Transición energética a la carta: Trump y la “sostenibilidad”
El eterno debate entre si seguir consumiendo los pocos recursos no convencionales que tiene nuestro Planeta o comenzar a tomar conciencia de cambio y poner toda la carne en el asador por las energías renovables. Una disyuntiva que, en cierta medida, a todos nos afecta en nuestro día a día: cambios en el precio de nuestra factura de la luz, el gas, o cuando vamos a llenar el tanque de gasolina. Incluso, tal y como hemos visto recientemente, las energías renovables nos pueden servir como excusa para politizar y frivolizar algo tan grave como lo que vivimos hace tres semanas en este país. En definitiva, estamos entre la espada y la pared. Hagamos lo que hagamos, cómo lo hagamos o en qué medida lo hagamos, vamos a salir escaldados respecto a la opinión pública. En Europa, un exceso de compromiso con las energías renovables ha llevado a críticos políticos a debatir sobre el buen hacer de la política energética en el viejo continente. Una crítica negativa que se ha visto enfatizada por el cambio de rumbo en Estados Unidos tras la entrada de Donald J. Trump. No es casualidad, ni mucho menos, ver cómo desde la entrada a la Casa Blanca del magnate americano, las voces críticas sobre la transición energética cada vez son más sonadas.
Como bien sabemos, una de las primeras medidas de Trump al entrar a su segundo mandato en la presidencia norteamericana fue declarar una emergencia energética, teniendo como último fin incrementar a toda costa la producción de petróleo, gas en territorio norteamericano. Volviendo así a las andadas del famoso movimiento “Drill Baby Drill”. ¿Pero, incrementar la producción para qué? Para reducir considerablemente el precio de barril, lo que ayuda a llenar el tanque de gasolina por menos y así convencer a sus conciudadanos de lo bien que lo está haciendo. Una política más que cuestionable, teniendo en cuenta que muchas compañías petroleras norteamericanas se encuentran ya por debajo del break-even point, punto a partir del cual los ingresos no pueden llegar a cubrir costes. No obstante, no todo son críticas negativas hacia la política de Trump. ¿Y si os dijera que nuestro querido amigo está haciendo (sin querer, claro) un pequeño favor a la transición energética a través de sus políticas? No me creeríais, por supuesto, yo tampoco lo haría. Veamos a qué me estoy refiriendo.
En Europa, un exceso de compromiso con las energías renovables ha llevado a críticos políticos a debatir sobre el buen hacer de la política energética en el viejo continente
En la orden ejecutiva que declaraba la emergencia energética, se le dio un tratamiento preferente a la energía geotérmica, junto con los combustibles fósiles y la energía nuclear, no mencionando a la energía eólica y solar. Desde la elección de Trump, la geotermia está comenzando a ganar adeptos en suelo americano, a pesar de suponer tan solo el 1% de la energía eléctrica generada en la red (link). El calor generado por la geotermia puede ayudar a asegurar una energía fiable y asequible, junto con el resto de soluciones y alternativas. Otro indicativo de la apuesta de Trump por la geotermia es la nominación de Chris Wright como Secretario de Energía. El ejecutivo, a través de la compañía Liberty Energy, tiene intereses en la empresa Fervo Energy, quienes están trabajando en Sistemas Geotérmicos Mejorados (SGM) en los estados de Utah y Nevada. Según lo que pudimos ver también en la CERAWeek, uno de los eventos de energía más esperados del año, la geotermia podría convertirse en una prioridad para la administración Trump (link). Pero… ¿por qué la geotermia en concreto?
La geotermia crea electricidad de forma limpia, produciendo vapor a partir del calor natural de la Tierra y utilizándolo para hacer girar una turbina. Para realizar ese proceso, la tecnología empleada es muy semejante a la que se utiliza para la perforación en la industria del O&G. Es más, muchas de las soluciones y las innovaciones llevadas a cabo durante el boom del shale oil a principios de los 2000 es lo que se está utilizando en la actualidad para extraer energía calorífica y llevarla a la red. Técnicas como la perforación horizontal o el fracking permiten bombear fluidos a alta presión en pozos perforados a través de formaciones rocosas a miles de metros bajo tierra, lo que genera grandes masas de agua caliente que pueden utilizarse para generar energía (link). Como podéis imaginar, no es casualidad que se le dé tanto apoyo a esta energía, teniendo en cuenta que la tecnología y el conocimiento ya están ahí.
Aunque es una energía poco extendida (apenas el 1% de energía eléctrica generada a nivel mundial proviene de esta fuente), algunos países como Kenia o Islandia son ejemplos prometedores, en donde se producen el 45% y el 66% de la energía eléctrica nacional, respectivamente (link; link). El Departamento de Energía estadounidense, sostiene que los proyectos de geotermia pueden llevar a proveer en torno a los 90 gigavatios de potencia, lo suficiente para dar energía a 65 millones de hogares.
Al margen de que resulte una fuente energética prometedora, tal y como pasa en muchos casos cuando hablamos de renovables, la clave se encuentra en reducir el coste de la tecnología y mejorar la eficiencia para que llegue a ser económicamente viable y escalable. También, aunque hablemos de una energía limpia, no deja de estar supeditada a los intereses del O&G, quienes tienen la tecnología, la experiencia y el know-how para explotar de forma viable esta alternativa. En la vida no es todo verde o marrón, también puede ser color caqui.
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Antonio García-Amate es profesor de finanzas en la Universidad Pública de Navarra (UPNA) e investiga sobre energías renovables y gas.