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Moreno Bonilla se hace un Ayuso en Doñana

Fátima Báñez confesó una vez que se había aliado a la Virgen del Rocío para salir de la crisis. Me he acordado del fervor rociero de la ex ministra con esto de que Moreno Bonilla anda quejándose de la parodia que hicieron en TV3 y me da por pensar que igual también él ha dejado la protección de Doñana en manos de la Virgen, que tiene su ermita en el parque. Todo puede ser. Lo que está claro es que la Junta de Andalucía no se está ocupando de ello con la ley que ha impulsado esta semana, y sí de amarrar los votos de la comarca, en un ejercicio de populismo más propio de Isabel Díaz Ayuso que del perfil de racionalidad y moderación que se ha trabajado el presidente andaluz. 

A Moreno Bonilla se le dibujaba un rictus de institucionalidad cuando le preguntaban por las estrategias ramplonas de su compañera en la pandemia, pero lo que está haciendo en Doñana es tan burdo como aquello. Ayuso abría los bares cuando la incidencia del virus era altísima porque sabía que ya se encargaría el Gobierno de tomar medidas, y Moreno Bonilla se empeña en indultar regadíos ilegales en Doñana porque sabe que esa ley jamás entrará en vigor. La suspenderá el Tribunal Constitucional en cuanto se lo pida el Ejecutivo, que se lo va a pedir. 

Podemos evaluar lo que hizo y lo que dejó de hacer el PSOE cuando estuvo en la Junta, pero de ésta sale muy dañada la credibilidad de Moreno Bonilla en la materia y no precisamente por que le hayan querido colocar el traje de “señorito andaluz”, que le pega poco. Quienes han hablado de cambio climático con el presidente dicen que tiene conocimientos. En noviembre pasado, fue a Egipto, a la COP27, para proponer a Andalucía como sede de la siguiente cumbre del clima dada la vulnerabilidad de la región. Se desconoce la gestión que pretendía lucir el andaluz como carta de presentación, porque aterrizó en la Junta eliminando la Consejería de Medio Ambiente y, cuando la ha recuperado, ignora todas las advertencias de los conservacionistas y el consenso científico sobre Doñana. 

Visto lo visto, hay un paso entre aspirar a ser sede de la cumbre del clima y el negacionismo. No hace falta hacer declaraciones polémicas como acostumbra la presidenta de la Comunidad de Madrid, basta con despreciar el criterio de las cientos de personas que hacen seguimiento del parque en la Estación Biológica de Doñana, que es todo un laboratorio del cambio climático. Y es desolador que se despilfarren el talento y los recursos públicos invertidos en la investigación por puro cálculo electoral. Un despropósito en el mundo postpandemia, que ha comprobado en tiempo record que los milagros los hace la ciencia, con permiso de la advocación mariana a la que cada uno se quiera encomendar. 

Es desolador que se despilfarren el talento y los recursos públicos invertidos en la investigación del cambio climático por puro cálculo electoral

No todo puede valer para que Núñez Feijóo veranee como presidente en las Marismillas, muy cerca de la ermita del Rocío y de las oficinas de la Estación Biológica de Doñana, que todo convive en el parque. Frente a la demagogia y el oportunismo que hemos oído estos días, conmueve la solemnidad del ultimátum del director del organismo científico, Eloy Revilla. Hablaba ante el consejo en el que están representadas todas las organizaciones y administraciones vinculadas al espacio natural: “De nuestras decisiones depende el futuro de Doñana y su comarca, que, les recuerdo, no solo es un valor local o regional, sino que se trata de un patrimonio universal de toda la humanidad. Ustedes han de escoger cómo quieren pasar a la historia”. Parece que Moreno Bonilla ya ha quedado retratado y sale con un inquietante parecido a Díaz Ayuso. 

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Inma Carretero es periodista, licenciada en Ciencias de la Información y Ciencias Políticas. En la actualidad es la responsable de la sección de Nacional de la Cadena Ser.

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