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14F | Elecciones en Cataluña

Vox devora a Ciudadanos y al PP y desafía el liderazgo de Casado en la derecha española

Ignacio Garriga acompañado por el presidente del partido, Santiago Abascal, durante su comparecencia de este domingo.

Fernando Varela

El fenómeno Vox sigue adelante. Las candidaturas ultras irrumpieron este domingo en el Parlament convirtiendo a la formación de Santiago Abascal en la cuarta fuerza política de Cataluña con 11 escaños y el respaldo del 7,69% de los ciudadanos que fueron a votar. Una cosecha apabullante para un partido que hace apenas dos años no tenía representación en ninguna parte y que se ha construido recogiendo una buena parte del hundimiento electoral de Ciudadanos e incluso del retroceso del Partido Popular.

Su éxito, sin embargo, no se ha traducido en un avance de las posiciones de la derecha antiindependentista. Más bien todo lo contrario. Ciudadanos y PP sumaban en la legislatura anterior 40 escaños (36 Cs y 4 el PP) y ahora la suma de los de Abascal, Inés Arrimadas y Pablo Casado se queda en 20: 11 para los ultras, seis para los naranjas y tres para los conservadores.

Desde que el Tribunal Constitucional anuló parcialmente el Estatut que habían aprobado el Parlament, el Congreso y los catalanes en referéndum, y en un clima de creciente polarización política en Cataluña, el bloque de la derecha contraria a la celebración de un referéndum sobre la independencia de Cataluña había ido aumentando posiciones. 21 escaños en 2010 (18 del PP y 3 de Cs), 28 en 2012 (19 del PP y 9 de Cs), 36 en 2015, el año del sorpasso de los naranjas al PP (11 del PP y 25 de Cs) y 40 en 2017 (4 del PP y 36 de Cs). Pero esa tendencia ha terminado.

La apuesta política contraria a cualquier clase de diálogo con el independentismo se ha visto castigada: el de este domingo es su peor resultado en las siete elecciones celebradas en los últimos 15 años: (en 2006 fueron 17 escaños, 14 del PP y 3 de Cs).

La catástrofe de Ciudadanos supera el peor de los escenarios para el partido de Arrimadas. Seis diputados (30 menos) y el 5,57% de los votos (19,78 puntos menos) es su segundo peor resultado, sólo por encima de los tres escaños con los que entraron por primera vez en el Parlament en 2010. Y dejan en una posición muy delicada a la sucesora de Albert Rivera y a su estrategia de buscar pactos con el PSOE de Pedro Sánchez a partir de los cuales construir un espacio de moderación distinto del PP en el conjunto de España. Ciudadanos, que ya sufrió un gravísimo retroceso en las generales de 2019, que costaron a Rivera la Presidencia del partido, deja de ser un actor político relevante en Cataluña.

El PP de Pablo Casado también sale mal parado. Los conservadores no sólo no mejoran en escaños sino que pierden uno de los tres diputados que tenían en la anterior legislatura. Un resultado (3,85%, casi cuatro décimas menos que en 2017) que les sitúa, otra vez, en el peor resultado de su historia. Nunca antes, ni siquiera en los tiempos de Manuel Fraga, el PP había tenido una representación tan exigua en el Parlament de Cataluña. Para colmo, ese retroceso coincide con el éxito de Vox, que duplica sobradamente en votos a los de Casado y casi cuadriplica sus escaños. 

Este resultado es el que más anhelaba Abascal. Por primera vez los ultras consuman el sorpasso al PPsorpasso y presentan sus credenciales para disputar a Casado el liderazgo de la derecha en toda España. Una pelea abierta desde que ambas formaciones se enfrentaron por la moción de censura que Vox planteó contra Pedro Sánchez y cuyo primer asalto ha acabado este domingo con una victoria incontestable de la extrema derecha.

La campaña llena de bandazos protagonizada por Casado, que en la recta final trató de distanciarse de la herencia de Mariano Rajoy, ha terminado por pasarle un abultada factura y abre a partir de ahora un gran interrogante dentro del PP. 

