Europa empieza a preocuparse

El 2024 se puede poner más que interesante si Trump consigue ganar las elecciones en noviembre de este año. La nominación la tiene ya prácticamente asegurada. No ha tenido apenas rival en las primarias de su partido. Uno a uno, los candidatos han ido retirándose ante el tsunami de Trump. La única que resiste casi, casi por una especie de dignidad política, es Nicki Haley. Pero sabe, es muy consciente de que, si en las primarias del 24 de febrero no consigue un milagro, su carrera presidencial está firmando sus últimos capítulos.

El discurso de Trump sigue siendo el mismo y, si me apuran, incluso mucho más errático, con lapsus incluidos (en su afán por atacar a su contrincante, confundió a Haley con Pelosi), mucho más polarizado, mucho más surrealista (no se pierdan cuando describe el escudo de Israel, con soniditos guturales incluidos). Pero todo esto da igual. Trump arrasa entre los republicanos. Y conforme peor le va en los tribunales, conforme peor es su situación legal, mejor le va en las encuestas. Al menos en las de las primarias, porque otra cosa es lo que pase en su batalla contra Biden. Ahí hay encuestas que apuntan que las cosas le pueden ir mejor al actual presidente con Trump como contrincante político que con Nicki Haley. Trump y sus abruptos movilizan también al electorado demócrata que tiene miedo a un segundo mandato de Trump. Biden puede beneficiarse con una mayor participación entre sus filas, y eso que no cuenta ahora mismo con los mejores datos de aceptación. Su tibieza en conflictos como el de Gaza o las políticas migratorias le están pasando factura.

En Europa están empezando a ponerse nerviosos ante la posibilidad de que Trump vuelva a la Casa Blanca. Saben que habrá decisiones políticas y económicas que impactarán directamente en el continente. El líder de los populares en Europa, Manfred Weber, ha planteado la necesidad de que los 27 se preparen para una hipotética guerra contra Rusia sin la ayuda de Estados Unidos. Ha pedido incluso que los países miembros empiecen a reforzar su propio arsenal nuclear. Trump ya ha dado pistas de que, en caso de ganar las elecciones, retirará su apoyo a Ucrania, y eso le debilitará en el frente. Trump nunca ha ocultado su “amistad” con Putin. Ni tampoco con otros autócratas. Con Trump no habrá advertencias a Israel por su genocidio en Gaza, al contrario. Habrá apoyo incondicional, sin peros ni comas.

No sólo en lo político hay preocupación en Europa. También en el plano económico. Christine Lagarde advertía también hace unos días que la victoria de Trump supondría un peligro para Europa. Los mercados, ya saben, no conviven muy bien con la inestabilidad política ni jurídica.

Lo que pase en los próximos meses en Estados Unidos puede suponer un tsunami político que acabará afectando a todo el tablero geopolítico y económico de Europa

Hace unos días, el analista económico Martin Wolf describía las lecciones que deberíamos haber aprendido del Brexit y del triunfo de discursos populistas, basados mucho en las tripas y poco en la lógica. Las instituciones, decía Wolf, se acaban dañando, también el debate y la política. No se trata de hacer políticas para mejorar la vida de la gente sino para imponer ideas, para polarizar, para dividir. En Reino Unido falta de todo: personal médico, personal de servicios, productos que escasean en los supermercados. La vida de la gente no ha ido a mejor tras el Brexit, al contrario.

Pero de esto no se habla o se habla poco. Ahora mismo hay discursos que calan mejor entre la opinión pública: el de la identidad, el de la pertenencia, el de los derechos adquiridos más por tradición e historia que por consenso.

Lo que pase en los próximos meses en Estados Unidos puede suponer un tsunami político que acabará afectando a todo el tablero geopolítico y económico de Europa.

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