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Plaza Pública

Asuntos pendientes tras el ‘caso Matisyahu’

Lola Bañón

Después del concierto, la música no ha acabado. El cantante israelí Matisyahu finalmente actuó tras una semana de tormentoso ciclo que culminó con la petición de perdón por parte de los organizadores del Rototom, que le habían retirado del programa. Pero la polémica ha vuelto a recordar que aunque hace casi un año que Palestina no aparece prácticamente en los medios, existe aquí pendiente un asunto de gran calado al que no es digno dejar sin respuesta.

El 'caso Matisyahu' –a quienes algunos conocidos israelíes a los que consulté ni conocían antes de los hechos– ha de servir sobre todo para volver a recordar la situación de quiebra total de derechos humanos en que viven no solo los artistas, sino toda la población palestina.

Fuera de la batalla emocional –a veces necesaria, otras sencillamente magnificada por determinados medios– se olvida que hay artistas e intelectuales que sufren un boicot no oficialmente declarado pero real por su denuncia de la dramática situación en la que viven los palestinos desde hace décadas. Existe una atmósfera de exclusión y desde luego asimismo una tendencia al autosilencio: el tema del conflicto palestino israelí hace retrotraerse a muchos.

Por otra parte, la intensa reducción de perspectiva que supone la calificación de “pro-Israel” o pro-Palestina” es un limitador bipensamiento que nos aleja de una mesa de discusión realista y constructiva sobre el conflicto.

Se podría abrir el debate sobre la conveniencia o no de los boicots como método de resistencia pero lo que no desaparece se mire como se mire es la situación que sufren más de seis millones de palestinos: la de no poder cantar de alegría, la de no poder desplazarse, la de no poder tener oportunidades para la dignidad…La de no poder hasta el infinito por la condiciones vitales que impone la ocupación israelí.

El BDS (Boycott Divestment and Sanctions) sí tiene el convencimiento de que es la única opción. Se trata de un movimiento civil palestino con amplia extensión internacional que tiene entre sus principios un activismo no violento porque tienen como objetivo conseguir lo que de momento no han logrado ni las leyes ni los organismos mundiales: que los palestinos recobren una vida digna similar a la que tenemos el resto de los seres humanos.

Conozco a judíos que apoyan el BDS. Esto se difunde poco. En este sentido, es más que instructivo seguir la recomendación del amigo Javier de Lucas y leer las reflexiones de la filósofa Judith Butler efectuadas hace unos meses en el Brooklyn College sobre las razones del BDS.

Resulta paradójico comprobar tras lo ocurrido la pasada semana en el festival que frente una oleada de apoyos escrito al cantante por parte de periodistas europeos, por aquí, salvo excepciones, nadie se hace eco de las varias reacciones de escritores e informadores israelíes con una perspectiva bien diferente al triunfalismo narrativo acaecido tras la petición de perdón a Matisyahu. A veces, un simple viaje a la Palestina que vive la ocupación o al Israel disidente serviría para que muchos tomen conciencia de la barbaridad que supone la defensa selectiva de los derechos humanos, reivindicándolos solos para una parte de la humanidad. Los palestinos, aunque se olvida y hay que recordarlo, forman también parte de esa humanidad.

En fin, nuevamente hay que remarcar que el judaísmo es algo mucho más amplio que el estado de Israel y que en esta narración tienen mucho que decir aquellos que no se sienten representados por las políticas del sionismo. Conozco también a otros judíos que luchan en Palestina contra la demolición de las casas, abogados hebreos que defienden a presos palestinos…No, estos tampoco conocían a Matisyahu antes del Rototom y por supuesto que siendo nacidos en Israel –no como Matisyahu, que es natural de Estados Unidos– no se sienten identificados con las decisiones que adopta su Estado. Como personas de principios se sienten incómodos y ofendidos por algunas leyes que privilegian a los judíos por encima de más de un millón de palestinos que también tienen la nacionalidad israelí.

Matisyahu podía hablar de paz desde el escenario. Pero desde luego, los que portaban banderas palestinas y la chapa de BDS, sí que se manifiestan por ella también lejos de los conciertos, sin recibir nada a cambio. Así es que, por favor, no seamos cínicos con el tratamiento hacia ellos.

En todo caso, al cantante norteamericano se le agradece que a causa de la polémica surgida de esta manera tan inesperada, se haya abierto ahora la ocasión, un año después de la brutal guerra de Gaza, de recordar que no hay música en la otra parte: los palestinos siguen sin tener un estado y Jimmy Carter, junto al anuncio de su enfermedad declara lo que muchos periodistas que cubrimos la zona decimos desde hace mucho tiempo: que el doble Estado, por la expansión de las colonias es ya prácticamente inviable. El ex presidente norteamericano da carta de autoridad en lo que emitido desde otras voces, sencillamente no se escucha: no hay igualdad de derechos en Israel.

Temporal no quiere decir precario

La única opción que queda, la de un único estado democrático con equidad, no se contempla en las altas conversaciones de la política internacional porque supondría la pérdida de la condición judía del estado de Israel. Hace unas semanas el Consejo de Derechos Humanos en la ONU emitió una resolución pidiendo justicia para Gaza, la A/HRC/29/L/35. En los propios pasillos de esta institución, en Ginebra he podido comprobar siempre el escepticismo de los funcionarios respecto a todos los pronunciamientos a favor de Palestina.Las canciones de todos los festivales del mundo pueden lanzar los mensajes que quieran, pero la palabra paz no es solo un eslogan propio de un anuncio de refresco. No puede ser tampoco una etiqueta encubridora de situaciones de desigualdad. La paz es igualdad de derechos humanos o no es paz. No, este concierto no debe darse por acabado.

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Lola Bañón es periodista miembro de la dirección de UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para refugiados palestinos)

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