El hombre moderno
De Guindos
“Yo nunca he visto en mi vida un billete de 500 euros. No sé ni cómo es, los ministros de Economía somos gente bastante rara a veces"
Sencillez.
Si mira a su alrededor verá como el talento y la capacidad del ser humano ha buscado soluciones sencillas para todo.
Sencillez, no es simplicidad ni facilidad.
Aportaciones que mejoran nuestra vida. Desde el diseño de un teléfono, a la más extraordinaria de las construcciones. Todo está lleno de opciones simples que solucionan asuntos complejos. La sencillez ha sido una de las capacidades que nos permitió alcanzar cotas de satisfacción y bienestar nunca antes conocidas.
Hasta que llegaron ellos.
Hechos para vivir en la masa, para no destacar, son observadores, voyeurs, son pequeñas ramas de un frondoso árbol, son gotas que siguen la corriente, son transparentes y molestos como el plástico que envuelve el tabaco.
Nunca gozarán de su propio movimiento. Nunca de lo fugaz. Jamás de lo infinito.
En los libros de historia serán puntos y aparte.
Incapaces de tener ideas, laceran el tiempo eructando frases poco hechas.
No deciden, disimulan.
Hombres y mujeres de buena familia a los que les han hecho a sí mismos.
Acostumbrados al escarnio. Fajadores en espera de un golpe de suerte.
Nos castiga la historia.
De la misma forma que el talento se reúne, la estupidez se amontona. Monet, Renoir y Cézanne eran compañeros de clase. Como Buñuel, Lorca y Picasso. Como Spielberg, Coppola y George Lucas.
De Guindos, Rajoy y Montoro conforman la mayor reunión de inútiles que hayamos conocido. Imaginarles frente a tablas y estadísticas macroeconómicas es tan inquietante como pensar qué pasará por la cabeza de Borja Thyssen cuando se para frente a uno de sus cuadros.
Con ellos tenemos la única certeza de que la economía española nunca se hundirá, pero no por su pericia, sino porque la mierda flota.