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Muros sin Fronteras

Cataluña necesita 50.000 abrazadores

Ramón Lobo nueva.

Habrá manifestación el domingo en la plaza de Colón de Madrid. Irán los más enfadados de las extremas derechas y derechas españolas capitaneados por sus enfadadísimos dirigentes. Esta vez la excusa son los futuros indultos a los líderes catalanes que declararon en 2017 una independencia en la que no creían ni ellos mismos, pues la suspendieron un minuto después de proclamarla. Siempre hay un motivo para desgastar al gobierno del PSOE de turno, en solitario o en coalición. El objetivo es recuperar el poder que les pertenece, eso creen, por derecho natural desde 1492.

Se percibe la urgencia. Quieren capitanear la recuperación tras el parón de la pandemia, repartir los fondos como de costumbre y adjudicarse la autoría del milagro económico. Saben que si el Ejecutivo aguanta hasta 2023 habrán perdido una oportunidad de oro.

No hubo violencia en Cataluña en otoño de 2017. Todo fue una fantasía, incluido el supuesto referéndum del 1 de octubre en el que no hubo ley específica, pregunta pactada, campaña de las partes ni autoridad autónoma que lo gestionara. Fue una ilusión, parte del éxtasis colectivo, de la creencia cuasi religiosa de que la independencia era la solución mágica y automática que resolvía todos los males presentes y pasados, y sin efectos secundarios, algo imposible en un territorio tan dividido: al menos el 50% de la población rechaza la separación.

Las últimas encuestas indican que el apoyo a la independencia en Cataluña ha caído al 43%. Solo falta que alguien diga que la independencia está desnuda, y en eso están Pere Aragonés y Pedro Sánchez, para que el apoyo se divida entre los pragmáticos y los utópicos. Los segundos viven el proceso como un acto de fe incuestionable. Los utópicos se alimentan del malestar ambiente y del miedo, igual que Donald Trump. La recuperación que viene también juega en su contra.

Lo único real en aquel 1 de octubre fue la violencia ejercida por los antidisturbios enviados por el gobierno de Mariano Rajoy. Una torpeza más de un gobierno torpe. Los porrazos dieron alas al discurso victimista y sirvieron para pintar la consulta con un barniz de legitimidad, al menos entre los independentistas. Esta tesis no prendió fuera de España. Ningún país reconoció a la nueva Cataluña, tal vez porque no dio tiempo en ese minuto mágico de subida y bajada.

Antes de salir a manifestarse el domingo es necesario recordar cómo empezó, quiénes fueron los responsables de esta crisis institucional y territorial. No lo digo por los líderes de VOX, que buscan la foto con el timorato Pablo Casado, sino por los ex presuntos socialistas movidos por venganzas personales que hacen el juego a las extremas derechas. Deberían escuchar a los que conservan la mesura y el sentido de partido, como José María Maravall.

Todo arrancó con el descarrilamiento del Estatut de 2006. Hubo numerosos errores de bulto. Fue grave el de José Luis Rodríguez Zapatero que prometió en 2003 algo que no podía cumplir: que el Parlamento español aprobaría sin cambios el texto que saliera del Parlament. Zapatero no contaba con mayoría suficiente. Hubo modificaciones pactadas en las difíciles tramitaciones en el Congreso y Senado. El Estatut resultante salió afeitado pero aún aceptable para una gran mayoría de catalanes.

El PP nunca se ha distinguido por ser un partido de Estado, virtud que se demuestra en la oposición. Llevó el texto al Constitucional, alto tribunal que secuestra cuando pierde el poder impidiendo su renovación. Así mantiene bajo control la última palabra judicial, como sucede ahora con el CGPJ. Aquel Constitucional dinamitó los puentes en medio de la crisis económica de 2008. Cuando todo se desmorona, se disparan las recetas mágicas, y la de la independencia de Cataluña parecía una las mejores. Rajoy hizo el resto. Prendió la antorcha en medio de la refinería.

Existen tres vías para una independencia: aprovecharse del desmoronamiento de un imperio (español en el XIX, otomano, ruso-soviético, austro-húngaro, etc.), guerra (Balcanes) o divorcio pactado (Checoslovaquia). En el caso de Cataluña-España, por expresarlo de alguna manera, solo disponemos de la segunda y tercera.

