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Fratelli tutti. Una guía de alternativas políticas y económicas (I)

Foto de archivo del papa Francisco

Fratelli tutti. El título en latín y la “encíclica” como género literario de este libro del papa Francisco pueden llevar a mucha gente a pasar de largo y a disuadirla de su lectura, pensando que se trata de un libro religioso de piedad ubicado en una zona intemporal y ajeno a los problemas actuales. Nada más lejos de la realidad.

Lo primero que llama la atención es la originalidad del lenguaje, muy alejado del “políticamente correcto” al que nos tienen acostumbrados los que mueven los hilos de la economía, la política y la cultura, así como del lenguaje eclesiástico que con frecuencia no hace pie en la historia y construye mundos imaginarios al margen de la realidad. El lenguaje de Francisco tiene los pies en la tierra, posee una gran creatividad, remite a problemas de gran calado, tiene un componente social y resulta muy sugerente. Esas son también las características de su pensamiento religioso.

Habla, por ejemplo, de la caridad y el amor políticos, de la amistad social, de la contraposición entre mundo cerrado y mundo abierto, de pensar y gestar un mundo abierto, del prójimo sin fronteras, de la “globalización de la indiferencia” – muy frecuente en sus discursos y textos- de la cultura del descarte, de la construcción de la Casa Común, de la arquitectura de la paz, etc. Dicho lenguaje ya ofrece una pista de la importancia de su contenido.

Otra originalidad de Francisco en este género literario son las citas de autores clásicos como Virgilio y Cicerón, de teólogos actuales cuestionados por los papas anteriores como Karl Rahner, de autores de espiritualidad liberadora como Carlos de Foucauld y René Voillaume, de pensadores contemporáneos como George Simmel, Paul Ricoeur y Gabriel Marcel, de líderes de otras religiones, como el Gran Imán Ahmad Al Tayyeb, y de “hermanos que no son católicos”, a quienes reconoce autoridad, como Martin Luther King , Desmond Tutu y el Mahatma Mohandas Gandhi. Tales referencias dan idea de la apertura, diálogo intercultural, interreligioso, interdisciplinar de su pensamiento.

Fratelli tutti es, a mi juicio, uno de los mejores análisis críticos de las densas sombras que se ciernen sobre nuestro mundo, al que Francisco define como un “mundo cerrado”, sin un proyecto para todos los seres humanos y la naturaleza, con “una globalización y un progreso sin un rumbo común”, “sin dignidad humana en las fronteras”, caracterizado por el sometimiento de los pueblos y la pérdida de la autoestima por mor de las nuevas formas de colonialismo, por tendencias a uniformar el mundo, una mentalidad xenófoba hacia inmigrantes y refugiados, incluso compartida por algunos cristianos, olvidándose de que tienen la misma dignidad que las personas nativas, por una cultura al servicio de los poderosos, una fiebre consumista y la especulación financiera y el expolio, “donde los pobres son los que siempre pierden” (n. 53).

La crítica más radical, llevada a cabo con gran rigor argumental y cuestionamiento de la racionalidad económica ortodoxa, es la que dirige al neoliberalismo. Francisco desenmascara la falsedad de la creencia que se quiere imponer a la humanidad de que el mercado solo lo resuelve todo. Recurriendo al lenguaje religioso llama a dicha creencia “dogma de la fe neoliberal” y la califica de pensamiento pobre y repetitivo, ya que propone siempre las mismas recetas cualquiera fuere la situación. Subraya la estrechez de ciertas visiones economicistas y monocromáticas, llama la atención sobre la falibilidad de las recetas dogmáticas de la teoría económica neoliberal y critica los estragos que produce la especulación financiera cuyo fin fundamental es la ganancia fácil (n. 168).

Característica del dogma fe la fe neoliberal es “el descarte”, que ya criticara Francisco en la encíclica La alegría del Evangelio y coincide con la crítica de la necropolítica de Achille Mbembe. El descarte consiste se traduce en el sacrificio -incluso físico- de diferentes partes de la humanidad por mor de una selección que solo favorece a un sector que se considera con el derecho a vivir sin límites (n. 18). No se limita a los alimentos o a los bienes superfluos, sino a los mismos seres humanos. Y pone como ejemplo el descarte de las personas mayores a quienes en algunos lugares durante la pandemia se ha dejado morir y han sido “cruelmente descartadas” (n. 19). Este descarte se expresa de múltiples formas, entre las que cita la obsesión por reducir los costes laborales y el racismo.

