El Estado es la cuestión Luis García Montero
Emoción parlamentaria
Recórcholis, se nos ha acabado la investidura, ¡con lo bien que lo estábamos pasando! La patria, con el corazón en un puño. Desde el gol de Iniesta, no se recordaba una emoción similar. ¡Qué discursos tan trepidantes, qué análisis tan sagaces! Me da miedo entrar a los periódicos, no sea que me sepulte una avalancha de crónicas de un fracaso anunciado. Uno cree estar contra la pena de muerte hasta que lee juegos de palabras con García Márquez.
En fin, pasó lo que iba a pasar, aunque un Sancho (¡sí!, ¡no!, ¡puede!, ¡tal vez!) estuvo a punto de marcarse un Casero (tovarich, ¡presente!). Ojalá el Congreso tuviese una de esas ventanitas que salen cuando pones una serie en Netflix: omitir resumen. Con todo, no hay radio, televisión ni hoja parroquial que no haya enviado una delegación a la Carrera de San Jerónimo. Al filo de la noticia, oiga, pero pinchando la señal del canal parlamentario en yutub. Paren todo, que empiezan las monsergas. Los del fact checking, a puño roscado. Ay. Tantísimo debate para que nadie mueva su posición un milímetro: corren malos tiempos para la retórica.
Pero no se apenen: al sonar la bocina, todos habían ganado. Salve, oh Feijóo, vencedor de la batalla de los principios. Los presocráticos, desconcertados; Newton pidiendo la hora. La pizpireta Gamarra dijo desde la tribuna que «se puede perder una votación, pero ganar un debate». ¡Caramba! Nunca imaginé a Cuca remedando el «venceréis, pero no convenceréis». Qué disgusto se habrá llevado el fantasma de Fraga, don Manuel. Pobre Feijóo, ya es mala suerte tener el parlamento más conservador en años y que te manden al percebe. Ahora, que pase el siguiente. Se ha visto a Sánchez enviando un ese eme ese a su majestad. «Felipe, date brío o te mando a la chiquilla de maniobras a Angola».
Ojalá el Congreso tuviese una de esas ventanitas que salen cuando pones una serie en Netflix: omitir resumen. Con todo, no hay radio, televisión ni hoja parroquial que no haya enviado una delegación a la Carrera de San Jerónimo
Hasta aquí, el informe de logros del presidente revalidante. Para no cansarse la voz, mandó al diputado Puente a encararse con don Alberto. Discurso de zascas, qué vergüenza. En la SER, a Barceló le parecieron las verdades del barquero. Escolar dijo que la intervención había molestado en el pepé porque era la purita verdad. En la otra esquina del ring, menos entusiasmo. El subdirector que tarda toda una vida en escribir una crónica parlamentaria acertó a describir (¡milagro, milagro!) el «palillo virtual entre dientes» de su señoría, el «tembloroso comicastro». En el ABC echaron de menos a Peces-Barba, quien, por lo visto, les caía fenomenal. Ja.
Para combatir la pereza, me he refugiado en los cantos de sirena de una conspiración. Por lo visto, Feijóo quiere segar la hierba bajo los pies de los zagales de Sabino Arana. Que defenestrasen a Mariano tiene un pase, pero que se hagan los progres… mire, por ahí no. El País Vasco necesita una derecha con olor a rancio y sacristía y vive Dios que la va a tener. Los chavales, según me cuentan, prefieren Matute. ¿Bildu? Lo más chic.
¿Campanillas? ¡Teletipo! Parece que en segunda votación también le dan calabazas a don Alberto. Sin embargo, un diputado de Junts ha confundido el «sí» con el «no». En un comunicado del partido, su ilustrísima ha explicado que utilizan los monosílabos a mala idea. «Es otra intolerable jugarreta del nacionalismo centralista para humillar a Cataluña». Fuentes consultadas por la numerosísima Redacción de Aspavientos aseguran que la diferencia entre el adverbio castellano «sí» y el catalán «si» podría haber causado un cortocircuito en las meninges del aludido. En estas ocasiones, uno se alegra de que este país fracasase en la carrera nuclear. Dales el botón rojo a estos y verás cómo convocan fiesta mayor.
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