Aquí me cierro otra puerta

No quiero envejecer como Alfonso Guerra

Quique Peinado nueva.

Supongo que es por cumplir 41, por verme muchas canas en la barba, por tener dos hijos y ver que cada vez sé menos de ellos o por el miedo a morir, que se me ha disparado últimamente, pero casi todo lo que veo o escucho lo paso por el filtro de la edad. Analizo a quien me transmite cosas por la edad que tiene y me proyecto hacia atrás o hacia adelante cronológicamente para ver si yo fui o seré así.

Me pasó viendo el último Salvados, en el que se analizaba el papel de una generación política, empresarial y periodística en la protección y connivencia con las fechorías de Juan Carlos I, sean estas solo morales, solo éticas o presumiblemente penales. Vi pasar a una serie de señores en los que no me quiero convertir, aun sabiendo que todos tenemos cadáveres generacionales en el armario, los de la mía, por suerte, menos importantes y menos putrefactos que los suyos.

Básicamente se vino a exponer la teoría de que los hechos positivísimos (un análisis que no posibilita rebatimiento, por cierto, por lo que se ve) protagonizados por un señor allá por 1981 (prolonguémoslo hasta, no sé, todos los 80 para ser generosos) eran justificación más que pertinente para enterrar cualquier tipo de fechoría hasta el milagroso 2012 en Botswana en el que no hizo nada que no hubiera hecho antes, pero tuvo la mala suerte de que se cayó y no hubo manera de ocultarlo. Como era muy tremendo decirlo así, negaban todo conocimiento a la vez que reconocían estar muy dentro de todos los ajos de la época. No colaba y lo sabían, pero bueno, la impunidad es así.

El caso es que llegamos a Alfonso Guerra, que básicamente estableció una muy cuca estrategia de decir que hay que reformar los artículos de la Constitución que no se sostienen a día de hoy, dejó un retacito de misoginia al hablar de que "no se habla" de la discriminación del hombre consorte (el hombre consorte: el lince ibérico) y luego básicamente pasó a acogerse al principio de presunción de inocencia para el rey cuando, convendremos, no es el hombre que más respete la presunción de inocencia intelectual de nadie cuando habla.

Y pensé en que el señor que hablaba de "los descamisaos" hoy se afana en agarrarse como a una cucaña a la figura de Juan Carlos I, que cambió el eje de estar con los desprotegidos a sobreproteger al ultraprotegido. Y que la persona que ha hablado de la imposibilidad de disidencia dentro de su partido fue el que acuñó la frase "el que se mueva no sale en la foto".

Y pensé que todos, él y yo incluidos, adaptamos la realidad a lo que nos conviene para seguir manteniéndonos cuerdos cuando cambiamos de opinión de manera radical. Y que todos, él y yo también, hacemos el ridículo cuando tratamos de hacer pasar por pertinente lo que es una flagrante falta de coherencia. Pero yo solo pido que eso, que es inevitable que me suceda porque ya me ha pasado, se dé siempre para el lado del débil. Que mis cambios e incoherencias sean para defender cada vez a los que menos poseen y más difícil lo tienen. Y que mi comodidad y mi egoísmo, que los tengo, no me hagan salirme de ahí. Incoherente, sí, lo soy. Pero no quiero serlo para defender a los que no lo necesitan. Porque no quiero envejecer como Alfonso Guerra. Y, desgraciadamente, no me puedo garantizar a mí mismo que no lo haga. Otro motivo más para temer el paso del tiempo.

Más sobre este tema
stats