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Memoria histórica

¿Prieto en el mismo saco que Queipo de Llano? Historiadores denuncian el intento de Vox de imponer un relato equidistante

Indalecio Prieto tras entrevistarse, en mayo de 1936, con el entonces presidente de la República, Manuel Azaña.

Desde que metió cabeza en las instituciones, la extrema derecha no ha cejado en su empeño de torpedear cualquier intento de recuperación de la memoria democrática. Primero, manteniendo que no tiene “ningún sentido” condenar la dictadura. Segundo, tratando de tirar por tierra todos los avances legislativos en esta materia. Y ahora, recurriendo a esta misma norma para tratar de reescribir la historia. Con el respaldo de PP y Ciudadanos, Vox ha logrado esta semana que el Ayuntamiento de Madrid acuerde la retirada de todos los homenajes en la capital que recuerdan a los dirigentes políticos republicanos Indalecio Prieto y Francisco Largo Caballero. Y lo ha conseguido con una proposición que, para los historiadores consultados por infoLibre, está plagada de errores históricos de importante envergadura. El objetivo, imponer un relato de equidistancia que rechazan tajantemente. Porque, dicen, ni un Prieto ni un Caballero pueden meterse en el mismo saco que, por ejemplo, un Gonzalo Queipo de Llano, todavía enterrado con todos los honores.

“Es una vergüenza. Me siento incluso humillado como hispanista de toda la vida”, confiesa por mensaje Ian Gibson, uno de los referentes internacionales en el estudio de la Segunda República y la Guerra Civil. En la misma línea se posicionan los historiadores Ángel Viñas o Gutmaro Gómez Bravo, que han dedicado buena parte de su trayectoria a estudiar aquellos años convulsos de la historia de España. Ambos tildan la ofensiva de una suerte de “revisionismo histórico”. “Se está tratando de ahondar en la idea de los dos bandos equiparables”, recalca el segundo. De hecho, ese mismo era el mensaje que se lanzaba, por ejemplo, desde Ciudadanos. “La Ley es igual para criminales de uno y otro lado”, venían a decir en el Pleno. “Unir la República, la Guerra Civil y la dictadura de Franco en un mismo pasado traumático que conviene no remover es deformar la historia investigada en profundidad por decenas de historiadores y entrar en el juego de la ‘equiparación’ de víctimas y responsabilidades”, recordaba este viernes el catedrático de Historia Contemporánea Julián Casanova en un artículo publicado en su sección mensual de infoLibre.

Ángel Viñas, autor de obras como La República en guerra o La conspiración del general Franco, entre otras, va desmontando al otro lado del teléfono todas y cada una de las afirmaciones que se recogen en el texto de la ultraderecha y que han asumido conservadores y naranjas. “No tienen ni idea”, dice visiblemente irritado. Así, empieza rechazando la idea de que la izquierda quisiera la guerra. "Quienes la querían eran los monárquicos alfonsinos y los carlistas”, apunta. Tal y como recuerda Paul Preston en su libro La Guerra Civil española, ya antes de la victoria del Frente Popular, la extrema derecha se preparaba para un asalto violento. “Los carlistas almacenaban armas y entrenaban a sus milicias”, recuerda el historiador. Es más, en marzo de 1934 una representación del Partido Carlista y de Renovación Española, los monárquicos alfonsinos, hicieron una visita en Italia a Mussolini, quien les prometió “dinero y armas para un alzamiento”. “Ambos grupos estaban convencidos de que incluso un gobierno fuerte de derechas no constituía una garantía adecuada a largo plazo para sus intereses”, señala Preston en su obra.

La extrema derecha atribuye a Largo Caballero la responsabilidad, junto con Indalecio Prieto, de la Revolución de Octubre de 1934. “La entrada de tres ministros de la CEDA en el Gobierno se interpreta como un golpe de Estado. Entonces, se prepara una huelga general que deriva en choques violentos”, explica Gutmaro Gómez, profesor de Historia en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Gigefra. No niega, por supuesto, que se produjese, por ejemplo, violencia anticlerical durante aquellos acontecimientos. Y explica que uno de los encargados de organizar aquella huelga, más que Largo Caballero, fue Prieto. De hecho, él mismo lo señalaba en una conferencia celebrada el 1 de mayo de 1942. “Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento, pero la tengo en su preparación y desarrollo”, dijo, reconociendo que en las vísperas de la Revolución estaba ya en desacuerdo con la deriva del movimiento. Por aquellos acontecimientos fue enjuiciado el propio Largo Caballero como organizador, pero el Supremo terminó absolviéndole en noviembre de 1935.

