La última operación contra la corrupción en la UE saca a la luz dudas sobre la Policía belga
Un nuevo escándalo de corrupción sacude la burbuja europea de Bruselas. La antigua Alta Representante Exterior, Federica Mogherini, y el director general para Oriente Medio de la Comisión Europea, Stefano Sannino, fueron detenidos esta semana por la Policía belga en lo que apunta a una trama de favoritismo y manejo de información privilegiada aprovechando sus cargos presentes y pasados en las instituciones de la UE. Pero la actuación de los investigadores también empieza a generar dudas.
Tras el Qatargate que afectó a una vicepresidenta del Parlamento Europeo, los presuntos sobornos de Huawei a eurodiputados y asistentes parlamentarios, y el presunto blanqueo de dinero de Didier Reynders a través de la lotería belga mientras era comisario europeo, es ahora el Servicio Exterior de la UE el que es señalado. E indirectamente la Comisión Europea, que se está bunkerizando como un escarabajo haciendo una pelota para evitar las incómodas preguntas sobre las implicaciones del escándalo.
Mogherini y Sannino están acusados de fraude en concurso público, conflicto de intereses y violación de secretos profesionales en la adjudicación de la reciente Escuela Diplomática de la UE al College of Europe, la institución educativa de Brujas que forma a los mandarines comunitarios. Cuando se produjo, Mogherini era rectora del College de Brujas, puesto al que acaba de renunciar, y Sannino, el secretario general del Servicio Exterior, el número dos del Alto Representante, entonces Josep Borrell.
Sannino abandonó su cargo a principios de año, reclutado por la presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen, para potenciar la Dirección General para Oriente Medio, un órgano creado en febrero y que no ha escapado a la polémica, bajo críticas a Von der Leyen por supuestamente robar competencias del Servicio Exterior en favor de la Comisión. Sannino ya ha dejado su cargo en medio del silencio que guardan sus jefes. La portavoz de la presidenta de la Comisión, Paula Pinho, lleva toda la semana insistiendo en que “no pueden añadir nada a la cuestión” de lo conocido públicamente porque “hay una investigación en marcha”.
Mogherini y Sannino están en libertad, según la Fiscalía europea –órgano que lidera la investigación y que solicitó a las autoridades belgas levantar sus inmunidades para su detención– al no existir “riesgo de fuga”, pero los cargos se mantienen, igual que para un tercer implicado del equipo directivo del College de Brujas.
La actuación de la Policía belga
En declaraciones desde Abu Dhabi, Eva Kaili, antigua vicepresidenta del Parlamento Europeo y principal imputada en el escándalo de sobornos del Qatargate, criticó la actuación de la Policía afirmando que Bélgica “no es un lugar seguro” para los políticos y que se trata de “una operación contra Italia”, relacionándola con esa investigación en la que, además de ella que es de nacionalidad griega, la mayoría de implicados son italianos, o también con la referente a los presuntos pagos de Huawei a eurodiputados y asistentes parlamentarios, con miembros del partido Forza Italia implicados.
Ahora, dentro del Parlamento Europeo, como ha podido constatar infoLibre, se cuestionan las investigaciones de la Policía belga por efectistas en sus registros y de las que en seguida se conocen a los detenidos, pero parcas en resultados. Sin embargo, en público, los principales grupos parlamentarios han emitido comunicados mostrando su preocupación por la situación pero mostrando su confianza en la investigación. En privado, una importante eurodiputada incidía para este medio en la presunción de inocencia o la reputación de Mogherini y Sannino, que, lamenta, va a quedar permanente dañada.
Desde varias formaciones advierten que el proceso judicial del Qatargate está estancado tres años después de las públicas redadas en viviendas, hotel y despachos parlamentarios, sin fecha de juicio y los implicados en libertad condicional. Lo mismo ocurre con la investigación sobre el Huaweigate de principios de año, sin avances significativos. Esta misma semana, el Comité de Asuntos Jurídicos de la Eurocámara rechazó retirar la inmunidad a un eurodiputado italiano implicado en el primer caso ante la falta de evidencias aportadas por los investigadores belgas. Pese a estas críticas, la vicepresidenta del grupo parlamentario de La Izquierda, Manon Aubry reconoce que “dada la laxitud conocida en el pasado en la supervisión de la UE a sus altas figuras, quizás no es sorprendente” la operación contra la supuesta corrupción en el Servicio Exterior y el College de Brujas. Y demandan “urgentemente” la creación de un “órgano ético con más diente para frenar las raíces de la corrupción, en vez de esperar a que estalle el siguiente escándalo”.
En el Servicio Exterior de la UE intentan tomar distancia. Su jefa actual, Kaja Kallas, en una carta al personal diplomático manifiesta estar “profundamente consternada”, pero insiste que la posible adjudicación irregular de la Escuela Diplomática “tuvo lugar bajo mandatos previos”, en la época de Josep Borrell como Alto Representante Exterior. El español y la estonia mantienen un enfrentamiento público con críticas de Borrell por la inacción ante el genocidio en Gaza y reproches de Kallas porque “nada ocurrió con Borrell” mientras que ella sí consiguió “llevar ayuda humanitaria a Gaza”.
Mogherini, voz propia sobre Oriente Medio o América Latina
Federica Mogherini es una figura más relevante que el excomisario europeo Didier Reynders o que Eva Kaili. Fue entre 2014 y 2019 la Alta Representante Exterior y la vicepresidenta de la Comisión Europea liderada por Jean Claude Juncker. Una de las socialdemócratas más importantes en Bruselas, seleccionada por el entonces primer ministro Matteo Renzi para ser la voz de Italia en la capital comunitaria.
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Durante sus años como jefa de la política exterior comunitaria, Mogherini se convirtió en una política vocal, de fuerte presencia pública, capaz de enfrentarse a Estados Unidos durante el primer mandato de Donald Trump en escenarios como el Acuerdo Nuclear con Irán o el Bloqueo de Cuba. A diferencia de la actual Alta Representante, la liberal Kaja Kallas, la italiana no eludía los muchos conflictos internacionales.
Era alguien que generaba rechazo entre las filas populares europeas por ser abiertamente crítica con la política de asentamientos ilegales de Israel en Cisjordania o por apoyar “los esfuerzos de diálogo en Venezuela” entre el gobierno y la oposición, liderados por el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero y UNASUR. Proceso que calificaba como “un paso alentador”, lo que le generó el rechazo de la bancada conservadora, especialmente la popular española, ya que consideraba legítimo interlocutor al Gobierno de Maduro.
En 2017, Mogherini no dudó en contrariar al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, durante una rueda de prensa conjunta en Bruselas insistiendo en que la UE no se movería “del consenso internacional sobre Jerusalén” para no reconocerla como capital judía hasta una paz de dos Estados con Palestina. Posicionaba así a los 27 en contra de la decisión adoptada por Donald Trump. Dos años antes, era felicitada públicamente en la capital comunitaria por su trabajo “sin descanso” hasta alcanzar el acuerdo de desnuclearización a seis bandas sobre Irán. La misma ciudad en la que ahora ha caído en desgracia.