada Colau "desde el punto de vista identitario, no se sabe muy bien a qué apuesta". 

Tampoco el PSOE se queda al margen del debate sobre el proceso soberanista. "La cuestión de si Cataluña es o no una nación ha sido apasionadamente debatida en las elecciones primarias del PSOE. Y la aceptación del carácter plurinacional del Estado le valió al candidato Pedro Sánchez duras críticas por parte de la candidata Susana Díaz, para quien nación sólo hay una, la española, y dentro de ella no caben otras", escribe Borrell en las páginas del libro. "La familia socialista está dividida al respecto. En unas ocasiones por sinceras convicciones, porque también hay en el PSOE muchos nacionalistas españoles; en otras, por el temor a las consecuencias de ese reconocimiento, que no sería sino abrir la puerta a la desintegración política del Estado", argumenta.

Precisamente sobre dicha cuestión se expresó Pedro Sánchez este martes, al asegurar que su concepción de "nación de naciones" está formada, "al menos", por España, Cataluña, País Vasco y Galicia. Respecto a las palabras de Sánchez, señala Borrell, "está claro que desde la República se tramitaron estatutos de autonomía" que apuntaron a las tres nacionalidades históricas, "marcadas por la lengua como hecho diferencial". "Muchas raíces identitarias se construían en torno a la lengua propia y estos tres territorios han tenido históricamente una identidad político, cultural y lingüística más marcada". En todo caso, considera el autor, "el problema no es satisfacer a los extremos, el problema es buscar un lenguaje que satisfaga a una mayoría".

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