¡No es solo por el velo!

Anahita Nassir

Zan zendegi azadi es el lema con el cual las mujeres iraníes (y cada vez más hombres) dicen basta a un régimen totalitario. Mujer vida libertad, ese es su significado, que galvaniza una serie de demandas acumuladas tras años de frustración y descontento social. No solo es por el velo, trasciende más allá, ahora es una lucha por la libertad: de decidir, de opinar, de ser, en definitiva, de vivir...

Irán, a pesar de ser un país rico en recursos naturales (gas y petróleo), contar con una situación geoestratégica única, un gran pasado histórico y su peso demográfico, podría haberse convertido en una próspera potencia regional. En su lugar, es una dictadura teocrática, caracterizada por una corrupción galopante, una ineficacia económica y una represión masiva. 

Cuenta con una población donde el 65% es menor de 35 años, sometida a la voluntad de una casta clerical, que decide sobre todos los ámbitos de la vida de 85 millones de personas; una casta asentada en el poder tras la victoria de la Revolución Islámica de 1979, y afianzada tras un complejo entramado de órganos políticos que aseguran su continuidad. Al vértice del cual, el líder supremo, una autoridad por encima de todo y de todos. 

Y la muerte de Mahsa Amini a manos de la “policía de la moral” ha sido la gota final que ha desbordado el vaso, y las mujeres están reclamando (una vez más y ojalá sea la buena) sus derechos. Mahsa se ha convertido en el símbolo contra la absurdidad de vivir bajo rígidas normas morales de hace catorce siglos. Alzan su voz para derribar la opresión que viven, contra la permanente tutela por el mero hecho de ser mujeres, su infantilización y dependencia de una figura masculina en todas las facetas de su vida. 

No es la primera vez que la población iraní protesta, pero sí la que ha logrado traspasar las fronteras y situarse en la agenda internacional, sobre todo por estar encabezada por mujeres y por su carácter reivindicativo universal. Bien es cierto que, desde hace muchos años, las mujeres iraníes han mantenido una lucha individual, silenciosa y cotidiana, incorporada a su rutina diaria contra el sistema que las oprime, y que finalmente ha derivado en esta lucha colectiva, cargada de frustración acumulada.

Hay que repetirlo: no, no solo es por el velo, la discriminación de género se cruza con otras, tales como la religiosa, la étnica, la social, la económica, en definitiva, es la lucha por la libertad y la justicia, es una lucha por los derechos humanos básicos universales. Es una protesta transversal, de una población con ansias de mayores cuotas de libertad, de querer vivir como se merecen y no bajo normas obsoletas. 

Inicialmente se pedían cambios en el régimen, pero ahora se pide un cambio de régimen. Revueltas pacíficas ahogadas por toda la maquinaria represiva del régimen, donde unas mujeres valientes, persistentes, con su cuerpo y su reivindicación, hacen frente a balas, amenazas de cárcel, de violaciones y de pena de muerte, castigo establecido para quien atente contra la República Islámica u ofenda al líder supremo.  

Muchos y muchas han perdido y perderán la vida por la causa. Algún día Irán será libre, pero, ¿cuándo? A largo plazo, ya que el régimen no cederá el poder tan fácilmente, morirá matando

La meta es la tan anhelada libertad. El camino está plagado de obstáculos, no es lineal, y es una lucha desigual: muchos y muchas han perdido y perderán la vida por la causa. Algún día Irán será libre, pero, ¿cuándo? A largo plazo, ya que el régimen no cederá el poder tan fácilmente, morirá matando. Es demasiado lo que está en juego. Y cuenta con su propia maquinaria represora: no solo el ejército sino el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria, cuya principal razón de ser es proteger la República Islámica. No hay que olvidar que el estamento político-clerical lleva 43 años controlando el país y enriqueciéndose de los beneficios de la venta de petróleo, en vez de que repercuta en el bienestar de la mayoría.

Y, ¿a qué precio? Uno muy alto y en total impunidad. Las organizaciones internacionales en defensa de los derechos humanos deben seguir recogiendo evidencias de todas las atrocidades cometidas por el régimen.

Todo régimen autoritario puede asumir un grado de disidencia, así lo demuestra la historia de Irán, donde han sido sofocados otros episodios reivindicativos en el pasado. Las esperanzas depositadas en los presidentes reformistas, tales como Khatami o incluso Rohani, se vieron defraudadas por la realidad del propio sistema, que filtra los candidatos presidenciales y jamás dejaría pasar a uno que de verdad cuestionara el poder. (Inciso: una mujer puede presentarse a ciertos cargos políticos, pero no a presidente, por su condición de mujer). 

La solución la tienen los propios iraníes, siendo las mujeres una pieza fundamental de dicho cambio social. ¡Sigamos siendo su altavoz, que retumbe ZAN ZENDEGI AZADI, que reverbere y sea la mecha que encienda la esperanza en todos los rincones del mundo y que su lucha no sea en vano!  

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Anahita Nassir es politóloga hispano-iraní y colaboradora de la Fundación Alternativas.

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