La independencia unilateral es imposible en el marco político del siglo XXI si no cuentas con el respaldo político y militar de socios de EEUU, Alemania, Francia, etc. El ruso no es suficiente. También es imposible si solo tienes el apoyo de cerca del 50% de la población, en el mejor de los casos. Eslovenia salió de la Yugoslavia en medio de un desmoronamiento territorial más amplio, con una mini guerra, el apoyo del 90% de la población y el visto bueno de Berlín. No son comparables ni para el más encendido trumpista.

La independencia catalana solo será posible a través de una guerra que nadie quiere o un pacto que ningún gobierno de Madrid va a firmar.

España es un país en discusión permanente desde la conquista de Granada, ¿o quizá empezó antes? Llevamos cinco siglos viviendo juntos y enfadados. La escenificación del enfado forma parte del escudo de armas. Es nuestra bandera. Como dijo el periodista Giles Tremlett, autor de la excelente biografía Isabel La Católica, quizá esta sea nuestra forma de relacionarnos.

Los padres de la Constitución de 1978 no se atrevieron a resolver, o tal vez no pudieron, las aspiraciones y diferencias territoriales. Lo dejaron todo debajo de la alfombra del título VIII. Quizá ha llegado el momento de ser valientes y responsables, virtud escasa en las Españas. El modelo de financiación del País Vasco podría servir de modelo para Cataluña. Llevamos 43 años atrapados entre el café para todos y un verdadero Estado federal. Faltan los mecanismos de la corresponsabilidad en los asuntos de Estado, como se ha demostrado en la pandemia.

Todo nacionalismo se basa en una fantasía política. Defiende lo propio como verdadero en un mundo complejo, rico y variable. Emplea instrumentos de ficción similares al de las religiones. También tiene popes y cardenales que deciden quiénes son los puros (patriotas) y quiénes los herejes (espías). Uno puede acabar en una hoguera por afirmar que la Tierra es redonda o por negar la virginidad de María, o fusilado por preferir la Francia revolucionaria al borbón Carlos IV o a su insufrible hijo Fernando VII. España ha sido tierra fértil de fanatismos y de ejecuciones por el delito de pensar. Nos ha faltado modernidad y guillotina.

El mapa anterior muestra los cambios en Europa entre los años 1000 y 2000. Todo nacionalista desea parar el vídeo en el instante en el que su país ocupa una mayor extensión. Las fronteras son un invento perverso. Sirven para marcar el territorio, para decir aquí empieza Mioñistán, el país más bonito del mundo, donde mejor se come, la capital intelectual del botellón.

El indulto es una oportunidad, supongo que pactada con ERC y otros sectores realistas del independentismo para moverse a una casilla menos tóxica. Las declaraciones de Oriol Junqueras dan a entender que una parte importante de la otra parte ha entendido el mensaje. La política sirve para resolver problemas, no para crearlos.

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El párrafo que sigue pertenece al libro Las ciudades evanescentes (Península). Es la esencia de lo que quiero decir en este artículo: todo se basa en el respeto, sentirse valorado y escuchado. Los puentes se construyen fuera de la emotividad, desde el reconocimiento de la realidad.

“Me encantaba abrazar a desconocidos. Para mí era una forma de protesta en un mundo que había desterrado el contacto físico. ¿Podré volver a hacerlo sin miedo a contagiar o a que me contagien? ¿Seremos todos sospechosos? ¿Estaremos condenados a vivir años a un metro de distancia? Un día, hace tiempo, abracé a un barrendero cerca de casa, le di las gracias por su trabajo. Otra vez detuve a dos personas mayores que yo en una calle de Barcelona. Llevaban un lazo amarillo en la solapa. Pregunté si eran independentistas. «Lo somos», respondió él. «Vengo de Madrid, y me gustaría darles un abrazo; quiero que sepan que somos muchos los que les queremos, les respetamos y no deseamos que se vayan.» Se emocionaron. Carmen Andrés, una amiga catalana que me acompañaba, dijo: «Les has roto los esquemas; si en vez de mandar antidisturbios hubiérais enviado cincuenta mil abrazadores, esto sería otra cosa»”.

PD: Dos canciones contra la guerra y la estupidez dedicadas al CGPJ y su indescriptible informe sobre la Memoria Histórica y las víctimas asimétricas.

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