Telepolítica

Tres lecciones después de la batalla

Simpatizantes del ex vicepresidente y candidato demócrata a la presidencia, Joe Biden.

Nos esperan días de gran tensión e incertidumbre. Vamos a vivir días críticos hasta que se cuenten los votos por correo en Estados Unidos. Esto se va a complicar. Sin embargo, mientras tanto, hay algunas observaciones que no deberíamos ignorar a pesar de lo que al final quedará visible para todos: ¿Quién ocupará la Casa Blanca los próximos cuatro años? Trump puede ganar o perder, pero en ningún caso se ha producido la amplia derrota que las encuestas preveían. Ha mantenido el apoyo de sus votantes sin que se haya producido el vuelco que de forma generalizada se vaticinaba. Sería interesante llegar a determinar qué ha ocurrido y qué lecciones podemos extraer.

El estudio de los datos

Este año, Donald Trump ha introducido un significativo cambio en su campaña. En 2016 dejó la estrategia en manos de Steve Bannon, un experto propagandista con una fortísima carga ideológica. Este año, el candidato tomó la decisión de cambiar el modelo. Convencido de que el discurso debía mantener la llama encendida de la polarización, decidió que su prioridad debía ser la de garantizar el control de los votos uno a uno. En verano las previsiones de las encuestas no eran buenas. Tomó la decisión de cesar a Brad Parscale que era su estratega de cabecera. Era un hombre polémico centrado en exceso en su brillo personal y en aparecer en los medios. Trump decidió que necesitaba alguien más productivo. Para ello, eligió como responsable de su campaña a Bill Stepien. Se trata de un consumado especialista en datos. A sus 42 años, ha sido descrito por el New York Times como “muy disciplinado y obsesionado con los datos. Astuto y despiadado, es un Maquiavelo guiado por hojas de cálculo de voto”.

Pase lo que pase esta semana, Stepien ha conseguido derrotar a todos los encuestadores estadounidenses. Sería especialmente llamativo que al final todo se resuelva gracias al resultado en Pennsylvania. Se trata de un estado tradicionalmente demócrata que en 2016 cayó del lado republicano por apenas 35.000 votos, después de que votaran casi 3 millones de electores. En el último debate televisivo, celebrado en Nashville, fue sorprendente la obsesión de Trump por citar Pennsylvania. Lo hizo en media docena de ocasiones. Resulta evidente ahora que sabía donde necesitaba potenciar su mensaje.

El valor real de cada voto

Da la sensación de que los expertos en demoscopia han sobrevalorado el descontento de una parte de la población contra Trump. Es manifiesto que un buen número de ciudadanos estadounidenses ha aumentado su grado de indignación contra el actual presidente. Sin embargo, su voto se ha demostrado que vale lo mismo. Los votos no miden la intensidad del sentimiento de una persona, sino sencillamente cuentan el número de personas que apoyan ese sentimiento. El valor de un norteamericano mucho más indignado y harto de Trump que hace cuatro años vale exactamente lo mismo que en 2016: 1 voto.

Independientemente de lo que ocurra en los próximos días, parece claro que la campaña demócrata no ha conseguido desequilibrar claramente la votación. Una vez más, puede que se haya producido un manifiesto efecto burbuja que hace perder visibilidad a quienes viven dentro de un ecosistema determinado. A la hora de escribir esta columna, en Washington DC, Biden gana con un 92% de votos, frente al 6% de Trump. En la ciudad de Nueva York, la victoria de los demócratas ha sido de 81% frente a 18%. En Los Ángeles, de 73% a 25%. Parece evidente que al mundo mediático y demoscópico les pesa demasiado el entorno en el que viven cotidianamente. Parece que les falta perspectiva de lo que realmente es Estados Unidos en toda su extensión.

El efecto de la polarización

Desde el punto de vista argumental, cabe plantear un significativo debate. La polarización extrema parece provocar un manifiesto efecto de confirmación de las posiciones. Trump lleva cuatro años promoviendo una confrontación nacional que ha sido contestada por los sectores progresistas. Los datos parecen confirmar que la estrategia garantiza la estabilidad del voto. Cuanto más intensa es la guerra menos posibilidades parecen abrirse de que haya cambio de bando. Trump contaba con un entorno muy adverso en plena pandemia y con la dificultad de hacer frente al impulso emocional de quienes deseaban como fuera derribarle.

A la vista de los datos, puede concluirse que los republicanos han podido acertar en exacerbar más aún la polarización. Con esa estrategia han podido conseguir que toda la fuerza que venía en su contra haya servido para asentar el voto de quienes se han sentido atacados por todos los frentes y con una enorme intensidad. El factor emocional de resistencia y de pertenencia a un frente ha podido contrarrestar al impulso del cambio que promovían Biden y los demócratas.

Conclusión para España

Evidentemente, lo que termine por suceder en Estados Unidos va a tener una decisiva influencia en el desarrollo de la vida política en todo el mundo occidental. Es el país referente de las técnicas electorales y todo lo que allí suceda tendrá réplicas en otros países, España incluida. El buen resultado obtenido por Trump, gane o pierda finalmente, puede animar a las fuerzas populistas a rearmarse en sus convicciones y en sus estrategias. Puede que acaben concluyendo que la polarización, la confrontación y el estilo bélico dan buenos resultados.

Pueden acabar cometiendo un error. Lo que cabe extraer de lo vivido ayer en Estados Unidos es que la polarización extrema reafirma las posiciones políticas, antes que alterarlas de forma extendida. Es decir, en aquellos países, como el nuestro, en el que los populismos frentistas siguen siendo perdedores en términos electorales puede suceder que si se animan a encender aún más la mecha de la confrontación acaben por confirmar su derrota en las urnas.

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