Aquí me cierro otra puerta

Comunista, Yolanda Díaz es comunista

Quique Peinado

Hay algo siniestro en la actitud de Isabel Díaz Ayuso de hablar de las nuevas caras del comunismo en la actualidad. Según ella, tal y como escribió en el Abc, el comunismo ha tomado otras formas y ahí entran el Black Lives Matter, Hugo Chávez, un viejo fantasma que recorre Latinoamérica y Pedro Sánchez. Todo junto, que lo dice Ayuso. Se trata, en 2020, de agitar un cuento de otro tiempo para la nueva batalla de la derecha: toda vez que la pragmática y la económica la tienen perdida, todo su afán se centra en dar batallas culturales. Y como 90 años atrás, la derecha española se centra en agitar el Terror Rojo como antídoto de todo. Porque, sí, el fascismo de hoy también está afinando sus técnicas, toda vez que las formas del pasado ya no le valen. Y ahí está Díaz Ayuso, a la cabeza.

Comprándole a la presidenta de la CAM su razonamiento, y asumiendo que Pedro Sánchez encabeza, más por omisión que por acción, la nueva ofensiva comunista, cuesta entender que desde la ultraderecha ayusiana no se cargue contra una ministra de Trabajo que, oh sorpresa, es la única persona del Gobierno cuya única militancia es la del Partido Comunista de España. El de la bandera roja, la hoz, el martillo y toda la pesca. Yolanda Díaz ni siquiera milita ya en Izquierda Unida y nunca lo hizo en Podemos. Es, si nos adscribimos a los carnés que lleva en el monedero, la ortodoxia comunista representada en el Gobierno. Pero del otro lado ni se la nombra. Sería tanto como decir que, una y otra vez, los empresarios pactan con el Terror Rojo reforma tras reforma, y una cosa es el temor al marxismo y otra, decir algo malo de la CEOE. No da la derecha puntadas tan finas. En la ofensiva del comunismo mundial cuyas voces escucha Ayuso en su cabeza, desde las protestas en Chile a LeBron James, no aparece una ministra de Trabajo que es la mayor defensora de la clase trabajadora que haya morado en un Gobierno de la Nación, posiblemente, en toda nuestra historia postfranquista.

La realidad de las cosas es que si para Ayuso la ofensiva de un terror marxista fuera real, y no una táctica política calcada de los manuales trumpianos, Yolanda Díaz debería ser su mayor enemiga. Nadie está más cerca de meternos la hoz y el martillo en el salón de casa que ella, una de las ministras más populares de este Gobierno y quizá la que mejor ha gestionado la que tiene encima. Una persona que habla bajito pero con contundencia, que colecciona repasos a diestro y siniestro en las Cámaras Baja y Alta cuando el PP le lanza algún perro de presa torpe y tierno que se suele ir a casa escaldado y enterrado en datos, razones y, sí, ortodoxia comunista. Que demuestra que el centro no es una ideología, sino una actitud: la de alguien que quiere que las cosas salgan adelante y que sabe cómo hacerlo, pero que sabe que en el suelo de la vida hay una raya pintada y ella tiene claro de qué lado está. Del contrario al que esté Díaz Ayuso.

Toda vez que esperamos el inside job a la presidenta madrileña (uno no puede hacer política contra otros territorios, porque en esos territorios vive gente, que vota al PP y hay señores –barones– del PP a quienes tiene que votar esa gente y que tienen muy difícil defender a una señora que sistemáticamente dice que todos los que no son madrileños son infraseres), veremos hasta dónde llega Yolanda Díaz. Ya se oye en esa izquierda permanentemente insatisfecha y recelosa de Pablo Iglesias decir que tiene que ser la próxima candidata a presidenta del Gobierno. Hace dos años decían lo propio con Irene Montero, pero esa moda ya pasó. Lo que cabría decirle a todo el mundo, ayusistas trumpianos que batallan contra el comunismo e izquierdistas cuquis que siempre buscan el perfil más amable de los suyos, es que Yolanda Díaz es comunista. Que es lo mejor que le ha pasado a este espectro ideológico en mucho tiempo, sí, pero que es comunista. Ojalá Yolanda Díaz llegue lo más alto que pueda, incluso, por qué no, a candidata a presidenta del Gobierno. Yo, sin ser comunista, la votaré. Sin contradicción ninguna, al contrario. Pero que asuma este anticomunismo inventado que no hay más enemiga que ella. Me temo que lo saben. Y, también, que va a ser muy jodida de vencer.

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