Hoy Putin va a decir algo. Y cada vez que anuncia que va a decir algo, el mundo se echa a temblar. En esta ocasión parece que su anuncio es más que previsible: tras haber hecho la farsa de montar un referéndum para, en teoría, preguntar democráticamente a los ucranianos que viven en el Donbás qué quieren, si ser rusos o seguir siendo ucranianos, hoy anunciará que el resultado ha sido mayoritariamente que sí, que están todos entusiasmados con formar parte de la gran Rusia. Obviará que antes de montar ese paripé los ha bombardeado durante meses, ha acabado con los disidentes, ha dejado cadáveres en fosas desperdigadas por los campos de esas tierras que, ahora, él pretende hacer creer a todos que, feliz y libremente, han votado que están deseando anexionarse a Rusia. Obviará que nadie ha velado por la legalidad de esa votación, obviará también que sus soldados han ido puerta por puerta, con la urna en la mano, “preguntando” a los que todavía resisten en esas zonas si quieren votar. Lo obviará todo para que la realidad se parezca lo más posible a sus planes. Incluso se pasará por ahí mismo su propia legalidad porque, si finalmente proclama la anexión de esos territorios, lo hará antes de que lo apruebe la Duma.

Sigue obstinado con reclutar a hombres para un frente que está siendo un infierno para el ejército ruso

Qué pasará a partir de ese momento, nadie lo sabe. Sigue obstinado con reclutar a hombres para un frente que está siendo un infierno para el ejército ruso. Sigue empeñado en demostrar al mundo que sólo él decidirá el calendario y el modo en el que todo esto acabará. Y mientras, sigue jugando con la baza nuclear, coqueteando con la posibilidad de que este conflicto termine de la peor forma posible.

Llevamos así 7 meses, con la ansiedad subiendo y bajando cada vez que Putin toma una decisión. Unas veces de forma pública y otras, muchas otras, sin querer enseñar sus cartas. Europa sabe que los sabotajes en los gasoductos del Báltico no son casualidad; un aviso (de ¿Rusia?) para demostrar que él y sólo él, tiene el control de cuánto frío vamos a pasar este invierno y cuánto nos va a costar calentarnos.

Sólo la división dentro de sus fronteras, ésas que él hoy va a pretender ensanchar anexionándose parte del Donbás, podría provocar un cambio de rumbo en esta locura a la que nos ha arrastrado en los últimos meses. Pero no es fácil ser disidente en Rusia. No lo es. Así que muchos han optado por huir. Hoy, Putin también podría decretar el cierre definitivo de fronteras para intentar cortar la hemorragia de ese éxodo de hombres intentando salir del país. La imagen no casa con el discurso de Putin, ése que salpica de patriotismo y defensa de una Rusia grande que pretende reconstruir. No casa con la fila de vehículos intentando cruzar los pasos fronterizos de Georgia.

Mientras tanto, se acerca el invierno y todos sabemos ya que hará frío y que calentarnos nos va a salir más caro. Nosotros pagaremos las facturas más caras, intentaremos ajustar el presupuesto a una escalada de precios que sigue siendo inasumible para muchas familias. Pero mientras, en Ucrania, seguirán intentando sortear todo esto y, además, seguir vivos. Son 7 meses de guerra. Piensen en todo lo que han hecho desde finales de febrero. A dónde han ido, con quién han estado... En Ucrania llevan todo este tiempo esperando a que las bombas dejen de sonar.

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