“Hablar con Cacharro”. Durante décadas, en la provincia de Lugo estas tres palabras podían significarlo prácticamente todo. Que un alcalde —del PP, obviamente— lograse una determinada inversión para su Ayuntamiento, que la Xunta de Fraga hiciese de una vez tal obra, que tal otra empresa saliese de un atolladero, que las fiestas de cierta parroquia tuviesen el esplendor que merecían o que tal persona encontrase un trabajo. “Hablar con Cacharro”, con Francisco Cacharro Pardo, presidente de la Deputación por Alianza Popular y por el PP (lo único que había cambiado era el nombre, sostenía) entre 1983 y 2007, era la puerta a todo eso porque Cacharro era el poder político, institucional y fáctico personificado.
"Hablar con Cacharro" significó todo durante décadas en Lugo porque el poder personificado era el presidente de la Deputación; gran hacedor para unos, cacique para otros
Lo era hasta unos niveles en los que lo que realmente hacía se mezclaba con el mito. Con lo que la gente decía que podía llegar a hacer aquel mandatario, que tenía —cuentan testigos directos— mesa fija diaria (acudiese o no) en el que entonces era uno de los mejores restaurantes de la ciudad amurallada, La Barra, muy próximo al Pazo de San Marcos —sede de la Deputación— y junto al cual estuvo abierta durante un tiempo una tienda “todo a cien” [pesetas] cuyos propietarios decidieron bautizar como Cacharriños, dando lugar a chistes y risas que solo se manifestaban por lo bajo en el Lugo de finales del siglo XX.
Llegó, efectivamente, a existir un cierto halo de niebla legendaria en torno al que para muchos era el gran hacedor de aquel Lugo: impulsor clave del campus universitario o conseguidor de infraestructuras impensables sin su mano —el Pazo dos Deportes, por ejemplo, financiado al 100% por la Xunta con casi 700 millones de pesetas—. Y, para otros, un dirigente afable en el trato más cercano si lo veía conveniente, pero con mano de hierro hacia los propios y —sobre todo— los ajenos. O, sencillamente, un cacique que solo cedió el bastón de mando cuando lo obligaron las confabulaciones internas impulsadas por el PP que empezaban a dirigir Alberto Núñez Feijóo y Alfonso Rueda, el mismo que ahora, diez años después de su muerte, acaba de empezar a rehabilitarlo.
“Hace 25 años se decía en la ciudad que Lugo se regía por el Evangelio según San Marcos”, ironizaba a mediados del pasado octubre Xulio Xiz, uno de los colaboradores de los populares en el homenaje que le tributaron este 5 de noviembre en la facultad de Veterinaria del campus lucense para, en el aniversario del centro, simbolizar que Cacharro fue clave en su creación e impulso. Al acto acudió Rueda junto a la actual líder provincial de la formación, Elena Candia, antiguos cargos y familiares de Cacharro.
Del ‘Evangelio según San Marcos’ que regía Lugo hasta hace dos décadas renegó la cúpula del PP de Feijóo y Rueda cuando en 2006 sustituyeron a Cacharro como candidato a la Deputación
De ese Evangelio renegó la dirección gallega del partido definitivamente en el verano de 2006. Un año después de perder la Xunta y a los pocos meses de sustituir a Fraga, Feijóo (presidente) y Rueda (secretario general) ratificaron que el candidato a presidir la Diputación lucense tras las municipales de 2007 sería José Manuel Barreiro. El antiguo hijo político de Cacharro era, a la sazón, vicepresidente del PPdeG, cargo creado ad hoc en el proceso precongresual en el que el principal afán del sector apodado del birrete —con José Manuel Romay Beccaría como principal padrino y referente— había sido dejar fuera de juego a los de la boina, representados por Xosé Cuíña. En esa longitud de onda estaba también Cacharro, que no había dudado en enfrentarse con Fraga en innumerables ocasiones. Aunque siempre con “lealtad”, reiteraba.
