Asuntillos provincianos

La fiesta de la democracia ataca de nuevo. En el extremo meridional de la patria, candidatos de toda ralea compiten por el favor popular. Tras semanas de malabarismos, alardes de los tragasables y algún que otro número de payasos, mañana, los acalorados ciudadanos se arriesgarán a la combustión espontánea en nombre de la democracia.

Para dicha de los comentaristas, las estrategias electorales han sido pintorescas. El presidente del partido conservador ha aturdido a su audiencia con una retórica inexpugnable —las facultades de criptografía no dan abasto y temen no descifrar el código antes de las elecciones—. En paralelo, demostrando una admirable capacidad para la multitarea, el aludido ha circulado por los setecientos ochenta y cinco municipios de la región (y sus correspondientes pedanías) para relatar a sus vecinos la inefable belleza de la costa gallega. Seguidamente, ha saludado a los prebostes de cada lugar gritándoles con vigor: "¿eres andaluz? ¡Cuéntame un chiste!".

Por su parte, el candidato socialista se ha esforzado en relatar pormenorizadamente los problemas superficiales, estructurales y profundos que padece la región; parece haber olvidado que su partido ha calentado el sillón de gobierno durante los últimos cuarenta años. Preguntado por esta divertida coincidencia, el prodigioso diputado ha gritado: "correlación no implica causalidad". El gremio de lógicos y matemáticos se ha declarado perplejo. En las últimas horas, un expresidente del Gobierno ha acudido en apoyo de su candidato regional y ha deleitado a la concurrencia con un panegírico a sus camaradas condenados por corrupción.

Aprovechando el desconcierto, los partidos de izquierda han intentado segregarse en media docena de formaciones semejantes en lo sustancial pero increíblemente distantes en los detalles

Aprovechando el desconcierto, los partidos de izquierda han intentado segregarse en media docena de formaciones semejantes en lo sustancial pero increíblemente distantes en los detalles. Ante la negativa de la junta electoral a admitir las nuevas candidaturas, han amenazado con tomar el palacio de invierno y, allí, sacarse los higadillos entre ellos. Las dos opciones que concurrirán finalmente a las elecciones han tomado dos caminos propagandísticos bien distintos. Los unos han agitado la bandera regional y esperan que sus arengas cantonalistas atraigan el interés de los parias de la tierra. Los otros, han paseado a una hipotética candidata al Gobierno de la nación, porque la incertidumbre y las hipótesis dan muchos votos.

En el otro lado del espectro y más allá, una señora alicantina finge acento granadino –los logopedas hacen su agosto—. Arengando a sus masas, ha prometido resucitar a Isabel la Católica, volver a enterrar a Lorca y prohibir el consumo de torrijas. La conferencia episcopal ha protestado (por lo de las torrijas). Además, planea la derogación de leyes de ámbito estatal y europeo. "No tendremos competencias, pero gritamos mucho", declaró a los periodistas asistentes. A su paso, cientos de figurantes disfrazados de cazadores, señoritos y pueblerinos genéricos coreaban vivas a Recaredo y a la momia de san Fernando.

Mientras tanto, las autoridades locales han pedido la asistencia de Scotland Yard y la Interpol: no logran resolver la misteriosa desaparición de los votantes del partido centrista central centrado. "Es un enigma", ha asegurado un señor con gorra y pipa. El gabinete del presidente ha comenzado las gestiones para fundar una oficina del andaluz, cuyas competencias, nos aseguran, serán un secreto de Estado.

Los atónitos ciudadanos dedicarán la jornada de hoy al runrún de la reflexión y al sopor. Los portavoces sanitarios desaconsejan pensar en las horas centrales del día y piden a la población que se mantenga hidratada y que modere sus expectativas. Mañana, cientos de miles están llamados a las urnas, donde, mediante el sufragio universal, escogerán al próximo cacique. ¿De qué color será? ¡Gran incógnita! Los analistas auguran el tradicional triunfo conservador y reaccionario. No se extrañe, es la costumbre: ¿hay algo más de derechas que el PSOE andaluz?

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