Desarmar la Unión Europea
Hace varias semanas, compañeras de la Red Global de Abogadas de Movimientos Sociales provenientes de Argentina, Colombia, España, Estados Unidos, Sudáfrica, y Tailandia nos reunimos en Roma con el octogenario profesor Luigi Ferrajoli, un jurista y académico de prestigio que en los últimos años ha defendido la necesidad de una reforma estructural de las Naciones Unidas para crear la Constitución de la Tierra.
Esa Constitución vendría a inaugurar un mundo sin fronteras, de ciudadanos globales, con elecciones internacionales, con un consejo de seguridad democrático sin derecho a veto, con impuestos globales progresivos, o la protección de los grandes ríos, bosques, mares, glaciares y selvas como bienes comunes globales.
No es extraño que las abogadas presentes creyeran, al principio, que estaban ante el ejercicio pueril de un senescente. Porque es difícil creer en alcanzar una utopía global cuando defiendes cada día la dignidad de comunidades asediadas por las lógicas brutales del autoritarismo y el neoliberalismo; cuando cada día observas cómo avanza la erosión del derecho internacional y se consume la vida en la Tierra. Y, sin embargo, a lo largo de la conversación, Luigi Ferrajoli fue abriendo nuestra imaginación, llenándonos de esperanza en una época llena de incertezas donde es complicado escapar de la depresión.
Quizás su propuesta más utópica sea la de desarmar los ejércitos y prohibir la producción y comercio de armas. Escuchándole hablar de la misma me acordé de la película El Sol del futuro, de Nanni Moretti, en la que su alter ego detiene durante horas el rodaje de una película que no es suya porque en la escena final un gánster va a ejecutar a sangre fría a otro y le mueve su convicción de que el cine debe dejar de reproducir la violencia.
Ambas ideas podrían parecer pensamientos infantiles y pueriles en una época en la que otro pensador italiano, en este caso Franco Bifo Berardi, anuncia que después del 7 de octubre de 2023 el genocidio sustituirá al derecho y la razón como formas de resolver los problemas del mundo.
Y, sin embargo, de pronto un compañero del Centro de Estudios Legales y Sociales de Buenos Aires recordó que la Corte Interamericana de Derechos Humanos tenía pendiente de resolver una opinión consultiva presentada por México sobre las actividades de las empresas privadas de armas y sus efectos en los derechos humanos. Y al rato, imaginamos a millones de ciudadanos organizando referéndums globales para decidir si queremos dilapidar nuestros presupuestos en misiles y drones o si, por el contrario, queremos desarmarnos y prohibir las bombas y fusiles que masacran millones de vidas para construir hospitales y generar cooperativas de viviendas.
En este contexto, quizás sería útil recordar que la mejor inversión en materia de defensa que puede realizar la Unión Europea es precisamente la de respetar, proteger y promover el Derecho Internacional que ella misma ha ayudado a erosionar
Estas cuestiones son de especial actualidad cuando se debate el rearme de la Unión Europea, se aumenta el presupuesto en materia de defensa en España, y se discute sobre la resolución de contratos con empresas israelíes por su participación en el genocidio de Gaza.
En este contexto, quizás sería útil recordar que la mejor inversión en materia de defensa que puede realizar la Unión Europea es precisamente la de respetar, proteger y promover el derecho internacional que ella misma ha ayudado a erosionar, por ejemplo, poniendo fin a su complicidad con el genocidio de Gaza y suspendiendo el Acuerdo de Asociación entre Israel y la Unión Europea. Porque seguramente nadie temería una guerra si la Unión Europea no hubiera apoyado las guerras imperialistas de Estados Unidos alrededor del mundo durante las últimas décadas.
Rearmarse con el auge de la extrema derecha y el autoritarismo en Europa es la excusa perfecta para generar un clima de terror en que se puedan continuar recortando libertades y derechos humanos en nombre de la seguridad ante ‘peligros inminentes’ y ‘enemigos de la patria’.
A su vez, aumentar la partida en materia de defensa precisamente ahonda en la raíz de la grieta que da alas a estas fuerzas reaccionarias, incluso si milagrosamente no afecta a las inversiones sociales, porque no corrige la precariedad, la desigualdad y la feroz competencia social que origina. Porque como recordaba el otro día José Enrique Ayala, “si el Gobierno es capaz de arañar más de 10.000 millones de otros capítulos o fondos europeos, ¿qué le impediría dedicarlos –por ejemplo– a construir 75.000 viviendas en suelo público en lugar de adjudicarlos a defensa?”.
El trabajo de quienes luchan a diario contra los desalojos, las detenciones arbitrarias, la tortura, el reparto desigual de las vacunas o el fin del genocidio en Gaza es fundamental. Pero también lo es imaginar mundos que ahora mismo parecen utópicos, pero que se pueden construir en varias décadas si los pueblos oprimidos y las clases trabajadoras se unen y cooperan. Porque cuando esta ola reaccionaria se desvanezca, será el momento de desarmarnos y construir la utopía.
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Miguel Ruiz Díaz-Reixa es abogado y técnico de Vivienda y Ciudad del Observatorio DESCA y miembro de la Red Global de Abogadxs de Movimientos Sociales