Tres razones por las que el PP no ha logrado sus objetivos

Manuel Escudero

Apenas se han acabado los ecos de la noche electoral, se van perfilando algunas primeras conclusiones.

Quisiera señalar tres razones que pueden quizás explicar la abrupta diferencia entre las expectativas que tenía el PP, que soñaba como mínimo con 150 diputados, y la realidad de los datos electorales, que lo ha situado en 136 y complica, por no decir que imposibilita, que pueda formar gobierno en España.

La primera razón es probablemente la consecuencia más clara que podemos extraer de los resultados electorales del 23 J: el PP pensaba equivocadamente que pactar con Vox era algo que estaba ya normalizado en la sociedad española, que no le iba a suponer ningún coste. Y no solamente no ha sido así, sino que su pacto potencial con Vox ha sido penalizado por partida doble: tanto en la forma de pérdida de apoyos de Vox, como porque ha frenado que el PP tenga mayores apoyos.

Si algo ha quedado claro en estas elecciones es que el pueblo español comienza a dar la espalda a la narrativa xenófoba, machista, intolerante y de cercenamiento de las libertades que defiende Vox. Y eso tiene consecuencias no solamente en España, sino en toda Europa, donde España, efectivamente, ha sido capaz de actuar como muralla contra el crecimiento de las extremas derechas europeas.

La segunda razón por la que el PP ha recibido en estas elecciones un golpe de realidad en todo el rostro ha sido su arrogancia y su predisposición a dar por hecho que el poder le pertenece. Hemos asistido a una marea incesante de encuestas que ya lo declaraban ganador, y que querían actuar claramente en algunos casos como argumento desmovilizador para el resto del electorado.

La política española en los últimos cuatro años, desde que el PP decidió tildar de ilegítimo al Gobierno de coalición, que fue en el minuto uno en 2019, ha sido una sucesión interminable de estudios demoscópicos que declaraban vencedor a un PP que abanderaba un cambio de ciclo. Ha habido innumerables declaraciones triunfantes de dirigentes del PP confundiendo prácticamente los resultados “irrefutables” de las encuestas con el veredicto de las urnas, que se iba considerando ya como un mero trámite, una mera formalización de lo que ya estaba destinado a ocurrir.

La izquierda, enraizada en la certeza de que en estos cuatro años se ha hecho una buena política para la mayoría, ha sabido soportar con estoicismo ese ambiente prefabricado de triunfo aparente de las derechas, incluso frente a una mayoría desproporcionada de analistas, tertulianos y medios coaligados para crear esa ilusión de triunfo seguro de las derechas.

Si algo ha quedado claro en estas elecciones es que el pueblo español comienza a dar la espalda a la narrativa xenófoba, machista, intolerante y de cercenamiento de las libertades que defiende Vox

Y la tercera y decisiva razón ha sido la utilización sistemática de la mentira como un elemento central de su campaña. Las mentiras han estado presentes, en la forma de “inexactitudes” reiteradas, en boca de su líder Feijóo, a lo largo de toda la campaña, en temas tan importantes como: el desempeño económico del Gobierno de coalición, la postura del PP ante la revalorización de las Pensiones de acuerdo con el IPC, la seguridad nacional en el caso Pegasus, la excepción ibérica y su inminente desaparición, el precio de la energía en comparación con otros países, la creación de puestos de trabajo en esta legislatura, el aumento de autónomos, la construcción de vivienda social en España y en Galicia o los datos de okupaciones.

Todo ello ha sido apoyado en otro elemento táctico de libro: proyectar en el adversario lo que uno hace, con lo que la acusación de mentiroso se la han intentado endosar sistemáticamente a Pedro Sánchez. Pero el argumento de equidistancia, de que tanto unos como otros mienten, no es válido.

La mentira ha sido un elemento imprescindible en la estrategia del PP por la sencilla razón de que el PP ha centrado su campaña en un concepto simple y que ellos pensaban eficaz: "derogar el sanchismo” y demonizar a su máximo responsable, Pedro Sánchez. Pero como quiera que la realidad del sanchismo ha sido más bien positiva y satisfactoria, y como quiera que Pedro Sánchez es un político limpio, el único modo de mantener esta estrategia ha sido deformar la realidad, es decir, mentir.

Probablemente ha sido este uso sistemático de la mentira lo que ha indignado sobre manera a los electores de izquierdas. Probablemente, esa indignación ha sido el motor más poderoso de la movilización de los votos a favor del PSOE, y de su aliado Sumar. O dicho de otro modo: las “inexactitudes” de Feijóo, reproducidas por todos sus cuadros a lo largo de la campaña han sido, probablemente, el mejor revulsivo para la movilización del electorado progresista y para que el PP se encuentre ahora con unos resultados electorales que hacen muy complicado, por no decir imposible, que pueda formar gobierno.

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Manuel Escudero es embajador de España ante la OCDE.

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