313 votos

El pasado 28 de mayo, una amplísima mayoría de 313 diputados y diputadas del Congreso votó a favor de una Proposición No de Ley de reconocimiento al movimiento vecinal, una iniciativa que tan solo contó con el rechazo de los ultraderechistas de Vox, un posicionamiento coherente por parte de aquellos que necesitan de la ruptura de la convivencia y de la miseria en todas sus formas para construir su proyecto político, basado en discursos de odio. Es decir, la antítesis del movimiento vecinal.

Este reconocimiento, junto al acto que el Gobierno de España organizó una semana antes en Bilbao para homenajear al movimiento vecinal y a varios de sus protagonistas en el marco de la celebración de los “50 Años en Libertad”, viene a subsanar por primera vez la que es, sin duda, la gran deuda pendiente de nuestra democracia con un movimiento social que fue clave en la caída de la dictadura. Pues, como bien ha expresado Nicolás Sartorius durante las celebraciones del cincuenta aniversario de la muerte del dictador, "Franco murió en la cama, pero la dictadura cayó en la calle", y en esa caída —en las calles, en las chabolas o en las barracas— fue el movimiento vecinal, compuesto en su gran mayoría por mujeres, quien —como el movimiento sindical en las fábricas o el estudiantil en las universidades—, parafraseando a Lluís Llach, "estiró fort per aquí i per allà" para hacer que la dictadura cayera.

En el análisis histórico del movimiento tampoco podemos dejar de reconocer que, en buena medida, esta falta de reconocimiento institucional durante el periodo constituyente —no así el posterior— tiene mucho que ver con uno de los momentos más cruciales para su supervivencia: la constitución de los primeros ayuntamientos democráticos, allá por 1979. Entonces, algunos de sus mejores líderes legítimamente pasaron a la política institucional, entendiendo que, teniendo concejales, ya no era necesario mantener vivo el movimiento. Pero muchos otros decidieron seguir, porque supieron que los barrios iban a seguir necesitando levantarse más allá del trabajo institucional, incluso en ocasiones contra algunos viejos compañeros y compañeras. Y continuaron —y continúan— escribiendo páginas cruciales sin las que no se puede entender la mejora de las condiciones de vida en nuestras ciudades y pueblos.

En Madrid, si Prisci, nuestro histórico presidente; Víctor Renes, un gran sociólogo y experto en evaluación de políticas públicas, que continúa megáfono en mano en el barrio de San Fermín; o Nico, del Tercio de Carabanchel, no hubieran conseguido a fuerza de negociación los Planes de Barrio o el Servicio de Dinamización Vecinal con Gallardón, la convivencia en muchos de nuestros barrios no habría sido posible.

Para la construcción de un futuro alternativo al fatalismo, necesitamos herramientas, y que esta reparación histórica que hemos iniciado al hilo del “espíritu del 47” se transforme en un reconocimiento explícito a la legitimidad institucional del movimiento vecinal

Sin la inteligencia política y la capacidad de análisis inagotable de Vicente Pérez Quintana, el nervio negociador de María Roces, la chalanería castiza aplicada al bien común de Manolo Osuna —nuestro “alcalde de Lavapiés”— o la tenacidad de Mari Prado de la Mata, no habría sido posible la rehabilitación de Lavapiés, uno de los barrios más antiguos del centro de Madrid, o de San Cristóbal, el más pobre de la periferia. Y así podríamos citar durante días ejemplos que han servido y sirven para mejorar y dignificar barrios y pueblos de la región madrileña y de todo el país.

Con sus efemérides y reconocimientos, el movimiento vecinal vive hoy un “espíritu del 47”, tal y como nos recordaba Kois en su artículo El espíritu del 47 o la necesidad de narrarnos victorias, en este mismo blog, al hilo de la excepcional película de Marcel Barrena. Y, como concluye, es necesario narrarnos estas victorias para obtener la materia prima con la que imaginar futuros alternativos al fatalismo.

Pero, para la construcción de ese futuro alternativo al fatalismo, necesitamos herramientas, y que esta reparación histórica que hemos iniciado al hilo del “espíritu del 47” se transforme en un reconocimiento explícito a la legitimidad institucional del movimiento vecinal, y que este ocupe los asientos que le corresponden en la edificación del futuro del país.

Un futuro para un país que supere la crisis de vivienda actual, que preserve la identidad de sus barrios y pueblos ante la amenaza de la turistificación, que recupere el barrio y el pueblo como centro de la vida, el espacio público (el salón del pueblo), la vida comunitaria para acabar con el aislamiento social, la soledad no deseada y la crisis de salud mental; que aborde una transición ecológica justa y una transformación digital universal, y que no se abrace al fatalismo del proyecto del odio.

Por todo ello, para que no tengamos que luchar otros cincuenta años por que se subsanen deudas actuales y que nadie tenga que volver a arrancar ninguna estaca, es el momento de aplicar el antídoto de la participación ciudadana y de la democracia, es el momento del pleno reconocimiento a los derechos de participación del movimiento vecinal.

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Jorge Nacarino es presidente de la FRAVM.

Sobre este blog

El barrio es nuestro es un blog colectivo alimentado por la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid (FRAVM). El nombre alude al viejo grito de guerra del movimiento vecinal que sirve para reivindicar el protagonismo de la vecindad en los asuntos que la afectan, a menudo frente a aquellos que solo ven en el territorio un lugar de negocio y amenazan su expulsión.

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13 de junio de 2025 - 06:00 h
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