Las dificultades para trabar un discurso claro que marcase distancias con la corrupción en general y con el extesorero Luis Bárcenas en particular, y la interpretación que la mayoría de los medios hicieron de que Casado criticaba la política de Rajoy sobre Cataluña e incluso la actuación de las fuerzas de seguridad durante el 1 de octubre, han destrozado sus expectativas de obtener al menos una ligera mejora en votos y escaños.

Diálogo frente a intransigencia

Para colmo, los votantes no independentistas han acabado premiando en las urnas la moderación del PSC y sobre todo su apuesta por el diálogo frente al maximalismo y la intransigencia del PP y de Ciudadanos.

En una primera reacción, el candidato del PP, Alejandro Fernández, que compareció sin ser arropado por ningún miembro de la dirección de Casado, admitió que sus resultados han sido “muy malos”. No lograron mejorar y tampoco conseguir un grupo parlamentario. Pero no achacó lo ocurrido a errores propios sino a la baja participación —según él se quedaron en casa los votantes constitucionalistas moderados, “liberales” y “europeístas”—, a “algunos ruidos que nos han venido de otros lugares” y a “momentos de la campaña que han sido un terremoto” para las expectativas del PP.

La dirección de Casado rechazó a última hora del domingo la más mínima autocrítica. Su secretario general, Teodoro García Egea, compareció desde la sede del partido para culpar del resultado a Pedro Sánchez, por preferir “polarizar la sociedad”, y a lo que llamó “juego sucio”, en referencia a las acusaciones de Bárcenas, de las que responsabiliza a la Fiscalía y a través de ella al Gobierno de España. “Estábamos en 10 escaños hace dos semanas” y esa cifra “se desplomó al publicarse” la nueva declaración del que fuera tesorero del PP, aseguró.

García Egea trató de minimizar que Vox por primera vez les ha duplicado en votos y casi cuadriplicado en escaños en unas elecciones diciendo que eso, “décima arriba décima abajo”, “no es noticia” porque el PP sigue siendo “la única alternativa a Sánchez”. Las elecciones catalanas, subrayó, nunca han sido “extrapolables” al conjunto de España, se jactó.

Por esa razón, Pablo Casado no va a modificar el rumbo trazado, anunció. “Vamos a seguir trabajando en el proyecto en el que creemos” porque “España necesita el proyecto del PP de Casado. El del PP de hoy”, subrayó tratando de marcar distancias con los casos de corrupción que afectan al partido y están siendo todavía investigados. “Esta es la última factura que vamos a pagar de ese pasado. Se acabó”, proclamó enfáticamente.

La batalla entre el PP y Vox entra en una nueva fase. Su líder, Santiago Abascal, puso en valor desde Barcelona que su partido es ya la principal fuerza de oposición al “separatismo” a la “izquierda” en toda España y prometió ganarse la confianza de los votantes del PP. “Tenemos una gigantesca responsabilidad en España: construir la alternativa para recuperar el orden constitucional” que “nos obliga a tender la mano a ocho millones” de electores del Partido Popular.

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“Vox adquiere un deber inmenso. Somos la última esperanza para recuperar una Cataluña hispánica” pero también para hacer frente al Gobierno de Sánchez. “España vive un crisis de dimensiones colosales. De unidad nacional, que afecta al orden constitucional, de libertades, crisis económica y de salud pública”. Vox es hoy, remarcó, “la primera fuerza política nacional en Cataluña”.

Junto a Abascal compareció Ignacio Garriga, el candidato de Vox. Se autoproclamó “líder de la oposición al separatismo y a la izquierda” y anunció: “Nos han dicho durante semanas ‘No pasaréis’, Y yo les digo: hemos pasado y seguiremos pasando hasta desalojarlos de todas las instituciones en Cataluña”.

Carlos Carrizosa e Inés Arrimadas sí admitieron en nombre de Ciudadanos que no fueron capaces de movilizar los que llamaron “el voto constitucionalista moderado”. “No hemos sido capaces de representarles”, admitió la líder naranja confesando su “tristeza” por un resultado electoral que “refuerza el separatismo”. ¿Y el futuro? Carrizosa dio una pista al decir que Cs mantendrá la estrategia del último años: “centralidad y capacidad de pacto”.

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