Gente de bien, sin leyes de bien

El PP cree haber encontrado en las leyes feministas las grietas desde donde romper el gobierno de coalición. Un filón al que golpea en el Congreso, en las visitas de comisarias europeas, ruedas de prensa o anuncios de recursos de inconstitucionalidad. Pero el mayor conflicto para la derecha no está en las revisiones de penas, el desacuerdo es con parte de la ley del aborto, de libertad sexual y los derechos de las personas trans. La apuesta no es parar la hemorragia del sí es sí, es pasar una segadora por una normativa feminista que arrancó con José Luis Zapatero, Rajoy dejó en pausa, y se ha vuelto a poner en marcha con debates más complejos que los de 2004 a 2011 pero igual de necesarios. 

Cuentan quienes estuvieron en el círculo de Zapatero en 2004 que fue una jovencísima Leire Pajín, entonces Secretaria de Estado de Cooperación, quien le animó a aprobar el matrimonio gay nada más llegar y evitar un debate social que podría haber complicado su andadura. No era solo cuestión de izquierda o derecha, había que saltar por encima de otras generaciones y socialistas católicos que podían haberse resistido. La autodeterminación trans tiene una profunda discusión que no es solo generacional pero que, en la confrontación del debate, ha podido frenar unos derechos que dentro de poco se asumirán con la naturalidad de las normas que se utilizan por quienes las necesitan. Se nos olvidará el caso aislado del violador escocés y tendrá más beneficios que damnificados. 

Lo polémico no es la referencia a “la gente de bien”, esa exclusión indirecta a lo trans. Lo mollar está en el señalamiento a las leyes feministas

Pero el PP va más allá de la discusión feminista y de fondo. El Partido Popular no mantendría un ministerio de Igualdad en una estructura de Gobierno, por la misma razón que difundió el bulo sobre los 20.000 millones de euros a la cartera de Irene Montero cuando iban a ayudas o dependencia. La reivindicación de Núñez- Feijóo a “la gente de bien” no pareció un lapsus porque se hizo al hilo de la ley trans y, aun siéndolo, en el discurso fue casi lo de menos. Feijoó frivolizó con ese “cualquiera de nosotros” yendo al registro civil a cambiarse de sexo “simplemente” por pura voluntad; cayó en el señalamiento tránsfobo del asalto “a los espacios de intimidad”, como si las personas trans fueran metiéndose en servicios y vestuarios a ver mujeres; se preguntó por los procedimientos en el deporte femenino, cuando lleva años regulado; apeló a los menores sin ningún criterio médico para hormonarse, cuando sí hay criterios, pero no psicológicos, además de estar regulados en la Ley del Paciente.  

Lo polémico no es la referencia a “la gente de bien”, esa exclusión indirecta a lo trans. Lo mollar está en el señalamiento a las leyes feministas: “Lleva usted dos leyes, la del sí es sí y la trans por las que usted pasará a la historia. Deje de molestar a la gente de bien, deje de meterse en la vida de los demás”. Salir de la vida de los demás, como alude el PP, significa que la política abandona su responsabilidad de mejorar los derechos sociales. Como si cada paso de un grupo no fuera la ampliación del campo de derechos de todos y todas. 

Si el Gobierno sale del sí es sí, desarbola un engranaje legal necesario para la lucha contra la violencia de género. Y se está utilizando la excepción para cargar contra el todo. El PP ha anunciado que derogará la Ley Trans y la Ley de Libertad Sexual. No corregirlas, matizarlas… derogarlas y con ello todo el paquete de garantías, seguridad y protección de las mujeres y el colectivo trans que contienen ambas normas.

La brecha de las rebajas de penas a agresores debe ser corregida con la proposición de ley presentada en el Congreso. Pero el PP va más allá y hace palanca con las revisiones para hacer saltar toda la ley. Una vuelta que retrotrae al marco anterior donde no existían la prevención ni los medios legales para salir del infierno de la violencia física y psicológica. Porque cuando el CGPJ señala que hay 4.000 posibles revisiones en curso, significa que hay 4.000 hombres en la cárcel y 4.000 mujeres, además de sus hijos, víctimas de esa violencia. Para ellas, la ley anterior no contemplaba los medios —siempre susceptibles de mejora— que tiene el sí es sí

A Pedro Sánchez le faltó en el Senado una defensa más firme de sus leyes. La reforma del sí es sí, el choque frontal con Podemos, está enrareciendo la defensa de lo fundamental. Porque el supuesto lapsus fue lo de menos, lo que está bajo amenaza son las leyes que nos hacen hombres y mujeres “de bien”.

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