La dureza discursiva de Caballero

Poco después llegaron los comicios que dieron la victoria al Frente Popular. La tensión en las calles se incrementó. Un grupo de ultraderechistas asesinó al teniente socialista José del Castillo. En represalia, otro que viajaba en un vehículo de la Guardia de Asalto sacaba de su casa al diputado monárquico José Calvo Sotelo y lo mataba a tiros. Vox sostiene que estos hechos fueron el detonante de lo que el franquismo denominó alzamiento y la posterior Guerra Civil. Los historiadores consultados lo niegan tajantemente. “El golpe de Estado estaba ya sobre la mesa el 25 de mayo”, explica Gómez en referencia a la primera de las cinco instrucciones reservadas dictadas por el general Emilio Mola, quien se encargó de organizar y dirigir los acontecimientos. Es más, un par de días antes de que el diputado fuera asesinado, el avión Dragon Rapide, encargado de trasladar a Franco de Canarias a Marruecos, ya se estaba dirigiendo hacia el sur. El historiador, por otra parte, rechaza categóricamente que Largo Caballero o Indalecio Prieto estuviesen detrás del asesinato del jefe de la oposición. Y mucho menos, que la orquestasen.

El relato contra quien fuera presidente del PSOE y secretario general de UGT, a quien desde el periódico oficial comunista Pravda calificaban de Lenin español, lo sostiene Vox, además, sobre varias citas en las que llamaba a la “revolución” o “la violencia”. Es cierto que Largo Caballero representó al ala más izquierdista dentro de los socialistas. Y que sus posiciones se fueron radicalizando poco a poco. Sin embargo, Gómez considera que hay que leerlas en el contexto adecuado. “Competía con la CNT, lo que le llevó a emplear un lenguaje más duro”, dice. De hecho, otros historiadores como Preston tampoco creen que fuera “sincero en sus afirmaciones revolucionarias”. “Pragmático, siempre preocupado por promover los intereses de los afiliados de la UGT, Largo solía dirigir desde atrás y a secundar las tendencias dominantes en la militancia, no tanto por la convicción como por la determinación de no quedar desfasado. Pese a toda la retórica empleada, la única arma real de la que disponía la izquierda a principios de 1936, la huelga general revolucionaria, nunca fue usada”, sostiene en La Guerra Civil española.

El dirigente socialista Francisco Largo Caballero. | Europa Press

El golpe de Estado incrementó, todavía más, las refriegas callejeras. Ni un solo historiador niega que se cometieran abusos en todas aquellas zonas que se mantenían bajo el control del Gobierno de la Segunda República. “Claro que los hubo, sería absurdo negarlo”, apunta Viñas. Otra cosa bien diferente es afirmar, continúan, que estos actos descontrolados de una masa enardecida estuvieran organizados desde el Ejecutivo o fueran provocados por las intervenciones públicas de sus máximos exponentes. En este sentido, los historiadores recuerdan varias de las alocuciones del propio Prieto como la respuesta oficial a los actos violentos. “Por muy fidedignas que sean las terribles y trágicas versiones de lo que ha ocurrido y está ocurriendo en tierras de nuestros enemigos […] no imitéis esa conducta, os lo ruego, os lo suplico. Ante la crueldad ajena, la piedad vuestra; ante la servicia ajena, vuestra clemencia; ante los excesos del enemigo, vuestra benevolencia generosa”, señaló en un mensaje radiofónico el 8 de agosto de 1936.

Un mes después, Largo Caballero era nombrado presidente del Gobierno y ministro de la Guerra. Bajo su mandato, sostiene Vox, se cometen “las mayores atrocidades en la zona republicana”. Sin embargo, dicen los historiadores, la ultraderecha se olvida de que el Ejecutivo se empleó a fondo para “poner orden en la retaguardia”. “Las autoridades republicanas se esforzaron al máximo por controlar a los elementos ‘incontrolados”, coincide Preston. De hecho, Gómez recuerda que fue Largo Caballero el que dio los pasos necesarios para formalizar un Ejército Popular que integrara a las milicias. No obstante, la ultraderecha le relaciona con las checas o la matanza en Paracuellos del Jarama. Algo que niega categóricamente el historiador del Gigefra. También hispanistas como Preston o Hugh Tomas han insistido en repetidas ocasiones en la inocencia del Gobierno republicano, por aquel entonces ya asentado en Valencia. Preston, en El holocausto español, sitúa la organización de las evacuaciones de la Cárcel Modelo, y los asesinatos, en la órbita del PCE y las JSU.

