Carretera imanta

Safari significa viaje

Safari significa viaje

Las nieves del Kilimanjaro, Mogambo y Memorias de África han hecho mucho daño. No sólo ellas, claro. En nuestra mente, moldeada por películas (y algún libro), Kenia es sinónimo de inmensas reservas de animales salvajes. Tanzania también. En la vida real, Kenia es, lógicamente, mucho más. Tanzania también.

Uno puede desplazarse por la región en avioneta, saltando de parque en parque, y volver a casa cargado de instantáneas de leones, búfalos, elefantes, leopardos, rinocerontes, jirafas, hipopótamos, cebras, ñus… el safari fotográfico soñado.

También puede desplazarse en coche, por cuenta propia o en grupo, y aunque eso no dé derecho a presumir de conocer el país, recorrerlo pegados al asfalto autoriza al menos a decir que se vio más, y mejor.

Si estamos escribiendo esto es, obviamente, porque optamos por la carretera, eso sí, en grupo, en un camión adaptado. Aunque nos cruzamos aquí y allá con viajeros que iban a su aire, no nos pareció lo más conveniente.

A bordo de ese extraño vehículo emprendimos un viaje que nos llevaría de Nairobi (Kenia) a Dar es-Salam (Tanzania), pasando por Lago Naivasha, Nakuru, Masai Mara, Lago Victoria, el Parque Nacional del Serengueti, Ngorongoro y Arusha. Porque cada tramo refleja realidades no ya distintas, sino incomparables, hemos decidido no ocuparnos aquí de uno en concreto. Elegir la parte urbana del trazado supondría dejar fuera las maravillas naturales, sin las que estos países no se entienden; reproducir únicamente imágenes de los parques nacionales equivaldría a hacer del recorrido un puro álbum de fotos. Por eso, esto es un popurrí…

De civilización y reservas naturales

El embotellamiento que nos atrapó a la salida de Nairobi fue la manera que la capital tuvo de reivindicar su condición de gran urbe; en el resto del país, la conducción fue siempre fluida con alguna excepción de carácter leve.

Aunque la velocidad nunca llega a ser excesiva, tienen en Kenia un sistema infalible para obligar a los conductores a reducirla antes de atravesar cualquier población: voluminosos guardias tumbados. Por lo demás, prestar la atención habitual al volante es suficiente para avanzar sin contratiempos por las carreteras asfaltadas y, generalmente, en buenas condiciones.

Mayor precaución hay que adoptar al adentrarse en los parques naturales, cuando el asfalto se va estrechando y desdibujándose hasta convertirse en pista de tierra, a veces atravesada por un río.

A pie de carretera, son numerosos los mercados y las líneas de tiendas (carnicerías, sastrerías, talleres, farmacias, peluquerías, consumibles informáticos, etc.), pero los servicios que ofrecen, en general, resultan poco apetecibles para los estándares occidentales, si bien, de tarde en tarde se aprecia a algún comerciante que ha dado lustre a sus mercancías.

La diferencia entre unos núcleos poblacionales (perdón por el sintagma) y otros es realmente llamativa.

Como llamativas son las fachadas de un determinado grupo habitacional (perdón por el… bueno, da igual) de Nakuru.

Era raro el momento en el que los márgenes de la ruta se mostraban vacíos. A veces porque transitábamos por zonas habitadas, otras porque de manera inopinada veíamos a niñas (casi siempre eran niñas) que a la salida del cole echaban una mano a los mayores, con los uniformes aún puestos…

O simplemente porque allí se daban cita, o por allí pasaban, gentes pastoreando, transportando agua o leña, charlando, caminando, que en ocasiones nos miraban, muchas veces nos saludaban y otras nos ignoraban.

Y sí, safaris fotográficos aparte, cuando atravesamos el parque del Serengueti camino del Ngorongoro, la carretera, nos brindó la compañía de no pocos animales. Mamíferos solos o en familia, quizá acechados por turistas…

Catedral de Calahorra, dígame

Catedral de Calahorra, dígame

Aves de todo pelaje, algunas inverosímiles, otras inquietantes, que en general salieron corriendo a nuestro paso. Excepción hecha de una rapaz que para delicia de nuestras cámaras se empeñó en escoltarnos un largo trecho…

… y del pajarillo que, a lomos de su jirafa, nos demostró que nosotros no éramos los únicos con un medio de transporte seguro.

Fotografía: Ingenio de ContenidosIngenio de Contenidos

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