COMUNICACIÓN POLÍTICA

Cuando el pueblo se convierte en un refugio informativo en el que huir de la 'infobesidad'

Una mujer nada en la playa este verano en Euskadi.

En mi pueblo, en Santa María del Páramo (León), no se habla de política. Y menos este verano. “Nosotros ya hemos votado, ahora que se pongan de acuerdo”, despachan los parameses cuando intentas sonsacarles.

Como Galicia durante esta ola de calor, los pueblos en agosto se convierten en pequeños “refugios informativos”. Allí no existe la necesidad de saber lo que pasa en Madrid minuto a minuto. Son el lugar perfecto para ponerse a dieta del exceso de información —la llamada infobesidad— y evitar desbloquear el móvil cada cinco minutos.

Durante once meses al año, vivimos en una vorágine en la que consumimos más información de la que podemos digerir. Y, claro, se nos indigesta. Somos adictos al scroll infinito en busca de novedades, aunque no las haya. Un menú informativo que está basado en "noticias" fast food: suculentas, rápidas y baratas (la mayoría de las veces, gratis) que consumimos a través de las redes sociales y que solo generan ruido. 

Si tuviésemos que encontrar un término para definir este problema, podríamos decir que somos infobesos. La infobesidad es la saturación informativa que sentimos cuando nos vemos abrumados por el ritmo al que va la actualidad. Además, nos aleja de los medios tradicionales y provoca que cada vez tengamos menos necesidad de estar bien informados. Los datos hablan por sí solos: al 37% de los españoles ni les interesan las noticias ni se fían de ellas, según el Digital News Report España. Un porcentaje que va aumentando año tras año.

Mentiras, memes y escaqueos en una campaña marcada por la credibilidad

Mentiras, memes y escaqueos en una campaña marcada por la credibilidad

España ha vivido cinco elecciones generales en menos de ocho años. Tres más de lo que sería normal. Las últimas, este pasado julio. Por eso, tras una campaña electoral intensísima que nos ha robado la mitad del verano, no es extraño que nos hayamos tirado de cabeza a evadirnos de la política hablando de Barbie, el truculento caso de Daniel Sancho, la ruptura de Rosalía y Rauw Alejandro o el Grand Prix, uno de los programas más vistos durante estas vacaciones.

Teníamos ganas de disfrutar de la playa, de la siesta y de la vida en el pueblo. De hablar de temas mundanos que nos acercan a personas de distintas ideologías, con las que el resto del año no estamos de acuerdo. Porque el posdebate sobre el Grand Prix y el seguimiento de los culebrones unen, votes a quien votes. En eso, no hay tanta polarización.

Y no pasa nada por desconectar. Está bien abrazar las banalidades del verano para prepararnos para un curso político en el que, haya repetición electoral o no, va a volver a haber demasiado ruido. ¿Y la investidura? Ya tal, como diría Rajoy. No vaya a ser que acabemos echando de menos hablar de Barbie y el Grand Prix. 

Más sobre este tema
stats