Pero Barreiro no fue presidente de la Diputación en 2007. Quien sustituyó a Cacharro fue el socialista José Ramón Gómez Besteiro al frente de una coalición con el BNG en la primera vez “desde los romanos” —como gustaba ironizar al actual líder del PSdeG— con un Gobierno progresista en la institución. El impulso de una izquierda que crecía en muchos municipios, que gobernaba en el Ayuntamiento de Lugo desde 1999 y en la Xunta desde 2005, fue clave en aquel cambio, pero algunos versículos del Evangelio según San Marcos también apuntan a que Cacharro movió hilos para que no funcionasen tan bien como antaño ciertos resortes que le habían garantizado la hegemonía electoral al PP en la provincia –y, por lo tanto, la Deputación– durante tantos lustros.
Perdida la Diputación, Cacharro aún se permitió sugerir en público que no descartaba nuevas aventuras políticas al margen de un PP de Lugo que había moldeado ayuntamiento a ayuntamiento pero que, decía, ya no reconocía como propio. Lo hacía mientras afirmaba abiertamente que había sido víctima de conspiraciones internas concretadas por cargos como Barreiro, un “muñeco dirigido por control remoto desde Santiago y Madrid”, lamentó en declaraciones a El Progreso en el verano de aquel 2007.
El histórico barón había atribuido su salida a confabulaciones internas y ligó a conspiraciones políticas la 'operación Muralla', el caso judicial que el PP también empleó para renegar de él
Una conspiración política, consideraba, había sido también la Operación Muralla, lanzada en 2006 por el entonces fiscal jefe de Lugo (pero no lucense), Jesús Izaguirre, acusando a Cacharro y parte de su equipo de presuntas irregularidades en obras de la Deputación. El histórico barón acabó exonerado meses antes de su muerte, en 2015, al no darse por probado que cometiese delitos como prevaricación.
Ver másMuere Francisco Cacharro, uno de los caciques provinciales sobre los que fundó su poder el PP gallego
Esa operación había sido parte del argumentario utilizado por el PP para renegar de él hasta dejarlo públicamente solo e incluso tener conflictos internos para rendirle tributo en la hora de su fallecimiento. El mismo PP —incluso, en algunos casos, con las mismas personas— que en la cita de este pasado miércoles elogió de Cacharro cualidades como la “estabilidad”, “fiabilidad” o el “rigor”, en palabras de Rueda.
Rueda lo eleva ahora a referente de "estabilidad" y "rigor" y Candia añade que era "sabio, tolerante y bueno" para dar por saldada la "deuda" y agradecer que la familia Cacharro evite el "rencor"
Cacharro era “sabio, tolerante y bueno”, añadió Candia. La máxima responsable orgánica del actual PP lucense da por saldada una “deuda”. Dijo agradecer que la familia del antiguo dirigente colaborase en el evento y en sus acciones paralelas —una exposición y un documental— sin “rencores”.
El hijo mayor, Francisco Cacharro Gosende —actual secretario del Ayuntamiento de Ourense, y antes coordinador general en el Gobierno de Gonzalo Pérez Jácome, entre otros cargos en la Administración local—, dio la “herida” por cerrada ante la plana mayor de un partido que fantasea con volver a gobernar la Deputación y hacerlo, además, con la misma holgura que en los años del cacharrismo. El objetivo, salvo un breve paréntesis vía transfuguismo temporal en el mismo 2015, se les resiste desde que en San Marcos no rige el Evangelio.
“Hablar con Cacharro”. Durante décadas, en la provincia de Lugo estas tres palabras podían significarlo prácticamente todo. Que un alcalde —del PP, obviamente— lograse una determinada inversión para su Ayuntamiento, que la Xunta de Fraga hiciese de una vez tal obra, que tal otra empresa saliese de un atolladero, que las fiestas de cierta parroquia tuviesen el esplendor que merecían o que tal persona encontrase un trabajo. “Hablar con Cacharro”, con Francisco Cacharro Pardo, presidente de la Deputación por Alianza Popular y por el PP (lo único que había cambiado era el nombre, sostenía) entre 1983 y 2007, era la puerta a todo eso porque Cacharro era el poder político, institucional y fáctico personificado.