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La protesta social

De la batalla de identidades a los ecos del 15-M: la calle se agita a las puertas del largo ciclo electoral

De la batalla de identidades a los ecos del 15-M: la calle se agita a las puertas del largo ciclo electoral

La calle se mueve. Y no sólo la acera izquierda, que suele ser la más agitada. En la rampa de salida de la carrera electoral –que arranca el 2 de diciembre en Andalucía, será intensa en 2019 y aún tiene pendientes de ubicación los hitos de las elecciones generales y catalanas–, la movilización cobra protagonismo. Las manifestaciones de este sábado contra la sentencia del Tribunal Supremo sobre el impuesto a las hipotecas, impulsadas por Podemos, IU, Facua, CCOO, UGT y otras organizaciones, inciden en la ruptura de un periodo de cierta atonía. Está por ver si tienen continuidad, aunque las condiciones sociopolíticas indican que es improbable que se abra un ciclo de movilización tan intenso como el de 2011-2013. El escenario presenta la particularidad de que la derecha, tensionada por la competición de tú a tú entre PP y Ciudadanos y la creciente influencia de Vox, ha incorporado la calle a su despliegue político.

Frente a la agenda social de los partidos y colectivos de izquierdas, la derecha y el independentismo catalán mantienen en alto la movilización en clave identitaria. Rubén Sánchez, portavoz de Facua, organización convocante de las concentraciones a las puertas de los juzgados de este sábado, observa al terreno de juego con cautela. "La movilización por temas económicos es difícil de conseguir. Cuesta sacar a la gente a la calle diciéndole que así puede lograr que le devuelvan equis de su hipoteca, o que baje su recibo de la luz. Triunfan las movilizaciones que apelan a los sentimientos", razona. Nada más sentimental que una bandera nacional.

Por eso Sánchez cree fundamental vincular las movilizaciones contra la sentencia del Supremo con la indignación. Y no sólo con apelaciones de calado político, como la reivindicación de la separación de poderes, sino poniendo rostro a los problemas. "Hace dos años hubo protestas cuando murió aquella mujer en Reus a la que habían cortado la luz. Aquello movió más a la gente que el precio de la factura de su propia luz", reflexiona Sánchez. De la capacidad de la izquierda de generar una cierta emotividad política dependerá el éxito del empeño movilizador, reflexiona Sánchez. Las manifestaciones en clave identitaria tienen la ventaja de que el desafío independentista sigue vigente y el tema continúa a flor de piel y encaramado a las portadas de los medios. En cambio, los temas estrella del 15-M –desahucios, corrupción..– han perdido el fuelle mediático que tenían hace un lustro.

  Polarización en Cataluña

Lo que continúa determinando la agenda es Cataluña, un tema que hasta ahora ha castigado las posiciones tibias y ha premiado la polarización. Un tema en el que llevan la iniciativa los propios independentistas y Ciudadanos, partido con el que rivalizan en contundencia PP y cada vez más Vox. Los tres partidos coincidieron –con especial protagonismo de Albert Rivera– en Alsasua el fin de semana pasado en un acto patriótico en una zona de poderío abertzale. Entre las tres fuerzas de la derecha se ha desatado una especie de pique con terminal en la calle. Ciudadanos ha anunciado una manifestación el 25 de noviembre contra los hipotéticos indultos si hay condenas por el procès, y con el mismo objetivo ha convocado otra marcha Vox el 1 de diciembre.

Este sábado la asociación de policías y guardias civiles Justicia Salarial Policial (Jusapol) y grupos independentistas han vuelto a manifestarse en Barcelona. Aunque a priori las reivindicaciones de Jusapol son económicas, también están teñidas de connotaciones políticas por su defensa cerrada de la actuación de la policía durante la votación no vinculante del 1 de octubre, aspecto que enerva a los independentistas. ¿Abortarán las manifestaciones identitarias el posible rebrote de la movilización izquierdista a raíz de la sentencia del Supremo? Podemos e IU, que intentan sacar del foco el tema catalán por el desgaste que les ha supuesto hasta ahora, pretenden que no.

Falta de referentes

La socióloga y politóloga Begoña Marugán, de larga trayectoria feminista, no las tiene todas consigo. "En mi opinión no se dan las condiciones para que haya una movilización social. Ha habido un momento de reflujo y seguimos a verlas venir. Los acontecimientos nos superan y nos rebasan y todo empuja en la línea regresiva, de miedo al inmigrante, de políticas securitarias", afirma.

Marugán cree que, a pesar de desencadenantes puntuales que puedan empujar a movilizaciones con resonancias del 15-M, persiste un problema estructural más profundo: "Falta solidez. Estamos en una sociedad líquida y hemos perdido referencias de anclaje. Necesitamos algo a lo que agarrarnos. Y claro, el 'yo soy catalán', 'yo soy español' es es algo fácil a lo que agarrarse, te fija, te da solidez. Te ayuda a situarte en este mundo tan cambiante".