De las críticas no se libra el populismo, pero no todo populismo, sino uno muy determinado, al que llama insano, cerrado, irresponsable y xenófobo: es el que está al servicio de los intereses económicos de los poderosos e instrumentaliza políticamente al pueblo y su cultura poniéndolos al servicio de un proyecto personal y de perpetuación en el poder (n. 159). Pero reivindica la necesidad de la palabra “pueblo” vinculada a un proyecto y unos objetivos comunes, y a una identidad común hecha de lazos sociales y culturales, como aspecto fundamental de la realidad social, frente a la concepción de la sociedad “como la mera suma de los individuos”.

En la buena dirección del pueblo así entendido sitúa a aquellos líderes populares que saben interpreta correctamente el sentir popular, su dinámica cultural y las grandes tendencias de la sociedad. Ellos prestan un excelente servicio al aglutinar y conducir a la ciudadanía en torno a un proyecto transformador duradero, que implica también no eternizarse en el poder y dejar paso a otras personas.

Pero las críticas de Francisco no desembocan en derrotismo, sino que dejan abierto el camino para la esperanza, que está enraizada en lo más profundo del ser humano. La encíclica es una excelente guía de propuestas alternativas en materia política y económica en sintonía con las de los Foros Sociales Mundiales por Otro Mundo Posible, los Movimientos populares que reivindican las 3T “Techo, Tierra y Trabajo y los movimientos ecologistas que reclaman el derecho al Territorio del que se están apropiando las multinacionales con sus prácticas extractivistas. Son propuestas que van más allá del clásico pensamiento social cristiano de los papas anteriores y de la propia socialdemocracia, que con frecuencia desemboca en políticas social-liberales.

Frente al individualismo del “sálvese quien pueda”, que se traduce en “todos contra todos”, y a la tendencia el ser humano “a encerrarse en la inmanencia de su propio yo, de su grupo, de sus intereses mezquinos” (n. 166), Francisco afirma el sentido comunitario de la existencia humana y “la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y solidaridad” (n. 33). Recuerda que “nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos” (n. 32). Reconoce la vulnerabilidad humana, desenmascara las falsas seguridades sobre las que hemos construido nuestra vida, deja al descubierto los maquillajes y las apariencias con que hemos disfrazado nuestros egos y desnuda nuestra supuesta omnipotencia.

¿Qué política? ¿Qué economía? Las alternativas políticas y económicas que propone Francisco se guían por el “bien común”, expresión que se repite en cada página. La política no puede estar sometida a la economía, como tampoco ésta debe someterse “al paradigma eficientista de la tecnocracia” (n. 177). Debe pensar en las futuras generaciones, no en fines y resultados electorales, e integrar a todos los sectores, especialmente a las personas y los colectivos más vulnerables de la sociedad. La política que propone Francisco es la que tiene capacidad para reformar las instituciones, establecer coordinación entre ellas, generar buenas prácticas y superar las presiones e inercias viciosas. Es, en definitiva, la que busca el bien común. Ese es el tipo de política que es necesario rehabilitar.

¿Qué economía? La integrada en un proyecto político, social cultural y popular que busque el bien común (n. 179). Lo que no resulta aceptable es que la economía asuma el poder real del Estado. Tampoco puede pensarse una economía sin política.

San Romero de América contra el Imperio norteamericano

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En el artículo siguiente analizaré el papel que Francisco reconoce a los movimientos populares como “sembradores del cambio”, el replanteamiento que hace de la propiedad privada, la reformulación política del amor y de la caridad y la relectura de la parábola del Buen Samaritano desde la compasión. Haré también algunas observaciones críticas a la Fratelli tutti.

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Juan José Tamayo es profesor emérito de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de 'Hermano Islam' (Trotta, 2019) y 'La Internacional del odio. ¿cómo se construye? ¿Cómo se deconstruye?' (Icaria, 2020).

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