Partidos "supernova" y partidos "agujeros negros"

Sé que esto que voy a decir es impopular, pero lo creo con total convicción: la vida de quienes se dedican a la política institucional no es fácil. Horarios eternos, fines de semana inexistentes entre actos públicos y de partido, un escrutinio permanente bajo los focos, mala reputación social y, en buena parte de casos, una más que escasa retribución, hasta el punto de que a profesionales liberales o funcionarios de nivel alto ocupar un cargo electo les cuesta perder dinero. Y sin embargo no faltan candidatos ni candidatas. A la política institucional, con estos sinsabores, no entra uno por interés económico ni por ansias de protagonismo, sino con el deseo de llegar al poder para darles a las cosas el sentido que cada cual considera óptimo. Eso son los partidos: maquinarias para conseguir el poder. En tiempos se decía que eran maquinarias para ganar las elecciones, pero ahora, en pleno multipartidismo, y con un sistema afortunadamente proporcional como es el español, hay que diferenciar, porque una cosa es quedar primero la noche electoral y otra muy distinta conseguir el poder (aunque el PP finja no saberlo).

Dada que esta es, a mi juicio, la naturaleza de buena parte de las vocaciones políticas, es interesante preguntarse qué ocurre cuando los partidos, por unos u otros motivos, llegan a su fin. En ese momento, los hay que actúan como “supernovas”; es decir, que al estallar “provocan la expulsión de las capas externas de la estrella por medio de poderosas ondas de choque, enriqueciendo el espacio que la rodea con elementos pesados” (wikipedia); y otros que son “agujeros negros”, o sea una región del espacio con una concentración de masa lo suficientemente elevada como para generar un campo gravitatorio tal, que ninguna partícula puede escapar de él.

Un ejemplo claro de partido “supernova” lo vemos hoy en Ciudadanos. La larga agonía en que se ha convertido su postrera etapa no está protagonizada por quienes, desencantados, vuelven a sus antiguas ocupaciones, sino por quienes, de forma más o menos discreta o descarada, negocian sus posiciones en las listas del Partido Popular. Se ha hablado mucho de Villacís, vetada públicamente por Ayuso —que así lleva a cabo su enésimo acto de fuerza frente a Génova—, pero en el PP se proponen conseguir 250 candidatos de Ciudadanos en sus filas antes del 28M. Quienes vinieron a renovar la política democrática no hacen ascos a afiliarse a uno de los partidos clave de ese bipartidismo al que tanto criticaban. Por cierto, para los adictos a la simetría: ningún caso significativo similar, que se sepa, respecto a Podemos con el PSOE.

Quienes vinieron a renovar la política democrática no hacen ascos a afiliarse a uno de los partidos clave de ese bipartidismo al que tanto criticaban

Otro ejemplo de “supernova”, menos conocido, es el que está aconteciendo en el Partido Aragonés (PAR). Tras décadas de paulatino descenso electoral hasta haber obtenido en las últimas autonómicas su mínimo histórico de tan solo tres diputados (hay que recordar que llegaron a presidir Aragón con 19 diputados en 1987 y que gobernaron con AP entre 1987 y 1993), la formación entró hace ya unos años en una fase de convulsión interna, hasta el punto de que el último congreso de 2021 fue llevado a los tribunales por el sector crítico de la organización acusando al actual presidente del PAR —y vicepresidente del Ejecutivo aragonés— de haber amañado el cónclave que ganó por un escueto margen y sin haber recontado el voto delegado de los compromisarios enfermos. Año y medio después, los tribunales han dado la razón al sector crítico, dejando al partido en una situación inédita: el congreso donde el presidente ha sido elegido queda anulado, y por tanto la designación de este también, lo que se hizo efectivo el pasado 1 de enero de 2023. Quien quiera conocer más detalles de este truculento episodio, puede consultar aquí. El sector crítico del PAR anunció hace unos días su salida en bloque del partido para formar una nueva plataforma, y ya hay quien ve aquí un espacio para el acuerdo, formal o informal, con el PP, lo que podría determinar el futuro del Gobierno de Aragón. El partido ha explosionado, empujando fuera de sí a buena parte de sus caras más conocidas.

Obviamente, el “agujero negro”, ese que arrastra a todo el que se mueve en su espacio ideológico —y según las encuestas, hasta un 20% de los votantes de Vox—, no es otro que un Partido Popular que vuelve a reivindicar la unidad de toda la derecha en sus siglas, como venía siendo hasta la aparición de Ciudadanos y Vox. Un PP que sigue pendiente de tomar la gran decisión estratégica de la década: mirar al centro liberal o a la ultraderecha. Si quiere hacer lo primero, no será suficiente con incorporar cuadros de Ciudadanos o con fichajes excelentes como Borja Sémper, necesitará actuar y plantear políticas en esa línea. De momento, su mayor logro ha sido conseguir que el Partido Popular europeo salude positivamente los pactos con la ultraderecha. ¿Se sentirán cómodos los candidatos de Ciudadanos o del PAR —si definitivamente llegan a un acuerdo— con semejantes compañeros de viaje?

PD: Conviene no confundir estos casos con transmutaciones como la de Ramón Tamames. Su posible reconversión en candidato de una moción de censura al Gobierno presentada por Vox supera los instrumentos de que dispone el análisis político. Es posible que sea más propio como objeto de estudio del psicoanálisis.

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