A la pregunta sobre qué anclaje podría tener una movilización de base social, responde con una leve risa. A su juicio, es una obviedad. "La única salida viable es la utilización de los feminismos como palanca de movilización social.feminismos Pero no hablo de un feminismo para que haya más mujeres en política, sino de cambiar las formas y los temas", señala. Está por ver el éxito del movimiento feminista a la hora de repetir y dar continuidad al éxito del pasado 8-M. De momento, Marugán observa con preocupación la "fragmentación" del movimiento y lamenta la persistencia del divisivo debate sobre la prostitución.

  Lejos de 2011-2013

La politóloga Carolina Galais ve improbable a corto plazo un rebrote de la protesta. "Estamos todavía en fase de repliegue de la última gran fase de movilización, que acabó en 2013-2014. Queda una gran base de movilizados 'de guardia', pero no se prevé que en el corto plazo haya otro gran boom de protesta que llegue a capas de la población que no están actualmente movilizadas. Los pensionistas, que podían ser una semilla de movilización futura, han sido parcialmente neutralizados con el principio de acuerdo por la revalorización de las pensiones y el bono social".

Tendiendo su mirada hacia Cataluña, Galais observa un "impás" en el independentismo, que, tras años de movilización "con muy pocos resultados", empieza a interpretar "repertorios más fúnebres que épicos". ¿Y la derecha? Galais observa un "desacomplejamiento" y "radicalización", pero no cree que sea capaz de sacar a la calle las masas que sacó en oposición a las políticas de José Luis Rodríguez Zapatero, por ejemplo en defensa de la llamada "familia tradicional" o "contra el aborto".

El sociólogo Manuel Jiménez coincide en la dificultad de alcanzar los picos del ciclo 2011-2013, cuando "se movilizó mucha gente, muchas veces, durante mucho tiempo". Pero subraya: "El principal predictor de participación en manifestaciones es haber participado antes". ¿Esto qué supone? Que el 15-M y sus réplicas supusieron una siembra, al igual que la movilización feminista... Tarde o temprano será recogida. Lo mismo vale decir para las movilizaciones derechistas de la primera legislatura de Zapatero, o las recientes protestas contra el independentismo catalán. Son una cantera para futuras movilizaciones.

Así están repartidas las fichas: por un lado, un amago de rebrote movilizador en la izquierda, que trata de sacar músculo tras una sentencia del Supremo con potencial para suscitar indignación; por otro, la fricción continua en Cataluña, con el independentismo intentando mantener viva la calle y "las derechas" –en expresión cada vez más utilizada por el PSOE y Unidos Podemos para subrayar sus divisiones y contradicciones– en continua apelación a la ciudadanía para oponerse públicamente al nacionalismo o a cualquier acercamiento del Gobierno a los nacionalistas. El movimiento feminista, mientras tanto, ha perdido visibilidad. Pero no potencial, según Galais. "El único grupo que tiene aún potencial de crecer, por números y por eventos que en un futuro pueden provocar más indignación y rechazo, son las feministas", expone.

  El efecto electoral

La apertura de un ciclo electoral por un lado tensiona, pero por otro lado puede llevar a confiar toda la energía política a las urnas. Sánchez (Facua) observa el riesgo de que los partidos intenten apropiarse de las movilizaciones de forma oportunista, lo cual puede llevar a divisiones y decepciones. "El hecho de que gobierne ahora mismo el PSOE puede incentivar a tratar de llevar algunas de las luchas clásicas por la vía institucional y sacarlas temporalmente de las calles", señala Galais. "A la vez, la vicepresidencia de facto de Unidos Podemos y la situación de 'deslegitimidad' creciente de la justicia tientan a este partido a llamar a la movilización callejera, no sólo para mantener despiertas y preparadas a sus bases de cara a las próximas generales, también para desmarcarse del PSOE", añade.

El ambiente de tensión preelectoral también suele desencadenar mayores movilizaciones sectoriales o corporativas, con el propósito de forzar cesiones antes de las urnas. Los jueces y fiscales prevén celebrar una huelga el 19 de noviembre en defensa de mejoras en sus condiciones. Justicia intenta desactivarlas. Con el poder judicial a su vez en el punto de mira de la protesta social, el potencial de este conflicto para saltar a la refriega política es elevado.

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  La movilización laboral

¿Y qué hay de la movilización históricamente más determinante, la movilización laboral? Fernando Lezcano, secretario de Organización de Comisiones Obreras, afirma que este frente "tiene vida propia" al margen de los vaivenes políticos y se desarrolla "al calor de las dinámicas de las empresas y de la negociación colectiva". "La movilización en los centros de trabajo está activa. Por los datos de los que disponemos, va en ligero crecimiento, sobre todo porque estamos en un periodo de activación de la negociación colectiva", expone. El acuerdo en junio entre sindicatos y patronal desbloqueó la negociación de múltiples convenios, cuyo desarrollo tiene también potencial conflictivo.

Lezcano cree que, mientras la protesta social –por ejemplo, la de este sábado– complementa y alimenta la laboral, la identitaria puede suponer un obstáculo. "El choque identitario consume toda la atención mediática, que no tiene hueco para ocuparse de un problema laboral de un colectivo", señala. También los procesos electorales, voraces en su acaparamiento de la atención, pueden "opacar" las movilizaciones laborales, señala Lezcano.  

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