¡La banca siempre gana! Helena Resano
Desde el pasado 28 de abril, la opinión pública española vive sometida a un incesante bombardeo de opiniones que pretenden relacionar el apagón ibérico con el proceso de transición energética. En España se machaca con la energía nuclear porque es el debate previo que se estaba intentando abrir desde determinados sectores interesados, pero en Portugal, por ejemplo, se señala el cierre de las centrales de carbón o incluso hay quien ataca la electrificación y dice que no debe ir tan rápida, cuando objetivamente va demasiado lenta. En EE. UU. también han aprovechado el caso y los think tank ultraconservadores o el propio secretario de energía, de agenda claramente fosilista, no han dudado en culpabilizar a las energías renovables.
Esto no es nada nuevo ni inesperado. Cada vez que ha habido un gran apagón en los últimos años se ha intentado culpar a las energías renovables. Se hizo en los apagones y fallos en las redes australianas en 2016 y 2019, en los cortes eléctricos de California en 2020 o en el apagón en Texas en 2021. En todos ellos se aseguró maliciosamente desde el primer momento que la inestabilidad provocada por la energía solar y eólica era la causante, y en todos ellos las investigaciones posteriores demostraron que esa no fue la causa. Sin embargo, aprovechar la ausencia de información o informe oficial para acusar sin pruebas funciona: el público asume que, si se las señala, es que esas energías deben ser inseguras y, aunque finalmente se demuestre que no fueron la causa, esa idea queda en el subconsciente colectivo. Fíjense que es exactamente lo mismo que vivimos ahora en España y Portugal.
Los bulos funcionan precisamente porque la idea perdura, aunque finalmente sea rebatida. La primera impresión es la que queda. En vez de cabrearnos con quien nos ha engañado, nos quedamos con la idea de que esta vez no ha sido eso, pero podía haber sido. Y al día siguiente tenemos un bulo nuevo de la misma fuente y en lugar de despreciarlo nos lo creemos de nuevo. Por eso es tan desesperante luchar contra los bulos, la verdad siempre va por detrás y luchamos contra la mente humana que siempre tiende a ver verosímil algo que esté mínimamente bien estructurado.
Cuando no importa lo que pase, que la solución es siempre la misma, sospeche
La insistencia en España de relacionar la ausencia de energía nuclear con apagones se circunscribe a esta estrategia. Es una cuestión antigua, porque ya en los meses anteriores los proscriptores nucleares intentaban hacer creer que si se seguía con el cierre nuclear podría haber apagones. La cuestión es que la amenaza de apagón que planteaban representaba exactamente la situación contraria a lo que pasó el 28 de abril. Durante meses estuvieron diciendo que, si se cerraban reactores nucleares, podía haber algunas horas de altísima demanda, sin generación solar y escasa eólica, con poca agua en los embalses, donde el suministro podría estar comprometido por falta de generación disponible. El 28 de abril, en España, había mucho recurso solar y eólico, poca demanda, los embalses hidroeléctricos tenían más agua que nunca y los 7 reactores nucleares seguían en el sistema. O sea, sobraba energía y generación por todas partes, exactamente al revés del escenario de riesgo planteado. En la primera situación, la solución que se vendía era la permanencia de la energía nuclear. En la situación contraria, también. Cuando no importa lo que pase que la solución es siempre la misma, sospeche.
En Alemania también se estuvo amenazando durante años con apagones por la sustitución de las centrales nucleares por altas cantidades de eólica y energía solar fotovoltaica. Alemania completó su cierre nuclear en 2023 cerrando 17 reactores en 12 años, y no solo no tiene apagones, sino que tiene una de las redes eléctricas más confiables del mundo, que es capaz de integrar puntualmente más energía solar y eólica de la que se ha integrado nunca en España. España, en cambio, aún no ha cerrado un solo gran reactor nuclear y tenía cuatro generando en el momento del apagón.
En este momento nada apunta que fuese un problema de falta de inercia en el sistema eléctrico español, de hecho, sabemos que la inercia estaba dentro del margen recomendado en Europa. Sin embargo, aunque asumiésemos esa hipótesis resulta francamente curioso que se destaque la importancia de los 3 GW nucleares que no funcionaban en ese momento y no los de los 26 GW de plantas de gas o los 17 GW de centrales hidráulicas que hay en el mix español. Pero hoy el debate que interesa en algunos sitios es el de las nucleares y por eso solo se habla de eso. Si la cruzada fuese para mantener las centrales de gas no tengan duda ustedes de que se ignoraría a las centrales nucleares y tendríamos manadas de tertulianos pidiendo pagos por capacidad para las centrales de gas y restricciones técnicas permanentemente más altas.
En el momento del apagón en España el sistema peninsular tenia una generación solar fotovoltaica que no llegaba al 55% y menos del 11% de eólica. Eran casi 9 puntos menos que en este momento en Alemania, donde no hay ya centrales nucleares
Volvamos a Alemania. En el momento en que estoy escribiendo esto, la energía solar fotovoltaica cubre el 68% de la generación eléctrica alemana. La eólica, un 6,4% adicional. Hablamos de un 74,4% de energías no síncronas y esto no es la excepción, es la regla del sistema eléctrico alemán en un día soleado de primavera. En el momento del apagón en España el sistema peninsular tenia una generación solar fotovoltaica que no llegaba al 55% y menos del 11% de eólica. Eran casi 9 puntos menos que en este momento en Alemania donde, les recuerdo de nuevo, no hay ya centrales nucleares.
Más allá de que, como ven, es falso que no se puedan integrar más renovables con seguridad en un sistema eléctrico ni que las nucleares sean necesarias para poder hacerlo, Alemania es una muestra de que no son necesarias grandes centrales térmicas o nucleares para apoyar a las renovables, o para ser más exacto, que cada vez son menos necesarias. Conforme se iban cerrando nucleares en Alemania, sus gestores de red iban modernizando y adaptando la red para instalar cada vez más renovable. En algunos lugares donde se cerraron nucleares se instalaron condensadores síncronos u otras soluciones. El país tiene, además, una hoja de ruta hasta 2030 para conseguir llegar a más de un 80% de generación renovable ese año donde se proyectan soluciones como el grid-forming o mecanismos de mercado para aportar servicios de red. De hecho, en otros lugares donde estos mecanismos ya están funcionando, como California, se llega a porcentajes de generación no síncrona del 86%.
Una transición energética es un proceso de cambio tecnológico que genera ganadores y perdedores, como tantos ha habido a lo largo de la historia. Los sectores que mueren intentan sembrar dudas, incertidumbre y miedo para intentar paralizar el cambio o, al menos, retrasarlo. El ataque preventivo a las energías renovables como causantes de riesgos y peligros es una constante de los últimos años desde los sectores fósiles y nuclear, y lo hemos visto en todos los países. Es un relato interesado con base en aprendizajes obsoletos ya superados por la tecnología y por los hechos.
Sean cuales sean las conclusiones de la investigación del apagón siempre habrá soluciones basadas en la electrónica de potencia y en la modernización y adaptación de la red eléctrica y los procedimientos de operación. El camino no es la parálisis ni el retroceso, al revés, es acelerar aquellos cambios, mercados y servicios que sean coherentes con un sistema reforzado y con más penetración renovable. Quien diga que las grandes centrales térmicas o termonucleares serán permanentemente necesarias y que no se pueden cerrar, sencillamente, está faltando a la verdad.
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Pedro Fresco es exdirector general de Transición Ecológica de la Generalitat Valenciana.
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