Se está renovando el contrato social y los sindicatos lo saben

Un Primero de Mayo un tanto especial, en vísperas de elecciones autonómicas y municipales. Un Primero de Mayo tras una pandemia, en medio de una guerra y una fuerte incertidumbre económica. Un Primero de Mayo con cifras de empleo récord, con un cambio de tendencia donde crecen los contratos indefinidos y con índices de desigualdad anteriores a la crisis de 2008, según este informe de EAPN. Podría parecer que no hay motivos para la movilización en este día de la clase trabajadora, y que bastaría con mantener el rumbo sosteniendo el escudo social y actuando en el mismo sentido en un contexto de crisis. Sin embargo no es así.

Y no lo es sólo porque sigan existiendo personas en situación de exclusión, trabajadores y trabajadoras pobres, y una enorme desigualdad. Va mucho más allá: estamos asistiendo en directo a la renovación del contrato social que organizó nuestras sociedades tras la Segunda Guerra Mundial, que se agrietó en los años 70 al infiltrarse en su seno el neoliberalismo y que hoy abre una nueva etapa ante la evidencia de la incapacidad de la doctrina neoliberal para hacer frente a los desafíos del momento.

En este contexto, los sindicatos son un instrumento esencial y no pueden dejar de serlo. Han sido claves durante el último siglo en Occidente, han atravesado momentos de pérdida de pulso social y político, y ahora, su actuación durante la pandemia y el protagonismo que el actual Gobierno de España les ha otorgado al reconocer la centralidad del acuerdo social, les concede un papel trascendental a la hora de rehacer los acuerdos que permitan estabilizar y equilibrar la sociedad. El resultado final de tal proceso aún no está definido.

Así ha parecido entenderlo CCOO, que dedicó hace unos meses su número de Gaceta Sindical a analizar la necesaria renovación del contrato social, y en este manifiesto señala las prioridades: los ataques a la democracia, los derechos de las mujeres, la transición ecológica… “El 28M debemos expresar de forma contundente, tanto desde las empresas como en las calles y en las instituciones, nuestro apoyo a las políticas que fortalecen los servicios públicos fundamentales para la sociedad, como la sanidad, la enseñanza o la dependencia. Políticas que inviertan en luchar contra la pobreza y la desigualdad, que actúen sobre el acceso a una vivienda digna; que defiendan las políticas de igualdad y promuevan la convivencia; que apuesten por una transición ecológica y una transformación digital inclusiva que fortalezcan la cohesión social y territorial. Y todo lo anterior, con una fiscalidad justa y progresiva que permita tener recursos suficientes y garantizar el desarrollo de las políticas de nuestro Estado Social, tanto en el ámbito autonómico como en el municipal.” 

Podría parecer que no hay motivos para la movilización en este día de la clase trabajadora, y que bastaría con mantener el rumbo sosteniendo el escudo social y actuando en el mismo sentido en un contexto de crisis. Sin embargo no es así

Esta renovación del contrato social tiene aspectos novedosos que ocuparán un papel central. De ellos, tres, al menos, son esenciales. En primer lugar entender que debe darse dentro de un marco nuevo: el de la sostenibilidad. Esto supone asumir el fin de las políticas expansivas como solución a las crisis, esas fórmulas basadas en incrementar producción y consumo. Por tal camino vamos seguros a la autodestrucción como especie. Las exigencias de la sostenibilidad implican un replanteamiento de los paradigmas económicos, y no es fácil.

En segundo lugar, el mundo del conocimiento, de loS conocimientoS –en plural–, no puede permanecer ajeno a la construcción del nuevo contrato. Ya es casi un lugar común describir la situación en base a su característica más obvia: la enorme incertidumbre que nos amedrenta; pero todos los indicios prueban que ahí está y seguirá estando esa perturbadora cuestión. El potencial disruptivo de la revolución digital, la transición ecológica y los movimientos de personas dibujan un escenario donde es clave conocer lo que se desconoce y asumir el margen de desconocimiento

Finalmente, si algo nos enseñó la pandemia y está confirmando la guerra de Ucrania, es que somos enormemente interdependientes. Cualquier contrato social deberá partir de una visión y una vocación de globalidad que, al tiempo, repiense el propio modelo de globalización. 

La dificultad hoy es incorporar este debate mientras se hace frente a la inseguridad y el miedo que se encuentran en la base del crecimiento de los populismos excluyentes que propugnan un repliegue identitario.  Mucho que hacer, por tanto, en este Primero de Mayo.

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