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Postureo

La palabra “postureo” no está en la última edición del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, pero no creo que tarde en entrar. La RAE incorpora los términos cuando éstos ya han cobrado vida propia en la calle y es común su uso y general su entendimiento. Hasta hace no mucho lo del postureo era un vocablo extraño para quien no estuviera muy en los terrenos de Internet y las redes sociales. Los iniciados sabían que con la palabra se viene a definir una suerte de engaño e impostura, de falseamiento de lo que uno es y hace. Pero eso está cambiando, entre otras cosas gracias a la inestimable aportación de políticos que parecen decididos a compensar la escasez de ideas y propuestas imaginativas con aportaciones, involuntarias, tampoco se me vengan arriba, al enriquecimiento de la lengua española.

Términos como consenso o transición se volvieron de uso común –virales, diríamos hoy- en un momento político determinado. Estaban ya en el diccionario, pero adormecidas, y despertaron y hasta crecieron en épocas de cambio. Palabra ésta, cambio, que no era nueva y se volvió clíclica en esa acepción de ilusionante renovación y ahora parecía tener su lugar en el vocabulario de la política. La penúltima ha sido sorpasso que es italiana pero se entiende muy bien de tanto repetirla. En este momento en el horizonte se empieza a perfilar por la fuerza de los hechos el postureo.

Porque postureo es lo que apuntaron tras el penúltimo intento electoral y siguen haciendo después de 26J los partidos. Sobre todo los grandes, los que tienen la responsabilidad de hacer algo más que enseñar las plumas y disparar al aire.

Postureo es lo que está haciendo Rajoy con sus conversaciones políticas. ¿De qué tiene que hablar, por ejemplo, con Esquerra Republicana o con Podemos? ¿Quiere sondear sus verdaderas posibilidades de bipolaridad o esquizofrenia? ¿O saber qué pueden hacer contra él? (lo cual sería más fácil, desde luego). ¿No supone una pérdida real de horas y energías en un tiempo que no me parece esté para malgastarlo? ¿Nos toman por tan tontos como para que creamos que diálogos imposibles con grupos en las antípodas no son otra cosa que pérdida de tiempo y postureo?

Como en el PSOE, donde su secretario general sigue sin abrir la boca hasta hoy –supongo– a pesar de la pillada de camuflaje en la playa. ¿Por qué no ha hablado desde las elecciones? ¿No tiene nada que decir a la gente que confió en él? ¿No respeta lo suficiente a sus votantes como para dignarse a ofrecer alguna respuesta? ¿Nos toman por tan tontos como para que creamos que su silencio no es otra cosa que estrategia de esperar y ver qué hace el adversario exterior y el enemigo interior?

Hay dos partidos que tienen responsabilidad en la formación de gobierno, que son el Partido Popular y el Partido Socialista y dos líderes, Rajoy y Sánchez, que en vez de remangarse, proponer, discutir y hasta imaginar se están dedicando a aparentar que hacen algo o que están pensando cuando se les ve perfectamente la enagua de la incapacidad hermanada con la estrategia del postureo.

Así no, como diría el Pedrerol de Latre, así no. Lo que hace falta en este momento es que quien consiguió más votos que nadie tenga el arrojo y la cintura de proponer en serio programas que puedan ser comunes o al menos aceptables para quien haya de apoyarle o abstenerse y si no que deje el espacio al otro. Y que éste ejerza también la responsabilidad que se le exige y el talento que se necesita.

La política no es firmar decretos y hacerse fotos. La política es una ciencia del bien común que debe ser ejecutada con criterio y flexibilidad, respondiendo al mandato y el pulso de los ciudadanos. Este es un momento en el que hace falta valor, un tiempo político que debería ser gestionado con ilusión por las posibilidades que abre, que son muchas. ¿Cuándo hemos tenido oportunidad de que la gestión de la cosa pública cuente con verdaderos contrapesos desde el propio poder? Acordar es ceder y renunciar, sin miedos y sin imposiciones, pensando en la gente. Y cabría esperar que igual que a los profesionales de cualquier oficio “les pone” la dificultad o les estimulan los desafíos, a los políticos esta situación nueva les alentara al optimismo creativo.

Pero no. Siguen en el postureo. Esa actitud pobre y temerosa que se me antoja como un inquietante anticipo de la mediocridad futura.

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