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Rajoy predica el fin de los tiempos duros –“la recuperación ha llegado para quedarse”- y afirma haber salido del lustro negro “sin dejar desguarnecidos a los débiles”. A renglón seguido, o titular vecino, le espeta Pedro Sánchez desde su recién estrenada secretaría general del PSOE, que no hay tantas razones para el optimismo y le sugiere que “pise más la calle”. Ciertamente, esto último debiera ser una exigencia íntima y profesional de todo el que se dedica a la política, y le viene tan bien a Rajoy como al propio Sánchez. Pero salvada esa interesantísima propuesta, lo cierto es que ni uno ni otro resultan creíbles a poco que el receptor de sus mensajes tenga una mínima capacidad de diálogo y pise la calle con alguna frecuencia. Tan discutible es que se haya protegido a los débiles como que no existan razones para un cierto optimismo. Los que Rajoy considera débiles no tienen en días como hoy mejor perspectiva, y la referencia que hace a los pequeños y medianos empresarios Pedro Sánchez acaso necesite de un contraste algo más amplio, porque la impresión que se transmite desde la escena empresarial, y la Pyme es la más amplia en este país, es que se empiezan a mover las cosas aunque sea poco a poco. La cuestión, como apuntaba la semana pasada en esta ventana de Infolibre, es que faltan muchos invitados a la fiesta.

Rajoy y Sánchez siguen jugando su baza sin concesiones, dando la sensación de que ajustan la realidad a su propio interés. Y los ciudadanos lo perciben, y la reacción de la calle probablemente no vaya a ser positiva. Pero no lo saben, no se enteran.

Esta semana recogen los medios de comunicación algunas noticias sobre Podemos, como el considerable crecimiento de su afiliación o su movimiento para crear candidaturas ciudadanas. Es evidente que a la izquierda del Partido Socialista hay un reajuste de estrategias que parecen confluir en el acercamiento a Podemos, que hasta el momento es el único que da la sensación de mantener un norte claro. Lo tiene más fácil que los demás, ciertamente, porque ni le toca ni le ha tocado gestionar, tiene poco más pasado público que las tertulias de Pablo Iglesias y puede escribir en el aire todos los lemas ilusionantes que sea capaz de imaginar. A la hora de hacer política habrá que ir comprobando si su rumbo no varía. Pero de momento siguen contando con cierta aceptación o hasta simpatía general y no sólo en la ultraizquierda como algunos quieren hacer ver. De momento.

Porque todo lo demás, incluida esa izquierda que busca su cercanía, no parece darse cuenta de que los ciudadanos han puesto todo el escenario político en solfa. También a ellos. Por eso el auge de Podemos, porque esa otra izquierda de alrededor no fue capaz de conseguir credibilidad e ilusión. Pero tampoco se enteran.

Ni instituciones como la Justicia o los sindicatos, que siguen rigiéndose y actuando por criterios y con miras que apenas han variado en estos años; ni tampoco los medios de comunicación, machacados hasta la extenuación por la crisis y en la mayoría de los casos con serias dificultades para entender lo que el público quiere que es más participación, menos tertulias, más cercanía, menos encorsetamiento, más pluralidad, menos militancia…

La política está desprestigiada, el descreimiento en la justicia es escandaloso, la caída de relevancia social de los sindicatos, estrepitosa, y la incapacidad de los medios clásicos para renovar sus públicos y garantizar su supervivencia, cada vez mayor.

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Quizá sea yo el que no se entera, pero no creo inventarme esa realidad de desconcierto, frente a la cual era inevitable el nacimiento de algo vital y prometedor como Podemos que ha conseguido recoger una necesidad de renovación, limpieza, participación y responsabilidad que estaba en la calle y casi nadie parece ver.

Ojo, que ni soy de Podemos ni tengo intención de afiliarme, ni siquiera me siento cerca de ellos. Pero su sola existencia y su imparable crecimiento debieran decir algo a toda la legión institucional que se desangra o se cae a cachos. Quiero decir, algo más de lo que parece haberles dicho.

No hay que buscar muy lejos, no hay que convertirse en alternativo para entender lo que pasa y aportar lo que se pueda o deba. Simplemente salir a la calle con mente abierta y espíritu crítico y darse cuenta de que algo está cambiando de verdad y desde abajo y que ya no vale ni lo de siempre ni siquiera lo de los últimos años. Y si tienen dudas, siga la pista de los más atentos, los que mejor conocen la calle porque es su ecosistema: siga la pista de los creativos publicitarios.

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