Partido Popular

Casado busca en América Latina el reconocimiento de la derecha ultraliberal a su proyecto para España

El presidente del PP, Pablo Casado, se dirige a los medios tras una reunión con el alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta.

Iba a ser uno de los platos fuertes de la convención nacional que el PP celebró en València en los primeros días de enero. Pero no salió como estaba previsto. El equipo de Pablo Casado había incluido en el programa un inusual número de líderes y exlíderes del centro derecha europeo y latinoamericano con el objetivo de que diesen fe de las condiciones políticas y personales del presidente del PP para convertirse en el próximo inquilino de la Moncloa. 

El expresidente francés Nicolas Sarkozy, acabó siendo más noticia como consecuencia de su segunda condena por corrupción que por sus mensajes de aliento a la derecha española. 

El entonces primer ministro austríaco, Sebastian Kurz, al que Casado consideraba uno de sus modelos de inspiración, se vio obligado a dimitir salpicado por un caso de corrupción apenas unos días después de participar —mediante uno vídeo pregrabado— en el mitin de la plaza de Toros de València que cerró la convención del PP. 

El excandidato peruano, premio Nobel e icono liberal Mario Vargas Llosa no sólo se destapó con un discurso en el que elogiaba la democracia sólo cuando ganan los suyos sino que su nombre acabó apareciendo en los papeles de Pandora, una investigación periodística que sacó a la luz los vínculos de decenas de políticos y personalidades públicas con paraísos fiscales.

De los invitados estrella a la convención sólo sobrevive políticamente en activo el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, al que Casado también considera un modelo a seguir y de quien ha asegurado haber recibido valiosos consejos en los años que lleva como presidente del PP, entre ellos haberse negado a facilitar la investidura de Pedro Sánchez en enero de 2020. 

Las cosas no pintan bien para gran parte de sus homólogos en Europa. La CDU de Angela Merkel acaba de perder la cancillería después de 16 años a los mandos del Gobierno de Alemania —lo que equivale a decir que al frente de la Unión Europea—, la derecha francesa sigue sin reponerse a la tormenta ultraderechista y los socios italianos del PP —la Forza Italia de Berlusconi— buscan el modo de coaligarse con los ultras de Matteo Salvini para no adentrarse definitivamente en la irrelevancia política. 

Así que no es raro que en su reciente periplo internacional Casado haya optado por viajar a Atenas, con una escala testimonial en Chipre. Mitsotakis ha conseguido en Grecia lo que Casado busca en España: devolver a su partido, Nueva Democracia, los días de gloria del pasado, conquistar una cómoda mayoría absoluta y barrer a la izquierda del poder.

Ahora, aprovechando el parón político del puente de la Constitución, Casado cruza el charco para buscar allí el reconocimiento de sus aliados en América Latina, denunciar, de paso, la escasa atención que según él presta Pedro Sánchez a aquella parte del mundo y airear sus supuestas alianzas con los gobiernos autoritarios del área, desde Cuba a Venezuela pasando por Nicaragua.

Su agenda le llevará por cuatro países: Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile. En el primero ya se entrevistó este martes con Horacio Rodríguez Larreta, el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y uno de los políticos argentinos mejor situados para convertirse en el aspirante de la derecha a la presidencia del país en las elecciones de 2023. Larreta milita en el PRO, el partido del expresidente Mauricio Macri, con el que Casado presume de tener una excelente relación.

A continuación visitará en Montevideo y Asunción a los presidentes de Uruguay (Luis Lacalle) y Paraguay (Abdo Benítez). La minigira americana de Casado terminará el viernes en Santiago de Chile, donde será recibido por el presidente Sebastián Piñera, al que las protestas sociales y los escándalos, en especial su aparición en los papeles de Pandora, le han situado en uno de los niveles de popularidad más bajos que se recuerdan para un líder político en el país.

La escala chilena

La escala chilena es, con diferencia, la más importante desde el punto de vista político. El país, pendiente de una reforma constitucional, vive en extrema polarización desde que el pasado 21 de noviembre pasaron a la segunda vuelta de las presidenciales dos candidatos situados en posiciones antagónicas dentro del arco ideológico del país. La semana que viene, el domingo 19 de diciembre, los chilenos deben decidir quién sustituye a Piñera: el ultraderechista José Antonio Kast o el progresista Gabriel Boric. El candidato del actual presidente no consiguió pasar a la segunda vuelta.

La derecha latinoamericana de la que el PP es socio apuesta más o menos abiertamente por el triunfo de Kast, pese a su reivindicación del dictador Augusto Pinochet y sus alianzas con Trump, Bolsonaro y Vox. El expresidente argentino Mauricio Macri aseguraba hace pocos días que su triunfo daría continuidad a las políticas de Piñera, dejando entrever sus preferencias con tal de cerrar el paso a la izquierda.

En juego está la sordo batalla que sostienen los aliados políticos del PP en la región con los de Vox, y los intentos del lobby ultraconservador organizado en torno a la fundación Atlas Network de acercar ambos mundos para hacer frente con más eficacia a los partidos de la izquierda latinoamericana. Un buen ejemplo es el reciente fichaje del expresidente colombiano Andrés Pastrana, máximo responsable de la internacional de partidos de la que forma parte el PP, para la causa de Santiago Abascal.

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El líder de Vox cuenta como aliados con el hijo del presidente brasileño, Eduardo Bolsonaro, la derrotada candidata peruana Keiko Fujimori, o el aspirante ultra de Chile, José Antonio Kast. Casado hace gala de sus vínculos con Iván Duque, el presidente de Colombia, y con Guillermo Lasso, presidente de Ecuador.

En este contexto, Casado inició este martes su minigira por el cono sur americano proponiendo “una alianza por la libertad” que liderará España cuando él mismo llegue a la Moncloa para hacer frente a países como Cuba, Venezuela o Nicaragua. El líder del PP sostiene que el Gobierno de Sánchez no reconoce que el cubano es un régimen dictatorial, que está “blanqueando” a Nicolás Maduro y que guarda silencio sobre la situación en Nicaragua. Así volvió a asegurarlo ante los medios de comunicación argentinos e internacionales en su primera rueda de prenda en Buenos Aires.

Y eso a pesar de que el Gobierno español, a través del Ministerio de Exteriores, ha dejado clara su defensa de la democracia en Cuba y que no reconoce las elecciones venezolanas ni las que recientemente reeligieron al nicaragüense Daniel Ortega.

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