Ser el río más largo en Taiwán es trascendental

Emilio Menéndez del Valle

En 2012, en una clase de historia en un colegio de Taipei, la profesora inquirió a sus alumnos: ¿Cuál es el río más largo de nuestro país? Uno de ellos, un tanto perplejo, alzó la mano y preguntó: “¿Señora, a que se refiere cuando habla de nuestro país? Toda China o solo Taiwán?” La pregunta del estudiante era pertinente y significativa. Sin darle mayor importancia al aspecto geográfico, la respuesta podría comprender el taiwanés río Zhuoshui, de 203 kilómetros de largo o el Yangtsé, de 6300 km., el mayor de China continental y del continente asiático y el tercero del mundo, tras el Amazonas y el Nilo. 

El episodio fue relatado por Hsieh Huai-hui, director adjunto del Departamento de Relaciones Internacionales del Partido Democrático Progresista (PDP), cuya sobrina era alumna de esa clase.

Supe de ello durante mi estancia en Taiwán en enero de 2014, encabezando una delegación del Parlamento Europeo de visita en la isla. Presencia que no irritó a Pekín, no solo porque nuestra estatura política no podía rivalizar con la de Nancy Pelosi, sino sobre todo porque las relaciones Taipei/Pekín bajo la presidencia de Ma Ying-jeou (Kuomintang , partido nacionalista) eran muy diferentes. La administración Obama (2009-2017) y la de Ma (2008-2016) fueron casi exactamente paralelas y el entendimiento fue un hecho durante esos años coincidentes. El Kuomintang (KMT) había estado enfrentado a Pekín desde el final de la guerra civil china en 1949 y buscado refugio en la isla de Formosa (Taiwán). No obstante y coincidiendo con el período Obama había iniciado un período de acercamiento a la República Popular deseando establecer relaciones más estrechas, mientras que el principal partido de la oposición, el PDP, de la actual presidenta Tsai, no disimulaba especialmente su aspiración pro independencia.

El presidente Ma promovía relaciones cordiales con Pekín, lo que aminoraba las tensiones y por ende satisfacía a Estados Unidos. De ahí que al estrecho de Formosa la agencia internacional correspondiente le retirara la calificación de punto geopolítico supercaliente, inductor potencial de choques entre dos superpotencias que disponen de armas de destrucción masiva (la calificación anglosajona es “foremost flash point”).

En febrero de 2014 el Gobierno de Taiwán emprende una iniciativa arriesgada, pero fructífera. En reunión mantenida con el presidente Ma el 8 de enero le pregunté sobre su política a este respecto. No me desveló lo que iba a acontecer un mes después, pero obviamente manifestó interés en que Europa estuviera atenta a lo que, casi de inmediato, estaba por llegar. El 11 de febrero tuvo lugar en Nanjing, China , el primer encuentro oficial desde el final de la guerra civil entre Wang Yu-chi, ministro taiwanés para Asuntos del continente, y Zhang Zhijun, ministro de la República Popular para Asuntos de Taiwán. En junio de ese mismo año Zhang visitaría Taipéi.

Entre marzo y junio de 2014, la situación se había complicado para el presidente Ma y el KMT. El 18 de marzo, como protesta contra un acuerdo comercial con Pekín promovido por Ma, 300 estudiantes ocupan el Parlamento y permanecen en él hasta el 7 de abril. Cuando lo evacúan, miles de personas los aclaman. Es la época en que la opinión pública de Taiwán está más dividida sobre el tema independencia o continuidad del statu quo.

Estando ya Biden como presidente, prometió más armas a Taipei, al tiempo que afirmaba que Washington acudiría en su ayuda si fuera atacado por China, lo que parecía indicar el abandono de la política de ambigüedad estratégica

El presidente Ma está persuadido de que la tesis independencia no puede prosperar e insiste en obtener beneficios mediante una relación cordial y sin tensiones con la República Popular. Se reúne con el presidente Xi en noviembre de 2015, primer encuentro entre máximos ejecutivos desde 1949. La diplomacia desplegada por Ma es saludada por Washington. Dialogan, entre otros temas, sobre el enfrentamiento de soberanía entre Pekín y Tokio por las islas Senkaku (en japonés), Diaoyu (en chino) en el mar septentrional de China, algo que también afecta a Taipei y pasan a hablar de disputas en el mar meridional.

Sin embargo, el tiempo político de Ma ha terminado a causa de la situación interna. En mayo de 2016 el PDP gana las elecciones generales y Tsai Ing-wen, que acaba de recibir a Nancy Pelosi, se convierte en presidenta. Para disgusto de la administración norteamericana, las relaciones con la República Popular ya no serían las mismas y cabía preguntarse entonces cómo serían con Washington. No contábamos con el ciclón Donald Trump. Las tensiones con Pekín, reducidas al mínimo en el período Ma/Obama, se recrudecieron cuando el presidente electo Trump rompió (como tantas otras cosas) la tradición diplomática norteamericana al hablar telefónicamente con la presidenta Tsai, primera conversación entre líderes de ambas partes desde 1979, lo que ocasionó una fuerte protesta diplomática del Gobierno chino. En febrero de 2017, Trump habló con Xi Jinping y le aseguró que Washington continuaba comprometido con la política de una sola China, lo que no fue obstáculo par que en 2019 vendiera armas a Taipei de diversa naturaleza por valor de más de diez mil millones de dólares.

Estando ya Biden en pleno ejercicio presidencial, prometió más armas a Taipei, al tiempo que afirmaba que Washington acudiría en su ayuda si fuera atacado por China, lo que parecía indicar el abandono de la hasta entonces mantenida (muy decididamente por Obama) calculada política de ambigüedad estratégica. Sabido es, no obstante, que con cierta frecuencia, algunas excesivamente tajantes declaraciones del presidente Biden son adecuadamente matizadas por sus colaboradores, lo que aconteció asimismo en este episodio, al insistir en que la política hacia Taiwán no había cambiado.

Ante la escalada de la tensión, Xi advirtió a Biden que no debía jugar con fuego. La advertencia debería haber sido dirigida directamente a Nancy Pelosi, quien, obviamente, no contaba con el placet presidencial para - con su muy personal iniciativa- alterar la ambigüedad y neutralidad estratégicas en momentos en que Occidente tiene ya demasiadas preocupaciones con la invasión rusa de Ucrania.

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Emilio Menéndez del Valle es embajador de España

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