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A puerta gayola

Hay una anécdota muy famosa que, discúlpenme, voy a repetir. Un banderillero de Juan Belmonte llegó a gobernador civil en Huelva. Preguntado el maestro por esta peripecia, acertó a responder: «¿Qué cómo se llega de banderillero a gobernador? Degenerando, degenerando».

Los chicuelos del morrión y la reconquista han encomendado a un torero la cultura valenciana. Ole. Es sospechoso que la única anécdota inteligente que haya trascendido de un matador sea la ocurrencia de Belmonte. El resto, nones. Siendo chaval, me divertía mucho ese guiñol de Jesulín metido a filósofo. «Eso es un poco como un toro». La inmortalidad del alma, el origen del universo o el código de circulación. Un miura es la medida de todas las cosas.

No habrá toreros lumbreras, pero los hay fachas. El susodicho, por ejemplo. Ayer circulaban por las redes edificantes declaraciones del diestro. «Magnífico Sostres: yo también me siento orgulloso de ser nieto de quienes dieron su sangre y ganaron la guerra». Tiene su mérito juntar en una sola frase tantas asquerosidades. Sigue: loas a Franco, vencedor del comunismo (te tienes que reír) y una divertida encuesta para escoger el nombre de su nueva jaca: Viriato, Caudillo, Escipión o Duce. «Se pronuncia duche», añade entre paréntesis.

No habrá toreros lumbreras, pero los hay fachas.

Tremendo maquinarias. Por lo que sea, los gangosos de la meritocracia andan afónicos esta mañana. Ni un chistecito sobre los doctorados o el oficio de cajera. La casualidad. El locuaz Sémper, moderador de moderados, estará preparando sus mejores florituras para convencernos de la sensatísima decisión de encamarse con los de la «violencia intrafamiliar» a lo largo y ancho de La Mancha. En Toledo han hecho manitas para afanarle la alcaldía al PSOE, que iba en cabeza. Lo de la lista más votada, tralarí, dice Feijóo. Cuando le preguntan sobre su política de pactos dice que él quiere mayoría absoluta. «¡Anda! ¡No se nos había ocurrido!», han cuchicheado sus admirados contendientes.

No sé cómo el partido de González Pons (oh, bardo inmortal) entrega tan alegremente las lugartenencias culturales a estos cejijuntos. «Aquella desnudez indiferente transmitía la plenitud de una diosa madre cuyo monte de Venus hubiera encajado anoche la embestida de un guerrero lanzado al galope. […] Descansaba con la conciencia tranquila de quién posee la fuerza de la resurrección en el centro mismo de su coño». Esteban, qué vergüenza. Miren: hasta el mismísimo Sémper es autor de dos poemarios que ríete tú de Garcilaso: Cosas que pasan y Maldito (des)amor (lo juro, se titula así).

Es cierto que no necesitan compadres para proponer astracanadas. Esta semana, al runrún de la mayoría absoluta, anunciaron la construcción de la mayor playa urbana del universo mundo al ladito del Manzanares. Sapristi, los geranios en el balcón han solucionado la sequía. Tendrá olas y habrá surferos a doscientos metros de la M30. Lástima que Villacís no haya vivido para verlo. Ay. Conste: no se me ocurre nada menos patriótico que el surf. Menuda filfa. Si nos van a meter nacionalismo rancio hasta la golilla y horteradas tamaño Eurovegas, juguémoslo fuerte: la mayor alberca con morlacos del Occidente. Incluso, las naumaquias por las que suspiraba el tuercebotas de Carmona. «Pim, pam, propuesta». Qué tiempos.

En fin, enfúndate en el ridículo traje regional de su preferencia y perreemos hasta abajo al ritmillo de una marcha militar. Se acabó la malvada ideología de género: ha llegado a la ciudad un hombre con lentejuelas, leggins y montera. Aprietas tanto las pantorrillas que la sangre no llega a la cabeza y pasa lo que pasa.

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