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Caníbales

La ficción política (continuación)

"Humor", decía Woody Allen, es "tragedia más tiempo". O lo que es lo mismo: la distancia óptima para observar, entender y contar el mundo. Y así es como, ahora, en este año convulso y lleno de elecciones, se puede entender el thatcherismo desde la ficción.

House of Cards (en novela y serie británica) es un ejemplo. Hay más.

Todavía proyectan en algunos cines una película deliciosa ambientada en la misma época. Se llama Pride y habla de una deliciosa historia real: gays y mineros apoyándose (con toda la reciprocidad y la convicción posible) en sus reivindicaciones. "Tenemos tres enemigos en común, decían: la Thatcher, la policía y los periódicos sensacionalistas".

(para seriéfilos, sale en un papel desternillante Dominic West, prota de The Wire y de The Affair)

Los mismos enemigos que protagonizan una novela: La línea de la belleza, de Alan Hollinghurst. Como Henry James pero en los años 80 (los años crueles del sida): un lenguaje maravilloso y una ironía extremadamente sutil en el subsuelo para contar la historia de Nick y sus veinte años entre novios, amigos y personajes fascinantes.

Ahora que el paralelismo con la Thatcher está tan cerca, ahora que vivimos embarrados en la política, conviene recurrir al humor y a la distancia; conviene, sobre todo, acercarse a la verdad de la ficción.

Por eso van más recomendaciones más allá de Ian McEwan y Martin Amis: Menudo reparto, de Jonathan Coe, simplemente desternillante; El buda de los suburbios, de Hanif Kureishi, imprescindible; y, por supuesto, todo el cine de Ken Loach.

Padres e hijos

Sin embargo, las elecciones las han ganado los consevadores, y eso que tienen algo de Thatcher, como contaba el jueves Jonathan Coe en El País: "…Hace falta poner el freno a la austeridad. Parar de penalizar a la gente pobre. Vivimos en una sociedad asombrosamente desigual". Como hace treinta años.

Por eso, y para terminar, una pregunta: ¿quién escribirá la ficción de estos años tan crueles, tan críticos, tan nuestros?

P.D.: la semana pasada murió Ruth Rendell, otra autora británica, una de ésas que en una novela aparentemente fácil explica lo complejos que somos todos. Y me gustó mucho lo que recordaba El País de Ramón de España: “…en los libros de la señora Rendell había más y mejores reflexiones sobre la conducta humana que en todas esas novelas ambientadas en pueblos de León durante la posguerra que pasan por ser las perlas de la literatura contemporánea". Hay una generación de mujeres (P.D. James, Patricia Highsmith, Ruth Rendell…) que, desde la novela negra, han sabido contar al ser humano. Y hay que agradecérselo.

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