Enrique Moradiellos, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Extremadura, también deja fuera de todo debate la figura de Indalecio Prieto. Sin embargo, algo más de dudas le genera que no se deba rechazar la memoria de un personaje como Largo Caballero. Lo argumenta poniendo sobre la mesa varias resoluciones europeas. Por ejemplo, la del 17 de septiembre de 2019 del Parlamento Europeo, donde se busca una equiparación y condena de los crímenes cometidos por el nazismo, el fascismo o el estanilismo. Un texto en el que podrían tener cabida algunos de los planteamientos defendidos por Largo Caballero. “Quería la revolución socialista, se hizo bolchevique”, señala, al tiempo que recuerda su deseo de conformar una Unión de Repúblicas Ibéricas Soviéticas. Como el resto de historiadores, también pone sobre la mesa la represión en la zona republicana. Y hace mención a Paracuellos. Si bien no le responsabiliza de forma directa, sí que considera que tiene responsabilidad indirecta. “Él era presidente del Gobierno. Su ministro de Justicia y su director general de Seguridad sabemos que permitieron lo que sucedió”, dice.

Un paralelismo imposible

A pesar de las luces y las sombras alrededor de ambos personajes socialistas, Viñas y Gómez rechazan que se pueda establecer una suerte de equiparación entre ellos y los militares que se encargaron del golpe de Estado. “No es en absoluto comparable. Tampoco a nivel de responsabilidad. En primer lugar, porque ambos formaban parte de un Gobierno elegido democráticamente, por lo que contaban con legitimidad democrática. Y, en segundo lugar, porque la acción violenta fue diferente, con un uso de la fuerza que no puede compararse”, sostiene el profesor de Historia en la Universidad Complutense. En este sentido, recuerda que los militares contaban con un plan bien diseñado, buena equipación y financiación, a diferencia de la resistencia con la que se fueron encontrando durante los primeros compases del conflicto. En la misma línea se pronuncia Viñas, que explica que en la zona sublevada estaba previsto desde el principio “liquidar a cuadros políticos e intelectuales de la izquierda, dar un tajo en el cuerpo social para asustar a las masas obreras y campesinas”.

Los historiadores recuerdan la Instrucción Reservada Nº1 del general Mola del 25 de mayo de 1936. En su quinta base, este texto, que se encuentra en el Archivo Militar de Ávila, establece que la acción planteada tenía que ser “en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado”. “Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al movimiento aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelga”, se completa. “Se dio al Ejército poderes para que hiciera lo que quisiera”, resalta Viñas. Por eso, se niega a permitir que se pueda, ni tan siquiera, intentar instaurar cualquier tipo de relato que equilibre los actos en ambos bandos. “Se está tratando de instaurar en Madrid una concepción sesgada del pasado. Es un ejemplo de guerra cultural. Y si hay que dar la batalla cultural, se da. No soy un historiador equidistante. Soy un historiador que habla con documentos”, sostiene.

Olvido, memoria, Largo Caballero, Indalecio Prieto y Vox

Olvido, memoria, Largo Caballero, Indalecio Prieto y Vox

El general golpista Gonzalo Queipo de Llano.

Por eso, ni Viñas ni Gómez creen que se pueda meter en un mismo saco a personajes como Indalecio Prieto o Largo Caballero con otros como Gonzalo Queipo de Llano, quien durante la contienda se distinguió por su “ferocidad inaudita”. Enterrado en la Basílica de la Macarena desde 1951, el apodado como “virrey de Andalucía” por el enorme poder que llegó a atesorar fue el encargado de la represión en el sur de España. De hecho, se le considera máximo responsable de la mayor matanza en la zona durante la contienda. Unas 14.000 víctimas. Y sólo en Sevilla. De hecho, prácticamente desde el principio de la guerra dejó bien claras cuáles eran las órdenes de sus hombres bajo su mando. “Serán juzgados en juicio sumarísimo y pasados por las armas los incendiarios, los que ejecuten atentados por cualquier medio a las vías de comunicación, vidas, propiedades, etc, y cuantos por cualquier medio perturben la vida del territorio de esta división”, recogía un bando del 18 de julio de 1936, suscrito por el propio Queipo de Llano.

El general golpista también fue conocido por la guerra psicológica que ejercía sobre la población a través de las ondas radiofónicas. Conocidas son sus incendiarias alocuciones llamando a la violencia contra la izquierda. “Sus descripciones obscenas de las atrocidades sangrientas se oían todas las noches desde Sevilla y puede que contribuyeran a provocar algunas de las que perpetraron sus oyentes”, señala Preston en La Guerra Civil española. Recuerda, por ejemplo, la del 23 de julio de 1936: “¡Morón, Utrera, Puente Genil, Castro del Río, id preparando las sepulturas! Yo os autorizo a matar como a un perro a cualquiera que se atreva a ejercer coacción ante vosotros; que si lo hiciereis así, quedaréis exentos de toda responsabilidad”. Pero quizá una de sus alocuciones más conocidas fue aquella en la que llamaba a matar rojos y violar a sus mujeres. “Se les perseguirá como a fieras, hasta hacerlos desaparecer a todos. Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y de paso también a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”.

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