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Consumo

Supermercados cooperativos: una cesta de la compra más respetuosa con el medio ambiente

Socios y cientes hacen la compra en el supermercado Biolíbere.

Biolíbere se convirtió el pasado septiembre en el primer supermercado cooperativo de la Comunidad de Madrid tras seis años como asociación, un crowdfunding y el trabajo de más de 100 socios. Durante el mes de diciembre, La Osa empezaba su andadura en el distrito de Tetuán tras un año de obras y puesta a punto, y así se convertía en el segundo supermercado cooperativo de la capital. Y este nuevo año Supercoop espera abrir en el barrio de Lavapiés. Gracias a estas iniciativas Madrid se sumaría a otras ciudades europeas que ya contaban con este tipo de comercios.

Un proyecto similar lleva ya tiempo funcionando en Brooklyn, Nueva York, donde se encuentra el Park Slope Food Coop, un supermercado cooperativo que fue abierto en los años 60 y que cuenta con más de 15.000 socios.

Otros países europeos como Francia se inspiraron en la iniciativa neoyoquina. Así, apareció, por ejemplo, La Louve en París. Esta experiencia, junto a una iniciativa promovida por proyecto MARES, en la que se dieron sesiones formativas para intentar conocer otras experiencias de consumo responsable, fue el empujón que necesitaban algunas de las personas que estaban implicadas en grupos de consumo en la capital madrileña para decidirse a intentar llevar a cabo este proyecto. Además, también desde MARES propiciaron que algunos pudieran viajar a París para conocer cómo se organizaba La Louve. Una de estas personas fue Emilio Lázaro, uno de los socios fundadores de Biolíbere: “Estuvimos allí una semana viendo cómo funcionaba todo” y tras ese viaje “quisimos lanzarnos a hacer algo más grande de lo que estábamos acostumbrados”.

Dueñas, socios y clientes

Los supermercados cooperativos están formados por socios y socias que son al mismo tiempo consumidoras, trabajadoras y propietarias. Las personas asociadas pagan una cuota anual y deben hacer unas horas mínimas de voluntariado por unidad familiar, esto depende de cada supermercado pero suele rondar entre las 2 o 3 horas mensuales que pueden ser cubiertas por cualquier persona de la unidad familiar, con lo que se pretende “animar a las personas jóvenes a implicarse en el proyecto”, cuenta Emilio Lázaro.

El funcionamiento de estos supermercados se basa en la combinación de una parte profesional con una parte de voluntariado. La primera se encarga de garantizar la continuidad del proyecto y de las labores que requieren un mayor conocimiento como por ejemplo ponerse en contacto con los productores o hacer los pedidos. Suelen ser un par de personas que están contratadas por la asociación. Por otro lado, la parte de voluntariado es la que se encargan de llevar a cabo los socios y consiste en completar esas horas de trabajo para el supermercado realizando todo tipo de labores, desde reposición hasta limpieza pero pasando también por edición de vídeos para redes sociales.

Los supermercados cooperativos como alternativa

Este tipo de iniciativas tiene como objetivo crear una alternativa de consumo que sea “racional, colaborativa y sostenible”. Lourdes López, socia fundadora y trabajadora de Biolíbere, explica también que comer productos ecológicos es según su experiencia “bueno para la salud” y a la larga tanto ella como Lázaro afirman que “se nota que lo que comemos no lleva tantos productos químicos”. Sin embargo, lamenta que la gente “no está suficientemente concienciada” porque en muchos casos “no tenemos información de todo lo que supone la agricultura productiva, basada en mucho químico”. Jernej, agricultor del huerto El Cerro de Getafe y proveedor de BioLíbere, explica: “En mis cultivos yo no utilizo nada excepto azufre, porque creo que no es necesario”.

Desde estos supermercados intentan, en definitiva, ofrecer una alternativa a la cesta de la compra habitual: “Buscamos algo diferente, que tenga una serie de características: que respete el medioambiente, que sea de calidad, que respete también los derechos laborales y que sea lo más cercano posible”, afirma Emilio Lázaro.

Proveedores de cercanía para luchar contra la huella ecológica

Jernej, al igual que Pilar Rodríguez, de la granja de huevos El Majadal, son dos de los proveedores que suministran a Biolíber. Afirman tener "un contacto muy cercano con los trabajadores y socios", de hecho Pilar cuenta que un día "Emilio y Lourdes vinieron junto a otros socios y socias a ver mi granja". Ese contacto estrecho parece que no es la excepción ya que Emilio Lázaro sabe exactamente de dónde viene cada producto de la tienda, es más, conoce la mayoría de los proyectos que hay detrás de cada uno de ellos, como el de Josenea, una de las marcas de té e infusiones que ofrecen, y que es, además, un proyecto navarro nacido en una asociación que trabaja con jóvenes en riesgo de exclusión social.

Otro de los motivos por los que se busca productos de este tipo es en parte para dejar una menor huella ecológica, evitando adquirir material de otros países cuando se podrían conseguir en España. Este tipo de comercios nace también con el objetivo de apoyar a marcas locales de emprendedores cercanos, a los que a veces han llegado a visitar antes de la pandemia del covid-19, cuando todavía no se habían convertido en un supermercado cooperativo pero funcionaban como economato.

Democratizando la cesta de la compra

Biolíbere, al igual que otros proyectos similares como A vecinal en Zaragoza o La Ortiga en Sevilla, se gestiona dependiendo de las decisiones que toman sus socios en las asambleas. Son proyectos democráticos que tratan de implicar a las personas, no solo en lo que consumen sino también en el tipo de producto que pueden encontrar en el supermercado. Son las personas asociadas quienes deciden, por ejemplo, si se vende al público o solamente a socios. Lázaro explica que en el caso de Biolíbere se decidió “que aquellas personas que no son socias puedan comprar para que de esa manera puedan conocernos más y atraer a más gente al proyecto”.

Otra de las decisiones que se tomaron en Biolíbere fue por ejemplo no tener productos de grandes multinacionales como Coca-Cola ya que “esto es un trabajo voluntario en el que las personas asociadas invierten tiempo y decidimos que no queríamos contribuir a que grandes multinacionales, que además no comparten nuestros valores, se enriqueciesen”. Uno de los valores de los que habla Lázaro y que marcas como la citada no comparten, según el punto de vista de los socios de este espacio, es el deseo de reducir los envases, “nos gustaría llevar a cabo poco a poco un sistema de devolución de cristal como se hacía antiguamente, pero es algo complicado por ahora”. Sin embargo, “la gran mayoría de nuestros productos los puedes comprar a granel, incluso los productos de limpieza”.

 

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Comprar y "hacer barrio"

Los supermercados cooperativos “no son solo la parte de alimentación”, según Lázaro, en su caso se organizan actividades como la excursión citada anteriormente, coloquios, encuentros con los productores, talleres de cocina o pequeñas reuniones en alguno de los huertos urbanos que hay en Getafe y en los que la asociación que impulsó Biolíbere participa como el Huerto Plántate en el barrio de El Bercial.

Este espacio no es solo un lugar en el que adquieres productos, según Gema, socia de Biolíbere. “Conoces a la gente con la que coincides en las actividades o en los turnos de voluntariado”. Esto convierte a este tipo de espacios en un lugar en el que “se crean redes vecinales” y cuando llegan situaciones complicadas como la vivida durante la pandemia “la solidaridad de los socios sale a la luz”. Emilio cuenta que "es una manera de hacer barrio y eso se ha dejado ver estos últimos meses ”.

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